"..Solo nos queda afirmar que nos disgustó más cuando dejó el vestido de luces que cuando ahora decide decir adiós al conjunto del mundo del toro.."
Roberto Domínguez se va
Antolín Castro
Opinión y Toros/08 Noviembre 2024
El torero vallisoletano ha anunciado que se va, pero que se aparta de todo el mundillo taurino.
Nada que objetar a tan personal decisión. Como es lógico, puede hacer lo que quiera y esa decisión es tan respetable como cualquier otra.
Lo que más puede llamar la atención es que lo haga quien, en este momento, apoderaba, acompañaba, a la máxima figura del toreo, Roca Rey. Renunciar a esa privilegiada posición en este momento es tanto como renunciar a estar en la cúspide del apoderamiento, así como de los máximos rendimientos económicos por tal labor.
Los motivos pueden ser varios y todos legítimos, por lo que no nos ha de extender en la consideración que nos merece. Bastará con resaltar que deja el mundo del toro en su totalidad, así lo anuncia, uno de los que más ha influido en la tauromaquia actual. Ese puesto, precedido anteriormente con muchos años apoderando a El Juli, le hace acreedor a esa titularidad de influencia.
Es decir, ha tenido en sus manos las carreras de las más grandes figuras durante muchísimos años y ello, en sí mismo, le ha hecho participar en el modo de operar de las figuras a la hora de elegir ganado, compañeros, carteles, emolumentos, etc, etc. Casi ná, que diría un castizo. El mismo se refiere a ello al indicar que siempre ha escogido aquello que les venía mejor a los toreros que llevaba.
Ese ‘blanco y en botella’ acredita que, si la fiesta brava en sí necesitaba de otro modelo, ese camino él no lo recorría. Esa era su responsabilidad y también su cometido. Lo que sus toreros, de seguro, le agradecerán, es directamente proporcional a lo que los aficionados le pudieran censurar. Y es que el papel de apoderado de una figura no es el defensor, precisamente, de todos los encastes o de la pureza del toreo.
De ese toreo fue un consumado artífice y sin llegar a figura máxima, si estuvo codeándose con todo el escalafón a gran nivel en sus años en activo. Roberto Domínguez mereció el respeto en general de aficionados y público durante su carrera, sin hacerle sospechoso de las ventajas que ahora han podido gozar sus pupilos.
De todas formas, siempre anduvo defendiendo el corporativismo y no a la afición a la que, en tiempos de comentarista de televisión, denostaba con frecuencia. Lógico que se haya aplicado en sus tareas a la hora de estar enfrente de esa afición.
Esa y no otra puede ser la parte demandada, si bien su papel era otro y ahí ha estado del lado de quien le pagaba. Uno de los problemas a la postre es ese, que quien lo paga todo no es defendido por nadie. Los que pasan por taquilla son los que dan de comer a todos, pero es como si no lo supieran o, como mínimo, se prestan a ignorarlo. A eso lo llamaron siempre matar la gallina de los huevos de oro.
Solo nos queda afirmar que nos disgustó más cuando dejó el vestido de luces que cuando ahora decide decir adiós al conjunto del mundo del toro.
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