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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 9 de agosto de 2014

Amable Lenin / por Jorge Bustos





Podemos aseguró hace unos días que la formación atraviesa una fase de "leninismo amable"


Amable Lenin 
  • Es cierto que nuestros Marx y Engels comprados en Alcampo acreditan verborrea más pintona y lecturas más frescas que un Carlos Floriano o una Micaela Navarro
Jorge Bustos
Es cierto que nuestros Marx y Engels (Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero) comprados en Alcampo acreditan verborrea más pintona y lecturas más frescas que Carlos Floriano o Micaela Navarro. El 'ideólogo' de Podemos aseguró hace unos días que la formación atraviesa una fase de "leninismo amable". No se me ocurre oxímoron más sonoro, salvo quizá "fiscalidad convergente".

 Juan Carlos Monedero, 'ideólogo' de Podemos / juancarlosmonedero.org

Ustedes habrán reparado por YouTube en la mal disimulada hinchazón que ahueca las gargantas de Monedero y Pablemos cuando deslizan constantemente su condición de profesores de Ciencias Políticas. Ahí les tienen, fardando de placa como si invocaran el Eton de Orwell y Connolly. Como si ser profesor de Políticas fuera algo relevante 

Hablamos mucho de Pablemos y poco de Monedero, pero puede que esto empiece a cambiar. No porque queramos, ay de nosotros, que tanto echamos de menos las serpientes de verano; sino porque el tipo se lo va ganando a pulso. A pulso contra la realidad, naturalmente. 

Ustedes habrán reparado por YouTube en la mal disimulada hinchazón que ahueca las gargantas de Monedero y Pablemos cuando deslizan constantemente su condición de profesores de Ciencias Políticas. Ahí les tienen, fardando de placa como si invocaran el Eton de Orwell y Connolly. Como si ser profesor de Políticas fuera algo relevante (y menos en mi Complu), como si la política fuera una ciencia, o como si los puestos universitarios se repartieran con un gramo más de meritocracia que los puestos en los partidos, según conoce cualquier hijo o hermano de profesor universitario español. 

Es cierto que nuestros Marx y Engels comprados en Alcampo acreditan verborrea más pintona y lecturas más frescas que un Carlos Floriano o una Micaela Navarro, digamos; pero su formación, sobre un tufillo a telar de Manchester de mediados del XIX, exhibe la consabida hemiplejia ideológica que se le presupone al profesor de Humanidades de la Complutense, académica palanca de mi primera juventud donde alguna latinista que perdió el sostén entre los adoquines parisinos del 68 nos escamoteó una semana de clase "porque me parece una frivolidad hablar de Séneca mientras Bushmata a inocentes en Irak" (sic). Así que me conozco el paño hasta el último costurón, desgraciadamente. Pocas cosas, por cierto, más coherentes que traducir a Séneca durante un bombardeo: "Nunca te quejes si sufres, pues si el sufrimiento es intenso no será duradero, y si dura no será tan intenso". Y se quedaba tan flamenco. 

Lo último de Monedero, al parecer secretado en el curso de un aquelarre peronista –Dios los cría y no los abandona, porque desde Tierno sabemos que Dios nunca abandona a un buen marxista–, es que los países del sur de Europa deberían salir del euro para acuñar moneda propia y que Podemos atraviesa de momento una fase de "leninismo amable". Lo de la moneda me sigue pareciendo un exceso capitalista, pudiendo remontarse a la edad roussoniana en que trocábamos un cerdo por veinte gallinas. En cuanto al leninismo amable, no se me ocurre oxímoron más sonoro, salvo quizá "fiscalidad convergente". 
Sigo calculando que Podemos consumará su inevitable proceso de institucionalización en los próximos meses, repartirá cargos y aplastará disidencias

En fin, se lo toma uno a broma porque aún confía en que el CIS venga suficientemente cocinado para acojonar al personal y preparar la rehabilitación del bipartidismo. Y también porque sigo calculando que Podemos consumará su inevitable proceso de institucionalización en los próximos meses, repartirá cargos, aplastará disidencias, sentirá ya la suave moqueta bajo sus pies callosos y se dirá a sí mismo lo que le dicen al imberbe Cruise en Risky Business: 

– Llega un momento en la vida del hombre en el que hay que decir: ¡pero qué coño! 

O sea, superar el idealismo. 

Sobre todo porque la clase de idealismo que estudiaron, enseñan y programan es un fruto que viene con gusano, como ya explicaba Sieyès en 1794 a quien le quisiera oír. Es el gusano del absolutismo, que se limita a cambiar de manos. Benjamin Constant, que contempla la guillotina funcionando a pleno rendimiento –esto, para Monedero, correspondería ya a una fase menos amable de leninismo–, se pregunta cómo el ideal democrático ha podido degenerar en semejante orgía de sangre y en el subsiguiente despotismo napoleónico. Monedero tiene declarado que "se está quebrando el contrato social", apelando así a la famosa obra de Rousseau que apadrina –sin demasiado rigor, pues Jean-Jaques fue siempre partidario del orden– todas las revoluciones que en el mundo han sido desde entonces; pero El contrato social incurre en un error siniestro que Constant localiza con perspicacia: lo abstracto de un sistema armado en torno al concepto de "voluntad general". En efecto, Rousseau olvida que, en la práctica, la voluntad general siempre acaba depositada en las manos de unos pocos individuos –casta nueva– que una vez en el poder procederán con el revanchismo inherente a la condición humana. Ábrase el siglo XX por cualquier página para ilustrar el ejemplar funcionamiento de la máquina de picar carne, sea carne de clase, carne de raza o carne de casta. 

– Todo es moral en los individuos, pero todo es físico en las masas –descubre Constant. 

Pero ay, ese libro lleva cogiendo tanto polvo en la biblioteca de Políticas de la Complutense como las ideas de sus profesores.

1 comentario:

  1. Esto escribía el pasado 6 de agosto, Fernando Jáuregui: "Quiénes trabajan a favor de Pablo Iglesias; ¿podemos decirlo?".

    Advertencia previa, no necesariamente necesaria: claro que respeto a 'Podemos', a sus dirigentes y muchas de las cosas que dicen. No se me encontrará entre quienes insultan a este movimiento, ni entre quienes le inventan falsedades, como que simpatiza con ETA o con el régimen de Corea del Norte, por poner dos ejemplos que he escuchado en algunas de las televisiones.Podemos se ha colocado ya en la tercera posición de nuestro arco político, peligrosamente cerca del PSOE y no tan alejado, del PP.
    El efecto 'boomerang', y buena parte del alza de Podemos se debe a la cantidad de improperios de sus enemigos.

    También está claro que ni me gusta 'Podemos' ni, supongo, les gusto yo a ellos. Y no diré que jamás votaré a esta formación, si es que alguna vez se forma. Pero, claro, oyendo el 'programa político' desgranado en su rueda de prensa del pasado día 1 por don Mariano Rajoy, no me extraña que la gente se eche en brazos del más nuevo. Y Pablo Iglesias es seminuevo, mientras que el pétreo y satisfecho programa que nos esbozó el presidente en su comparecencia a veces podría parecer un poco estólido, y conste que profeso también un respeto considerable hacia la figura de Rajoy, llena de sentido común y solidez. Quizá demasiado de una cosa y la otra, a veces. Puede que eso, y la desconfianza imborrable de los españoles en su clase política tradicional, sea lo que está propiciando que cientos de miles de personas, mayoritariamente jóvenes, se lancen a lo desconocido. Y 'Podemos' todavía lo es. Al menos, en buena parte, para mí.

    Figuro, desde luego, entre los columnistas y politólogos miopes que no supieron calibrar la importancia real de 'Podemos' y que lo despacharon como un simple fenómeno televisivo. Es mucho más que eso: es fruto del descontento, la desconfianza y el aburrimiento que provocan una clase política, social, económica y mediática instaladas, a las que que Pablo Iglesias, tomándolo prestado del título de un célebre libro italiano, ha llamado 'casta'. Y ya digo: discursos del 'todo va bien' sientan muy mal a los muchos a los que no les va bien. Y, la verdad, las últimas cifras del desempleo, aunque levemente alentadoras, tampoco son para echar tantos cohetes.

    Nos queda aún por ver qué comportamiento tiene en los sondeos la irrupción a primera fila de la política del nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que aún no había llegado al 'estrellato' cuando se elaboraban estas encuestas. En las dos últimas semanas, no menos de cinco personas a las que otorgo credibilidad en estas materias, entre ellas el que actuara como uno de los 'fabricantes' de Felipe González, Julio Feo, me han repetido que "este chico llegará a presidente del Gobierno". También me lo dijeron algunos de Zapatero, cuando fue sorpresivamente elegido secretario general en 2004, y tampoco me lo llegué a creer; y luego, ya ven lo que pasó.

    Así que tengo que depositar una cierta dosis de confianza en el realmente 'nuevo', Sánchez para ver hasta qué punto puede sobrevivir el bipartidismo en este país: nadie le disputa el cetro por la derecha al PP, si no es el PP mismo; pero en la izquierda... madre mía, la que se está montando en la izquierda, ¿verdad, Cayo Lara? Lo peor que podría ocurrir en estas filas de la izquierda, entiendo, es que se dirijan al caladero de votos de 'Podemos' a base de hacer y decir las mismas cosas -ya digo que algunas aprovechables, disparatadas sin más otras que la formación tan afortunadamente creada por Pablo Iglesias y su misterioso grupo pretoriano. Izquierda Unida necesita una mano de pintura, lo mismo que los sindicatos, y sobre el PSOE ya veremos qué velocidad de cambio le imprime 'el nuevo'.

    Lo que no puede ser es que los hombres y mujeres que nos representan en el Parlamento no lleguen ni a un aprobado. Será por algo, digo yo.

    Adela Alarcón


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