La secretaria general del PP, Cuca Gamarra y el líder del PP, Alberto Núñez Feijoo
'..Cuca Gamarra ha perdido una ocasión de oro para quedarse callada. Como ha sostenido un ex ministro popular, apoyar a Kamala, una abanderada de la ideología woke, del aborto y la ideología lgtbiq+ no es una seña de identidad muy acorde con el sentir del votante popular medio, un partido con el humanismo cristiano en el ADN ideológico recogido en sus estatutos, aunque no lo parezca..'
Cuca Gamarra, ¡vete a la mierda!
AD.- Algún día deberá estudiarse cómo en el primer tercio del siglo 21 hubo un presidente en España que sobrevivió a pandemias, danas, erupciones volcánicas, terremotos, escándalos de bragueta y farlopa entre destacados miembros de su equipo, que tuvo imputados por presunta corrupción a su mujer, a su hermano, al número 2 de su partido, al fiscal general del Estado, que tuvo al país patas arriba, que logró gobernar gracias a un pacto con partidos entre ellos irreconciliables, que gobernó a golpe de mentiras, engaños y a contrapelo del más estricto sentido de la dignidad nacional. Se contará también que, en medio de este escenario aterrador, al que no habría sobrevivido ni el mismísimo Metternich, tuvimos al principal partido de la oposición siendo incapaz de rentabilizar electoralmente una situación tan extremadamente favorable, por la obcecación de sus líderes de rodearse de mediocres más torpes que girar el cuadrado en el tetris.
Primero fue Pablo Casado y ahora Feijóo, al que creíamos idóneo para el cargo y que está demostrando ser otro caso incomparable de estupidez política, porque solo desde la estupidez política se puede relegar a Ayuso, o a Cayetana, de la sala de mando de Génova, y tener en cambio de número 2 a la tal Cuca Gamarra, una petarda insustancial, sin carisma, sin chispa y sin talento.
La cuestión es que esta petarda es la persona asignada por Feijóo para ser la voz de un partido cuyas bases y votantes, de forma abrumadoramente mayoritaria, no piensan como ella.
Un ejemplo claro del por qué la izquierda gana a la derecha española las batallas culturales lo hemos tenido estos días con ocasión de la arrolladora victoria de Trump a Harris. Nada resultaría tan quimérico que escuchar a un representante de las izquierdas elogiar la figura de Trump, o decantarse electoralmente por el neoyorquino, como en cambio sí han hecho numerosos dirigentes del PP, comenzando por Aznar, al mostrar sus preferencias por Harris. Acaso en esos traqueteos ideológicos; o mejor, en la carencia de criterios ideológicos, radique que el PP no logre articular una mayoría social suficiente para imponerse en las urnas.
Cuca Gamarra ha perdido una ocasión de oro para quedarse callada. Como ha sostenido un ex ministro popular, apoyar a Kamala, una abanderada de la ideología woke, del aborto y la ideología lgtbiq+ no es una seña de identidad muy acorde con el sentir del votante popular medio, un partido con el humanismo cristiano en el ADN ideológico recogido en sus estatutos, aunque no lo parezca.
Y es que hay que ser muy torpe, o muy mendaz, para dar la espalda al nuevo escenario geopolítico europeo y global que se abrió precisamente con la llegada de Trump a la Casa Blanca en 2016. Nos sorprende que un tipo aparentemente listo como Feijóo cometa los mismos errores que Rajoy al permitir que se reasiente en el nicho de votantes conservadores la convicción de que el PP sigue careciendo de ideología y que todo lo empeña a las cuestiones económicas, las únicas que para Cuca Gamarra tienen importancia vital en política. Si tal cosa fuera cierta, pongamos entonces a los mejores expertos y gestores económicos del país al frente de las instituciones y partidos y prescindamos de los miles de inútiles y mediocres que llevan lustros depredando los recursos económicos del estado.
Cuca Gamarra, como tantos y tantos en su partido, es una tipa sin principios ni convicciones ideológicos. La erótica del poder es su principal y único marco de referencia. El problema es que con su torpeza empuja a su partido a seguir en la oposición. Si Trump ha barrido a Harris se debe en buena medida a que el norteamericano medio está harto de la izquierda woke, de ingeniería social, de las ideologías de género, del empoderamiento feminista, del cambio climático, del sincretismo cultural, de la agenda 2030, de la “restauración de la naturaleza”, del ellos ellas y elles, de la basura hollywoodiense, de la corrección política, de la ruina económica y de la corrupción moral de los demócratas.
¿Qué ha visto Feijóo en estos y estas lumbreras? ¿Que ha visto Feijóo en Bendodo, que en plenas autonómicas andaluzas tuvo la ocurrencia de decir que Cataluña es una “nacionalidad del estado”? ¿Qué ha visto Feijóo en el progresito Borja Sémper, el dinamitador del PP en el País Vasco, cuyo clímax político lo alcanzó ideando para las generales la campañita del “Verano Azul”, la idea más chabacana, hortera y ridícula que uno recuerda en política? Así que no es extraño que con estas figuras tan grotescas y que tienen las mismas referencias ideológicas que la izquierda, el PSOE esté imponiendo su relato sobre la gestión de la DANA. Y entre tanto, Ayuso y Cayetana apartadas de la toma de decisiones, eso sí, con mejores formas que las empleadas por Casado. La suerte de Feijóo es que al frente de Vox haya un Abascal, y no un Trump, una Meloni o un Orban, en cuyo caso el PP ya habría sido deglutido hace tiempo.
Ya no hay excusas que justifique por más tiempo la inacción de Feijóo. El ex presidente de Galicia no puede seguir actuando con expresa indiferencia, como si a él no le fuera nada. Salvo que haya sucumbido de antemano a las ordenanzas de alguna logia mexicana, no puede entenderse que teniéndolo todo tan a mano para llegar a la Moncloa, se obstine en seguir el camino equivocado con las personas equivocadas.
La política siempre es una suma de activos y, para triunfar, tienes que cuidarlos. Feijóo, sin embargo, ha apostado por la petarda riojana y alejado a la politica más popular y querida de toda España. Le bastaría con dejarse llevar por la corriente de Ayuso para que el PP vuelva a lo más alto en las encuestas. Lo dijo José María Aznar durante la crisis con Casado. Y también que el principal activo del PP se llama Madrid. Pero Feijóo, como Casado, prefiere hacerse el harakiri político. Y lo peor es que se lo estará haciendo también a España.
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