Y si hay 486.713 caminos posibles a Roma, ¿cuántos conducen a la SuperLiga? Pues (y más aún repasando el tono gansteril que ayer emplearon en la reunión de la Asociación de Clubes Europeos tanto el presidente de la UEFA como el del Paris Saint Germain) al menos un millón. No es casualidad que la ECA sea el único organismo de este tipo auspiciado y tutelado por la UEFA. No hay más que ver el romance entre Ceferin y Al Khelaifi para darse perfecta cuenta de que el poder ha cambiado de manos y que o los 218 miembros de esa asociación (excluyo por supuesto al PSG y al City) se defienden con uñas y dientes, o esos 218 miembros reaccionan o el fútbol del siglo XXI se va a adentrar en una era negra, tortuosa y con un final infeliz, aquí casi nadie comerá perdices, si acaso el City.
Si el proyecto de la SuperLiga es, como aseguran reiteradamente una y otra vez Ceferin y su botones, un proyecto muerto, acabado, fracasado y destruído, ¿a santo de qué ese lenguaje belicoso? Si, como aseguran Ceferin y su adlátere, Real Madrid, Barcelona y Juventus (tres de los deiciséis clubes, por cierto, que estuvieron en la génesis de la ECA en la que, todo sea dicho de paso, no estuvieron ni el PSG ni el City), han fracasado, ¿por qué no enterrar de una vez por todas el hacha de guerra? Si, como reitera con muy malos modos cada vez que puede Ceferin y su guiñol, la SuperLiga es pasado, ¿por qué devolverla a la actualidad convirtiéndola en protagonista de la reunión de los clubes europeos? Pues porque ellos saben que la SuperLiga no es en absoluto un proyecto acabado sino larvado, un proyecto dormido, uno que espera a ser presentado como Dios manda y que será lo suficientemente atractivo como para convencer de una vez y por todas a los principales clubes del viejo continente.
Ceferin sabe perfectamente que el futuro pasa por una competición similar a la SuperLiga, pero a Ceferin (que es un asalariado) no le preocupa el futuro del fútbol sino el de la familia Ceferin. Y Al Khelaifi es consciente de que, por mucho dinero que invierta, para el PSG el tridente atacante relevante no es el compuesto por Messi, Neymar y Mbappé sino el que lideran el citado Aleksander Ceferin, Giovanni Vincenzo Infantino y David Gill. A Ceferin y Al Khelaifi les une su propia supervivencia porque ya veremos cómo reaccionan en Qatar si con toda la inversión realizada el PSG no gana este año la Champions; a Florentino Pérez, Joan Laporta y Andrea Agnelli les une la supervivencia de sus clubes, sí, pero también la del resto.
La SuperLiga no se explicó bien, dejó cabos sueltos y piezas sin encajar en el puzzle, y sorprendió que Florentino Pérez, que es habitualmente un hombre tan minucioso, no lo tuviera todo atado y bien atado. Al presidente del Madrid hubo, además, quien le traicionó; aquí, en España, Gil y Cerezo, sin ir más lejos. Pero, y fiel al refrán de que si te engañan una vez la culpa es del otro pero si te engañan dos veces la culpa es tuya, Florentino está siendo ahora todo lo meticuloso que no fue en la ocasión anterior y UEFA lo sabe. Ese lenguaje guerracivilista responde al hecho de que Ceferin es consciente de que la organización que preside es un anacronismo y está llamada a la desaparición. El lenguaje del guiñol de Ceferin se explica por las innumerables cuentas que debe rendir y porque también sabe que, sin el actual presidente de UEFA, y por mucho dinero que tenga, el PSG volverá a ser uno más si el mando de las operaciones lo toma el Real Madrid.
Efectivamente todos los caminos conducían a Roma y, ahora, todos conducen a la SuperLiga. Es una cuestión de tiempo el que las victorias en los juzgados (que hasta la fecha han sido todas) se trasladen a los terrenos de juego. No hay más que observar la tranquilidad que, anoche mismo, tenía Joan Laporta al hablar del proyecto de la SuperLiga para llegar a la conclusión de que, tal y como decía Javier Tebas, a Florentino no le ganas un pulso o, al menos, no le ganas el último de los pulsos. El granjero ha puesto al zorro a cuidar de sus doscientas gallinas porque, a todo esto, y salvo tres honrosas excepciones, el fútbol de clubes está dirigido por auténticos (y ya que hemos hablado del imperio romano) gallus gallus domesticus en latín, o sea gallinas en español. Un zorro, tres gallos y doscientas gallinas. ¿Quién es aquí el Viejo Major de Rebelión en la granja, o sea el cerdo?
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