'..En Hispanoamérica, históricamente la feligresía taurina ha sido llevada y traída a conveniencia por los productores del espectáculo, sus portavoces y sus publicistas. Haber, el toro es esto, el torero es esto, el toreo es esto… Repitan… Impidiendo que las duras verdades del credo calaran a fondo y se consolidaran en el espíritu colectivo..'
Termina revigorizada la temporada europea 2024 y se inicia la tambaleante americana. En Colombia, la fiesta pena en el pabellón de la muerte, con fecha de ejecución a tres años y su temporada reducida a doce carteles en plazas de primera, Cali y Manizales, de los cuales apenas ocho serán corridas de toros.
En México, cierran y reabren las importantes plazas de la capital (la más grande del mundo), Guadalajara, Querétaro… mientras ralean los festejos en las otras, a despecho de la nutrida y esforzada nómina torera nacional. El Ecuador, resiste atrincherado en el reducto de Latacunga. Venezuela, con Caracas prohibida desde el siglo pasado, da estertores por San Cristóbal y Mérida. Solo Perú, empujado por el estrellato de Roca Rey aumenta los festejos provincianos, aunque no así en la histórica Acho que ya por la quinta corrida, apura su Feria Señor de los Milagros, con flacas entradas pese a nombres de alto vuelo y encierros españoles.
En resumen, el culto del toro en el “nuevo continente” es un enfermo que fenece atacado por agentes patógenos identificados. La etiología exógena del mal está diagnosticada, sobre diagnosticada digamos mejor. Para no fatigar mencionemos apenas los más virulentos: El hipócrita: moralismo posmodernista que lleva la cultura global por los caminos psicodélicos de la virtualidad y el perverso animalismo mascotista. La zapa tenaz de las fanáticas mesnadas antitaurinas. La oportunista persecución de los políticos autoritarios...
Pero paremos acá y miremos dentro. Quizá el peor problema del paciente sea su deficiencia inmunológica. Sus bajas defensas que lo dejan postrado ante los gérmenes. La falta en su cuerpo de la convicción, el fervor y el vigor que han permitido a otros credos también milenarios sobrevivir a persecuciones, prohibiciones y campañas mucho más poderosas, largas y feroces. Digámoslo en nuestro argot, la falta de afición real, que blinda contra el esnobismo, el transformismo y el asedio.
En Hispanoamérica, históricamente la feligresía taurina ha sido llevada y traída a conveniencia por los productores del espectáculo, sus portavoces y sus publicistas. Haber, el toro es esto, el torero es esto, el toreo es esto… Repitan… Impidiendo que las duras verdades del credo calaran a fondo y se consolidaran en el espíritu colectivo.
Con una fe tan liviana, unos valores tan volátiles y una grey tan vulnerable, cómo aguantará el rito desde las catacumbas, los leones, las hogueras y el exterminio que le amenazan por doquier. Cómo.
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