
Siempre he pensado que las despedidas de los toreros no son ni deben ser un examen final, sino la ocasión ideal para que sus seguidores y el torero cierren su relación con broche de oro.
Feria de Aniversario: La emotividad del público de La México, salva la despedida de Enrique Ponce.
Por Luis Cuesta
Enrique Ponce tuvo una feliz despedida. El torero estaba presto para decirle adiós a la México y nos brindó sus últimos momentos vestido de luces. La emoción pudo más que la maestría, y un público cariñoso lo empujó hasta el final para que triunfara, aún cuando a las embestidas del último toro de su vida no pudo sacarle todo el partido que quería, porque la mano de templar había perdido el ritmo de otros años.
Pero la faena cumbre que se esperaba no llegó, ni podía llegar, con ese lote tan manso y deslucido que sorteó. Al Maestro lo vi un poco abrumado por la responsabilidad de la expectación y luego aplastado por un lote sin posibilidades. Y si el fracaso no se produjo fue porque la sensibilidad del público tenía más fuerza que la propia realidad de la corrida. La afición hoy estaba dispuesta a proclamar su poncismo absoluto y rendir homenaje al titular de la causa por las memorables temporadas que había ofrecido en años anteriores.
Las dos orejas al toro de regalo del hierro titular y la salida a hombros por la puerta grande, en realidad no tenían mucho sentido si nos ponemos rigoristas, pero fueron un justo premio a una vida de torería irrenunciable, así como la consagración final de un torero noble y cabal que hizo de la Plaza México su plaza durante tres décadas. Al final siempre he pensado que las despedidas de los toreros no son ni deben ser un examen final, sino la ocasión ideal para que sus seguidores y el torero cierren su relación con broche de oro. Por eso es irrelevante que Ponce no lograra cuajar la faena cumbre que todos soñában; pues lo que de él se esperaba el día de hoy era tan solo una muestra de la maestría que define su personalidad artística y aunque realmente está nunca llegó, sus seguidores se fueron felices y para eso vinieron.
Ahora, la salida a hombros, esa sí estaba cantada desde el principio; y cuando finalmente atravesó aquella puerta un golpe de emoción sacudió la plaza. Y es que Enrique Ponce no volverá a estar en la Plaza México vestido de luces; una pena. Pero así es la vida, nada es para siempre: Mucha suerte Maestro.
También salió en hombros Diego Silveti tras haber aprovechado cabalmente al primero de su lote, con una faena inteligente que tuvo mucha conexión con la galería. Y es que Diego salió dispuesto a arrollar toreando a la verónica con parsimonia, siempre ganando terreno y rematando su serie con una media verónica purísima. Después con la muleta su faena tuvo una gran vibración, con algunos defectos técnicos de colocación y algunas aceleraciones por momentos, pero en general estuvo marcada por el sello de la calidad. Se volcó en la estocada y redondeó con éxito un importante triunfo que hace mucho no obtenía en esta plaza.
Esperemos ahora que no le falte constancia y lo que hay que tener para seguir por la senda del triunfo
Con su segundo, que brindó al Vasco Aguirre, consiguió algunos muletazos voluntariosos y templados, y se le agradecieron, pero el de Los Encinos fue demasiado manso y deslucido. Se retiró entre algunas palmas tras señalar un pinchazo y una estocada entera.
Confirmo su alternativa Alejandro Adame y dejo una grata impresión, pues su faena al primero de su lote fue un oasis en medio de un desierto de toreros pegapases. Jóvenes como Alejandro con calidad y escuela escasean, por eso es un gusto ver a un matador con estas características.
Con su primero, que tuvo calidad y nobleza, hizo que se le entregara el graderío de La México tras bordar el toreo al natural. Y aunque no fue algo de otra dimensión, es cierto, toreo como Dios manda. Es decir, ofreciendo el engaño cogido por el centro del estoquillador, bajando la mano, templando, prolongando el viaje en semicírculo para rematar detrás de la cadera y quedar nuevamente en posición para ligar el siguiente muletazo; y así lo hizo Adame en varios pasases de su actuación. Remató su faena con una estocada entera, aunque un poco desprendida y recibió una oreja de mucho peso. No de esas que mañana se olvidan.

Con su segundo estuvo correcto ante un toro desclasado, sin bravura y sin poder. Pero hoy hemos visto a un Alejandro Adame torerísimo, que nos dejó una muestra de su incuestionable calidad. Lo que vaya a hacer de aquí en adelante dependerá de él y naturalmente de las circunstancias.

LOS ENCINOS / PONCE, SILVETI Y ADAME
Siete y toros de Los Encinos (uno como regalo), desiguales de presentación, deslucidos e inválidos en general, destacando los corridos en primero y tercer lugar por su nobleza.
Enrique Ponce: Silencio, palmas y dos orejas en el de regalo.
Diego Silveti: Dos orejas y palmas.
Alejandro Adame: Oreja y palmas.
Incidencias: Adame confirmó su alternativa con el toro “Ferruco”, número 17, cárdeno, con 493 kilos. Destacaron en banderillas Fernando García hijo y Héctor García. Se tiraron dos espontáneos, uno (Enrique Reyes) al doblar el tercero solicitando una oportunidad. Y en el toro de regalo de Enrique Ponce, un novillero colombiano que consiguió darle algunos muletazos. Se despidió también el banderillero Fernando García.

Plaza México. Corrida del 79 aniversario. Gran entrada para haber sido un día hábil (unas 30 mil personas)
Fotos: Erick Cuatepotzo y La México.
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