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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 19 de febrero de 2025

Europa frente al espejo / por Fernando del Pino Calvo-Sotelo


 ¿Cuándo hemos votado los ciudadanos europeos dar este inmenso poder a una opaca organización dirigida por burócratas no electos que nos defecan —perdonen la metáfora— regulaciones absurdas y tiránicas de forma incontinente?

Europa frente al espejo

Fernando del Pino Calvo-Sotelo
18 de febrero de 2025
El histórico discurso del vicepresidente de EEUU en la Conferencia de Seguridad de Múnich ha alborotado el gallinero del apparatchik político-periodístico europeo, cuyos miembros andan de aquí para allá tropezando unos con otros, cacareando plañideros cosas sin sentido y reuniéndose «de emergencia» (¡nos atacan!) convocados por Macron en su desesperado afán de protagonismo sólo para hacerse una foto.

Debemos tomarnos todo este teatro con sentido del humor: parafraseando a un sabio del s. XVI, las farsas del contubernio político-periodístico «son como las moscas, que no son molestas por su fuerza, sino por su multitud».

En realidad, y como suele ocurrir, la histérica reacción que ha producido el discurso de Vance es proporcional a las verdades que éste contiene. En efecto, el norteamericano se ha limitado a poner a Europa frente al espejo, iluminando las hipocresías y cinismos que inundan esta UE que se desliza hacia la tiranía y cuyo modelo es, como queda cada vez más patente, la URSS.

La verdad a veces duele, pero siempre libera; la mentira, por el contrario, siempre esclaviza, aunque parezca atractiva. El sabor de la verdad es en ocasiones amargo, pero cura; la mentira parece dulce, pero envenena. Así, no debe sorprender que, en una Europa entregada al Lado Oscuro y plagada de mentiras cada vez más grotescas, la libertad sea atacada, y la verdad, perseguida.

UE: si no me gusta el resultado, anulo las elecciones

En definitiva, el pecado imperdonable que cometió Vance fue decir la verdad: la mayor amenaza para los ciudadanos de Europa no está fuera de sus fronteras sino dentro, en la forma del preocupante retroceso en libertades personales que estamos sufriendo.

Habló de Rumanía, cuyas elecciones fueron alucinantemente anuladas por su Tribunal Constitucional ―controlado por el gobierno― cuando las encuestas apuntaban a una victoria del candidato opositor, que había quedado en cabeza en la primera ronda. El argumento esgrimido, escasamente original (recuerden la primera victoria de Trump en 2016), fue una supuesta injerencia rusa en la campaña: algunos informes de inteligencia desclasificados se limitaban a crear un halo de «endebles sospechas» en medio de «una enorme presión de sus vecinos europeos», en palabras de Vance, sin aportar una sola prueba (como reconoció hasta el New York Times).[1]

Naturalmente, la razón real es que el probable ganador de las elecciones era euroescéptico y, lo que es aún peor ―pobre diablo―, de derechas (para periodistas: de ultraderecha). El escándalo en Rumanía ha sido tan mayúsculo que, tras multitudinarias manifestaciones y la unánime repulsa de todos los partidos de la oposición, el presidente rumano se ha visto obligado a dimitir la víspera de que se votara su cese en el Parlamento.

Lo más grave es que este golpe de Estado en Rumanía ―no merece otro nombre― ha contado con el apoyo de la UE. Por un lado, el ideologizado Tribunal Europeo de Derechos Humanos (no confundir con el Tribunal de Justicia de la UE de Luxemburgo) ha rechazado amparar al candidato al que habían robado las elecciones. Por otro, la presidenta de la Comisión ha mantenido un silencio cómplice mientras el lenguaraz y zoquete excomisario Thierry Breton, conocido por su escaso amor a la libertad, ha aceptado implícitamente el papel de la UE: «Lo hicimos en Rumanía y, obviamente, tendremos que hacerlo en Alemania si es necesario». Es decir, que, si los resultados de las elecciones en un país miembro no convencen a Bruselas, la UE hará lo posible por neutralizar la amenaza.

En Europa es delito rezar en silencio

El vicepresidente norteamericano también habló de legislaciones liberticidas aprobadas en el seno de Europa. Mencionó, por ejemplo, el caso de un hombre de 51 años detenido y condenado en Reino Unido por rezar en silencio a 50 metros de una clínica de abortos vulnerando una ley que prohíbe hacerlo a menos de 200. Esta persona «no había obstaculizado el paso a nadie ni interactuado con persona alguna, sino que se había limitado a rezar en silencio» ―aclaró Vance― arrepentido por el aborto del hijo que él y su entonces novia esperaban años atrás.

Vance también denunció que Escocia había aprobado una ley que advertía a quienes vivieran dentro del «área prohibida» de un centro de abortos que no podían rezar dentro de su propia vivienda si ello era visible o audible desde el exterior, y animaba a quienes creyeran que se estaba vulnerando la ley a denunciar a sus vecinos (como en el covid). Vance insinuó que estas leyes recordaban más a las de regímenes totalitarios nazi y comunista que a las de una democracia liberal, pero ¿acaso no es así?

Utilizando una vez más referencias implícitas o explícitas a la creciente similitud de la UE con la Unión Soviética, el vicepresidente norteamericano también lamentó que los «komissars» de la Comisión Europea hubieran amenazado con cerrar el acceso de los ciudadanos a las redes sociales en caso de desorden civil si detectaban «contenidos de odio», eufemismo totalitario que sólo funciona unidireccionalmente, es decir, para perseguir al disidente cuando critique las consignas impuestas por el poder.

El doble rasero de la UE

En esta deriva totalitaria la UE aplica un doble rasero que desnuda su sesgo ideológico. En efecto, la UE persiguió sin descanso al anterior gobierno de Polonia acusándole de socavar el Estado de Derecho y querer controlar su Tribunal Constitucional. Casualmente, el partido entonces en el poder en Polonia era euroescéptico, de derechas y, encima —Dios nos libre—, católico.

En España, sin embargo, la UE no hace absolutamente nada con Sánchez, que ataca constantemente la independencia del poder judicial, intenta aprobar una ley de impunidad para las presuntas corruptelas de su familia (lo que entiendo como un reconocimiento tácito de culpabilidad) y controla férreamente un Tribunal Constitucional absolutamente politizado, desprestigiado y pervertido por su presidente, un personaje sin escrúpulos que parece bordear peligrosamente la prevaricación (como ya le ha advertido el Supremo). ¿Y por qué no hace nada la UE? Porque Sánchez es uno de los suyos.

Desinformación

El vicepresidente norteamericano también denunció el uso de «feas palabras de la época soviética» como «desinformación», detrás de las cuales «se esconden intereses» ocultos destinado a coartar la libertad de expresión. En este sentido, puso como ejemplo la censura sufrida durante años en medios y redes de cualquier mención a un origen no zoonótico del covid, con aquel ridículo pangolín que aún sigue en busca y captura. Hoy la idea de que la epidemia del covid surgió como consecuencia de un escape biológico en un laboratorio de Wuhan es aceptada mayoritariamente, aunque fuera bastante obvia (como defendió este blog en su día)[2]. Lo mismo ha pasado con la inmensa mayoría de las «teorías de la conspiración» del covid, que han resultado ser ciertas.

La libertad es justo lo contrario que censurar una opinión o un dato tachándolo de desinformación: significa respetar la verdad, aunque nos incomode o pruebe que estábamos equivocados, y defender el derecho del otro a expresarse libremente, aunque estemos en desacuerdo. En este sentido, debemos advertir una vez más sobre la alianza liberticida entre la política y el periodismo[3].

La imperdonable crítica a Davos

Un perro ladra cuando atacan a su amo. Quizá por ello, probablemente el mayor pecado cometido por Vance a ojos de los medios haya sido su crítica a los mesiánicos megalómanos de Davos que controlan la agenda de la UE, a la que quieren convertir en el primer experimento real de su despótico gobierno mundial.

El vicepresidente norteamericano había manifestado su incredulidad por el modo en que la UE despreciaba y censuraba la opinión de sus propios ciudadanos, recordando que «la democracia se apoya en el principio sagrado de que la voz de los pueblos importa» y añadiendo: «no hay lugar para firewalls: o bien se defiende el principio o no se defiende», pues «creer en la democracia implica comprender que cada ciudadano tiene una voz».

Es en este contexto en el que Vance criticó a Davos: «Contrariamente a lo que puedan escuchar un par de montañas más allá en Davos, los ciudadanos de nuestros países no se ven a sí mismos como animales educados o como engranajes intercambiables de la economía global». Qué quieren que les diga: no se puede definir mejor la descomunal soberbia de los líderes europeos y sus titiriteros de Davos, que sienten un enorme desdén hacia el ciudadano corriente.

Que la UE «huye de sus propios votantes» no es nuevo. Recuerden lo ocurrido hace 20 años con el proyecto de Constitución Europea. Al principio se quiso someter el texto a referéndum en cada uno de sus países miembros. Sin embargo, tras la contundente victoria del «no» en Francia y Países Bajos (a pesar de la sesgada campaña mediática), la UE decidió cancelar bruscamente la celebración de más referéndums y cambió de táctica: copió gran parte del texto en el «Tratado» de Lisboa (eliminando el término «Constitución») y limitó su ratificación a los Parlamentos, evitando preguntar de nuevo su opinión a los ciudadanos.

El elefante en la habitación

Vance también habló de uno de los mayores problemas de Europa: la inmigración desbocada, «una decisión consciente tomada por políticos» sin que jamás se haya consultado a los ciudadanos europeos: «Ningún votante de este continente dio su consentimiento en las urnas para abrir las compuertas a millones de inmigrantes incontrolados».

En realidad, este es sólo un ejemplo de cómo la UE funciona completamente a espaldas de sus ciudadanos, paradigma del gobierno mundial soñado por los chicos de Davos.

 ¿Cuándo hemos votado los ciudadanos europeos dar este inmenso poder a una opaca organización dirigida por burócratas no electos que nos defecan —perdonen la metáfora— regulaciones absurdas y tiránicas de forma incontinente?

¿Cuándo hemos votado la imposición de ideologías enormemente dañinas que afectan a nuestras más preciadas creencias y a la educación de nuestros hijos? 

¿Cuándo hemos votado que la Unión Europea maneje un presupuesto de 300.000 millones de euros que salen de nuestros impuestos en un ambiente de penumbra que posiblemente haya convertido a Bruselas en una de las capitales mundiales de la corrupción? 

¿Cuándo hemos votado estar sometidos a los diktats de una burocracia formada por 200.000 personas y dado poder a esta sedicente élite para prohibirnos comprar coches de gasolina o diésel a partir de 2035 y obligarnos a comprar coches eléctricos, muchos más caros, contaminantes e ineficientes, que nos impedirán viajar por carretera?

Ésta es la realidad de la UE, una decepción gigantesca y una peligrosa dictadura en ciernes que ha secuestrado a nuestra querida Europa y está robando nuestra libertad por la puerta de atrás. Que haya tenido que venir alguien del otro lado del océano a sacudirnos el hechizo como un soplo de aire fresco en este sofocante desierto europeo resulta elocuente.

La claustrofóbica falta de libertad en Europa

Por último, el vicepresidente norteamericano ha reivindicado «las extraordinarias bendiciones que trae consigo la libertad, la libertad de sorprender, de equivocarse, de inventar, de construir», mientras denunciaba las opuestas políticas que rigen Europa, con sus asfixiantes regulaciones y sus imposiciones ideológicas: «No se puede imponer la innovación o la creatividad, de igual modo que no se puede forzar a las personas qué deben pensar, que deben sentir o qué deben creer».

Naturalmente, supongo que la católica osadía de Vance al citar a Juan Pablo II habrá exacerbado la crítica de la clase dirigente europea, nihilista y atea, la misma que decidió borrar cualquier mención histórica al cristianismo en su malhadada Constitución como si no hubiera sido la piedra angular de nuestra gran civilización.

Sin duda, a Vance puede criticársele que divinice el concepto de democracia y lo confunda con el de libertad, algo habitual en la retórica política, o que confunda la psicología del individuo y la inquebrantable dignidad intrínseca de la persona, sujeto de derechos inalienables, con la psicología de la masa manipulada por la propaganda, pero no que haya dicho ninguna mentira.

«No tengáis miedo», nos recuerda Vance que dijo Juan Pablo II. Como pensador católico que soy, permítanme otro guiño cómplice a aquel gran pensador que fue santo: no tengamos miedo nunca de defender el esplendor de la verdad, pues sólo la verdad nos puede hacer verdaderamente libres (Jn 8, 32).

 [1] A Canceled Vote in Romania Hands Russia a Propaganda Coup – The New York Times

  [2] Desde Wuhan, una epidemia de mentiras – Fernando del Pino Calvo-Sotelo

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