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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 23 de abril de 2019

La silla / por Ignacio Ruiz Quintano



La silla de pegar sillazos de Rhodes es la metáfora de la silla que le han birlado a Abascal en el debate “votero” de una TV pública sostenida por todos los contribuyentes, incluidos los que votan por Abascal, “los borrachos”, en el fino lenguaje del Periódico de las Elites, que así pasan a ser como los judíos o precitos de la situación

La silla

Abc
El pianista afincado en España James Rhodes (un Pepito Arriola sin prima Hildegart) quiere atizar a Abascal con una silla. ¿Está loco? No. Si estuviera loco, levantaría la silla contra Ortega Smith, que fue boina verde. Rhodes es “antifascista”, y hasta ahí llega. ¿Por qué? Porque es la palabra que para Doña Croqueta pone en marcha el dispensador de croquetas, que le vuelven loco.

La silla de pegar sillazos de Rhodes no es la silla de torear de Morante de la Puebla en El Puerto ni la silla de aullar de Charlie Rivel en el circo ni la silla de escribir de Jacinto Benavente en Albarracín, donde escribía subido a una silla porque había un ratón en el cuarto.

La silla de pegar sillazos de Rhodes es la metáfora de la silla que le han birlado a Abascal en el debate “votero” de una TV pública sostenida por todos los contribuyentes, incluidos los que votan por Abascal, “los borrachos”, en el fino lenguaje del Periódico de las Elites, que así pasan a ser como los judíos o precitos de la situación, que tampoco le sorprende a uno, en un país donde, personalmente, sólo he conocido a un demócrata.

En palabras de sus doctrinarios, la razón de ser del Estado de Partidos es sustituir la representación de los electores, propia de la democracia, por la “integración de las masas en el Estado”, propia de esta cosa perfectamente simbolizada en la Tertulia Electoral de TV entre los jefes que se reparten el Estado, con la Nación (catalanismo y biscaitarrismo son particularismos estatistas) de convidada de piedra.

 –Nosotros somos nosotros –repiten los cuatro jefes, citando a Maura, quien trazaba así la mágica línea entre los buenos, que eran ellos, y los malos, que eran los demás, condenados a exclusión, eliminación y distancia.

Peor que tener una enfermedad es ser una enfermedad, protestaban los orteguianos.

 –Que una sociedad sea inmoral es grave; pero que una sociedad no sea una sociedad, es mucho más grave.

Estos debates con tongo son el piano rhodesiano de los pobres.

Morante de la Puebla

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