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George Russell no quiso perderse a Soto Grado
'..El Atlético de Madrid le ganó hace poco una liga al Madrid con escándalo de VAR y sale vivo del Bernabéu con otro regalo videoarbitral. La mejor aportación de Ancelotti en los últimos meses ha sido ayudar a definir a los rojiblancos: antisistemas a muerte con el sistema..'
Hughes. Real Madrid, 1-Atlético, 1. "Vale, perfecto, César"
Hughes
Pura Golosina Deportiva
Esta vez pudimos escuchar el VAR. La conversación como de hombre llegando a la luna con Houston de los árbitros con la sala VOR. Otras veces no sucede así, pero es propio de lo corrupto ser también discrecional.
El que hablaba por el VAR, supongo que De Burgos Bengoetxea, se mostró muy preocupado de que Soto Grado, el legendario ya Soto Grado, viera nítido el so called pisotón, los tacos "nítidos". El frame justo, a huevo. Ni palabra, ni consideración alguna sobre el resto de la jugada o sobre el pequeño detalle del momento. Cuando eso ocurría, la pelota estaba ya por otros mundos.
-Lo voy a pitar.
-Vale, perfecto, César.
El Atlético de Madrid le ganó hace poco una liga al Madrid con escándalo de VAR y sale vivo del Bernabéu con otro regalo videoarbitral. La mejor aportación de Ancelotti en los últimos meses ha sido ayudar a definir a los rojiblancos: antisistemas a muerte con el sistema.
Vayamos al partido.
La sensación de desconexión del Madrid con la competición se tiene desde el inicio. La señal televisiva desde el Estadio llega para el momento exacto y ni un segundo antes.
Lucas era capitán. Presentaba innovación capilar. Se suma al club de los degradados de Asencio, Valverde y Ceballos.
Se homenajeaba a Marcelo, convertido en Carlos Jean.
El Bernabéu tenía un gran ambiente y Florentino, al llegar al palco, bien es verdad que entre Cerezo y Almeida, exhalaba algo monárquico.
El Madrid salía con su 4-2-3-1, sus cracks y sus laterales de canesú. Bellingham bajaba mucho al principio para construir. Su zona de influencia en el campo fue demasiada. Si el campo fuera un mapamundi, Bellingham sería un imperio, pero un imperio quizás insostenible que debiera restringirse...
El Madrid estaba muy bien, muy serio y no salió a acularse sino bravo al ataque. Evitaba los contragolpes siendo muy espabilado para robar.
El inicio era bueno, pero hemos aprendido a no fiarnos de eso. Pasados unos minutos, el pensamiento ya se iba... Cuando el espectador tiene que concentrarse para seguir el juego, cuando el fútbol no cumple su función de evasión, es que algo pasa... y lo que pasaba era el cholismo. Allí estaba él otra vez, de negro, siempre igual, invariable como una figura de Bergman.
A Vinicius no le llegaban los balones así que se iba al centro, esto producía una congestión de cracks. Quizás la mayor claridad e inteligencia, la mejor forma de "atacar el espacio" (expresión que parece hermana de "cazar moscas") la mostraba Rodrygo, cuya finura y serenidad parecían un bálsamo contra todo. Empiezo a encontrar en Rodrygo sensaciones analgésicas.
Estaba muy agresivo Ceballos, y provocó una primera ocasión de Mbappé. Más que ocasión, llegada.
En el 28 pudimos ver algo tranquilizador, casi tanto como las fintas de Rodrygo: Vinicius perdió la pelota y no descansó hasta detener al rival en falta táctica.
Entonces llegó el gol. La jugada pasó como un tren a toda velocidad y en el andén olvidado, Tchouameni, que no estuvo mal, pisó o quizás ni siquiera tanto a un jugador rojiblanco (que tiendo a olvidar pero no por culpa mía sino por la pérdida de individualidad intrínseca al equipo). Digo que el andén se había olvidado pero no lo digo bien, porque Simeone desplegaba su gestualidad insoportable, esos movimientos que hace como si estuviera perdido en una isla desierta y pasara un avión... que sí pasaba, el avión del VAR de la sala VOR.
No estaba solo el Cholo porque el narrador, ínclito a pesar de ser Martínez, alertaba sobre la jugada. Julián Álvarez tiró con éxito el penalti y el narrador trataba de convencernos de que lo mismo hubiera pasado en otra área. Llegó a jurarlo "por el brazo de su hijo" al que desde aquí le decimos que se vaya inspirando en Valle Inclán.
Son más de treinta años escuchando a Martínez, el desgañitado de Tenerife. ¿No hemos tenido ya bastante?
El gol generó una marejada de dudas y nervios en el Madrid. Sobre eso, Lucas Vázquez, como lateral de la Hammer que es, añadió una ronda de escalofríos. Por su lado llegó alguna ocasión antes del descanso.
El Madrid volvía a su ataque digamos estático sin laterales y con Vinicius más dentro que fuera. No había fluidez ni sorpresa. Esto mitigaba la ira que se pudiese sentir contra el árbitro, aunque la ira madridista ya no es contra el árbitro sino contra El Tinglado, algo que contábamos en Fans del Madrid hace 20 años. Lo que antes veían pocos ya es un clamor. El Tinglado quizás sea el gran rival del Madrid.
El Madrid salió del descanso como los Martinis de James Bond: "agitado y no mezclado". En tromba y con los laterales muy abiertos. En diez minutos hubo una tromba, huracán, aluvión, maremoto, tsunami, vendaval... de fútbol. Ese fútbol que solo puede ser descrito así. Por la banda de Rodrygo llegó el gol, tras regate y centro suyo que falló Bellingham y acertó Mbappé. Por donde Vinicius tuvo otras dos Bellingham, las dos falladas, una al palo.
El ruido era tal que no se escuchaba al locutor Martínez. Se alcanzaba, pues, un estado cercano a la felicidad.
El Bernabéu sonaba a pabellón griego de baloncesto, pero en potencias kilotónicas.
El Madrid apretaba. Sufría el Atlético, aunque Soto Grado tenía errores oxigenantes.
El 4-2-3-1 del Madrid, lleno de riesgos, estaba funcionando. El Madrid estaba a punto de partirse pero resistía con extenuaciones de sus estrellas. Demostraban el 'compromiso' necesario para hacerlo competitivo. Su defensa también era individualista.
Cholo ya hacia cambios. Actualizaba el malón.
El Madrid seguía atacando, el huracán ya era viento racheado y las ocasiones se sucedían aunque demasiado aceleradas e individuales.
Ceballos jugaba los mejores minutos como madridista, y el Madrid añadía riesgos. Un exuberante tacle de Asencio le rozó la mano y todos imaginamos a De Burgos Bengoetxea buscando en la imagen, perdiéndose en el zoom y en el rewind, arañando milímetros como si buscara un pussy en los frames.
La verdad es que el Madrid tenía un problema por la izquierda, en la zona no pequeña entre Vini y Fran García. En esos minutos, el partido se convirtió en un duelo entre lo que pasaba frente a los ojos de Vinicius (sus ocasiones, sus intentos, el gol inmenso que le detuvo Oblak) y lo que pasaba a su espalda, que era la de todos porque por ahí, rondando a Fran García como si fueran a venderle droga, nos entraba a todos un escalofrío.
Se quería el gol, pero también se hubiera firmado el empate.
Seguía moviendo el banquillo Simeone, no así Ancelotti. Llegaron los cambios casi en el 80 y eran previsibles. Renovó el doble pivote y no se terminó de corregir del todo el problema en la zona izquierda.
Rodrygo pudo marcar en el 82 tras una de esas contras de Vinicius que son una pura aventura.
El Madrid ya sí se partía. Los de arriba estaban agotados, alguno acalambrado. No es que se partiera el Madrid, es que se le dibujaban dos líneas separadas y entre medias algún mediocampista como el mensajero de Maratón.
Bellingham estaba seco, pero Brahim entró en el 88. Por Rodrygo. Ancelotti es previsible como un convenio. El punto galáctico del Madrid condiciona también las respuestas en las segundas partes.
Lo mejor en esos minutos, cuando Vinicius ya no podía ni protestar, fueron los intentos de Valverde, que parecía explotar con rabia por salir del lateral, por sacarse de allí. Todo seguía siendo, la verdad, muy personal.
No hubo gol en el descuento, otra de esas cosas que nos quieren quitar. Pero sí hubo algo en el minuto 92: Mbappé ayudando en defensa a Fran García más allá de Orión. Cosas así hacen un equipo. Ceballos, que se había reventado, lo miraba desde la banda sentado como la sirenita de Copenhague o quizás una tahitiana de Gauguin.
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