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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 24 de febrero de 2025

Nosotros y los otros / por Jorge Arturo Díaz Reyes

Hooligans. Foto: El Mundo

'..La realidad es que casi nunca funciona. No toleramos que funcione. Porque la tenue pátina de cultura que nos cubre, desde hace apenas unos milenios, no logra contener el animal, demasiado animal que somos desde hace millones de años. Veamos las noticias esta noche..'

Jorge Arturo Díaz Reyes
CronicaToros/24 Febrero 2924
Se pudo pintar cómo Velásquez o Basquiat, esculpir como Miguel Ángel o Henry Moore, poetizar como Villon o Lorca, construir como Bernini o Bauhaus, cantar como María Callas o El Cigala, componer como Bach o Lennon.... y hacerlo sin salir del arte, sin dejar de ser artista.

También se pudo torear como Lagartijo o Frascuelo, Guerrita o Espartero, Joselito o Belmonte, Manolete o Arruza, Camino o El Cordobés, sin salir del toreo, ni dejar de ser torero. Se torea cómo se es, se hace arte como se es y se recibe cómo se es.

Infinito, en ello caben todos los gustos. Desde los universales hasta los monotemáticos; de una sola escuela, de un solo artista, de una sola obra, de un solo detalle —¡La media de Paula el día del bicentenario de la plaza de Aranjuez! ¡La sonrisa de la Monna Lisa!— y hasta los del gusto por no gustar nada. O simularlo, pues entre más reprimido se pasa por más crítico, exigente, puro… También los hay, que no gustan si no de lo que les conviene o de lo que les dicen.

Cada quién es dueño de su elección, y no pasaría nada, si al fondo de todos, el instinto gregario que alerta contra las diferencias, no incitara también rechazo, censura y violencia contra ellas.

A fines de la temporada pasada, la dura bronca entre un sector de Las Ventas, que befaba un torero herido, y la mayoría que le aplaudía, recordó una corrida en Soria el 4 de octubre de 1925.

Toreaba el madrileño Emilio Méndez, con su modesto cartel ya en declive, y desde la grada le animaba, entre otros, una figura, el aragonés Juan Anlló y Orrio Nacional II.

El hecho es que unos vecinos de localidad comenzaron a infamar a Emilio y a quienes le jaleaban. Juan intercedió a favor y le replicaron con el contundente argumento de un botellazo en la cabeza que le mató en dos días. Así acabó la vida del joven espada (28 años).

De quien el cronista Don Luis escribiera en su libro “Toros y toreros” tres años antes (1922): “Hay que aplaudirle sin reserva dos cosas; una, el arrimarse al toro, y otra, el respeto y el cariño del público de Madrid, plaza de la que no quieren ni oír hablar ´las toreritas´… Nadie le niega ya una categoría artística bastante superior”.

Claro, no es cosa solo del arte, de los toros, o el deporte. La historia toda está llena de hostilidad tribal. Está escrita por ella. Nosotros y los otros. Humano, demasiado humano, temer y atacar lo distinto. Intentando contrarrestar esa fatalidad la civilización creó el derecho. Según Joaquín Sabina: «No vayan a los toros si no quieren, pero dejen de tocarnos los cojones».

La realidad es que casi nunca funciona. No toleramos que funcione. Porque la tenue pátina de cultura que nos cubre, desde hace apenas unos milenios, no logra contener el animal, demasiado animal que somos desde hace millones de años. Veamos las noticias esta noche.

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