Tiempo de Toros es un resumen semanal de todo aquello importante que ha sucedido en los ruedos, un lujo de información para que los aficionados nos hagamos una composición de lugar y podamos opinar al respecto. De igual modo, Tiempo de Toros nos muestra las dehesas más emblemáticas con entrevistas con sus propietarios, conversaciones con distintos toreros y todo aquello que tiene que ver con la tauromaquia para que, como digo, el deleite sea completo en todos los órdenes.
Como quiera que el programa aludido es diverso y sin partidismo alguno, esa es la razón por la que nos muestran, sin fisuras, todo aquello que ha acontecido en los últimos siete días para que, insisto, los aficionados nos hagamos una composición de lugar y que opinemos al respecto. Muchas fueron las imágenes que el periodista nos mostró pero, si nos dejan elegir, como ya dijimos en su día, nos quedamos con la corrida de Bargas en Toledo. De igual modo nos mostraron la corrida de Talavera de la Reina y, he aquí el quid de la cuestión porque pudimos establecer un ratio comparativo entre ambos festejos citados.
Mientras que en Bargas reinó el toro en su acepción más hermosa puesto que, los ejemplares del Conde de Mayalde, además de cornamenta para asustar a cualquiera, tenían casta, bravura, fuerza, pujanza inusitada que, sus lidiadores, a base de jugarse la vida consiguieron el triunfo que ansiaban. Los tres, tanto Manuel Escribano, Sergio Serrano como Ángel Téllez, dieron una dimensión fantástica de lo que pude ser una auténtica corrida de toros. De no haber sido por el fallo con la espada de Escribano, los tres hubieran salido por la puerta grande en olor de multitud. Alguien podría decir: “Todo está muy bien, pero no dejaba de ser un pueblo” Nada es más cierto, era un pueblo pero salió una corrida de Pamplona o Bilbao o si se me apura para Madrid.
Es verdad que, Martín de Blas, de forma muy inteligente, nos ofreció este reportaje como plato fuerte del programa como no podía ser de otro modo. Ya, en el otro lado de la trinchera pudimos ver el reportaje de la corrida celebrada en Talavera de la Reina, muy triunfal, es cierto, pero sin el elemento toro que es el que sustenta la fiesta. Mientras que en Bargas el toro era el rey, en Talavera de la Reina, aquellos animalitos no podían ostentar el título de toros porque, ante todo, como pitones, lucían dos “plátanos” mochos y pequeños, es decir, olían a serrucho una cosa bárbara.
Con semejante “material” El Juli y Tomás Rufo salieron por la puerta grande. La ignorancia de los talaveranos era un hecho consumado; está claro que, nadie de los espectadores de aquella tarde había visto por la televisión la corrida de Bargas porque, de haberla visto, su comportamiento hubiera sido distinto. Como explico, tras ver dicho reportaje sentí asco, rabia, vergüenza y desencanto porque si para ser figura hay que matar esos animalitos sin casta, sin “pitones” sin emoción y sin nada que se asemeje a un toro bravo, el final de la fiesta puede estar muy cerca. Lo dijo hace pocas fechas Antonio Lorca, lo digo yo y lo dirá todo aquel que tengo sentido común. Sepamos que, Tomás Rufo es un buen torero, eso no lo negará nadie pero, ha matado cuatro toros y los cuatro han sido santificados. Si algún día le sale un toro como los de Bargas, ¿qué argumentos mostrará para lidiar a dichos animales? No pasa nada, barrunto que ya le han puesto el sello de figura y no pasará por el trance al que aludo.
Y si continuamos con la parodia, por ejemplo, en Sevilla, con los de Juan Pedro y los Garciinválidos, el sopor no pudo ser más grande. ¿Cómo serían los Juan Pedritos para que no triunfara Morante? Y no digo ya lo de Roca Rey que, en dos tardes le han regalado dos orejas por arrimarse a muerto en pie, sabedor de que esos animales no dan cornada alguna; una vergüenza al más alto nivel y, como digo, con semejantes argumentos quieren sostener la tauromaquia. ¿Qué quieren que les diga? Me quedo con Bargas y con todas las plazas donde salga el toro que, será mejor o peor, pero siempre veremos la emoción de la lidia y, por encima de todo, a un hombre jugarse la vida.
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