'..Irreprochables láminas, de cuerpos y pesos equilibrados, armónicas hechuras y bien armados. Luego, el juego. Bravos en el caballo salvo el sexto, que escarbó mientras se lo pensaba antes del segundo puyazo, aunque también terminó echándose para adelante en la muleta. Corrida en muy buen tono con un quinto toro sobresaliente por empuje, temple y clase. "Lioso" se llamó el toro..'

SAN FERMÍN - 4° DE FERIA
TRIUNFO GRANDE DE CEBADA GAGO,
EN LA CALLE Y EN LA PLAZA
EL TORO QUINTO, "LIOSO", CÁRDENO CLARO MUY CLARO, DE NOTABLE RITMO Y CADENCIA EN LAS EMBESTIDAS, PARADIGMA DE LA BRAVURA
Por Juan Miguel Núñez Batlles
Qué belleza y emoción del toro bravo, cuando la fiereza es su principal componente. El toro de Cebada Gago, sin ir más lejos. Toro que además suma una sarta de cualidades que lo hacen único y sumamente distinguido. Por su empuje en el tercio de varas -creciéndose en el castigo-, fijeza y prontitud, recorrido largo y humillado, ritmo y repetición... y cuantos atributos van surgiendo de forma tan espontánea como natural durante su lidia. Un toro de marca y carácter inconfundible. Es el toro de Cebada Gago, hay que insistir, y así debe quedar claro para entender que tal cúmulo de "fortalezas" se encuentra en el origen de sus genes, lo que se conoce por encaste.
El de "cebadagago" es encaste propio y muy cotizado en la plaza de Pamplona, donde esta vez se ha dado la feliz circunstancia de triunfar en los dos escenarios al uso para lucir y medir la bravura: las calles de la ciudad por donde corre el encierro matinal, y el ruedo en la plaza donde se da la corrida por la tarde.
Porque resulta que en el encierro de "los cebadas" esta vez los corredores han vuelto a vivir la emoción y el pánico, el riesgo y la contingencia propios de tan temeraria y atrevida prueba. "Encierro made in cebada, de miedo grande, como ocurría en los años ochenta", se felicitaba un comedor tras dejar atrás toda la adrenalina después de la carrera que ha durado exactamente cinco minutos veintidós segundos, casi el doble o más del tiempo habitual.
En Pamplona, y hasta la hora de la corrida vespertina, no se hablaba de otra cosa. Luego vendría el festejo de la tarde, y las mismas evoluciones y comportamiento de los toros ponían ahora el blanco de los comentarios en la corrida en si, los toros como referente de la función.
En primer lugar, su presentación. Irreprochables láminas, de cuerpos y pesos equilibrados, armónicas hechuras y bien armados. Luego, el juego. Bravos en el caballo salvo el sexto, que escarbó mientras se lo pensaba antes del segundo puyazo, aunque también terminó echándose para adelante en la muleta. Corrida en muy buen tono con un quinto toro sobresaliente por empuje, temple y clase. "Lioso" se llamó el toro.
Aplaudidos los arrastres primero, segundo y sexto; y largamente ovacionado ese quinto.
Corrida, además, de llamativas y variadas capas en los seis toros, desde el cárdeno espeso primero al claro muy claro también cárdeno, el tal "Lioso", que hizo quinto, asimismo pasando por el castaño que cerró la tarde, y hasta los negros tercero y cuarto en tonos zaínos y azabachados. Magnífico escaparate de pelajes para sumar más argumentos al de por si aliciente de la bravura, haciendo todo aún más bello y emotivo.
Una observación: a los seis les pegaron de lo lindo en el caballo, puyazos inmisericordes, por esa sugestión de miedo o respeto a esta ganadería, sin duda por la marca de su enrazada casta e integridad en las astas, esencia de plenitud y pureza. Que ya está bien del toro aborregado y encima capitidisminuido, con el que esconden sus miedos y vergüenzas muchos toreros incapaces, algunos de ellos ocupando los primeros puestos del escalafón.

En semejante panorama, sólo Pepe Moral dió la cara para asumir la apuesta con responsabilidad. En sus dos toros se fue a chiqueros para instrumentar sendas largas cambiadas. Y en ambos una manojo de hermosos lances. Firmeza y seriedad de este Moral con la muleta, aunque astutamente también recurriría al torero de hinojos para fijar la atención de las peñas. Pero como si estuviera de pie, en series, una en cada una de su lote, largas y mandonas, corriendo la mano con torería, rematando los muletazos por abajo. Sufrió una voltereta al recuperar la vertical en el segundo, salvándose al hacer la croqueta. Y fue una pena no haber sido más contundente con los aceros, pues pudo y debió cortar una oreja al segundo y las dos al buen quinto. Tuvo mucho mérito en este quinto estar a la altura del toro. Un animal, ya apuntado, de mucha clase, como el toreo del propio Moral. Que son los buenos toros los que descubren a los malos toreros, y aquí todo deben ser halagos para el torero.

No se puede decir lo mismo de los otros dos alternantes. Ferrera en esta oportunidad ni puso banderillas, otrora uno de sus fuertes. Ni el tendido se las pidió. Dio la impresión de estar yéndose. Y quien sí parece ido del todo, Román. En su descargo, le tocó el toro que menos se prestó, el tercero. No obstante, su esfuerzo no llegó al mínimo.

Román
- FICHA DEL FESTEJO
Toros de Cebada Gago, muy bien presentados y de juego variado e interesantísimo. La bravura, salvo en el sexto, denominador común.
Antonio Ferrera: estocada y dos descabellos (aviso y silencio); y estocada corta caída y dos descabellos (silencio).
Pepe Moral: estocada y dos descabellos (aviso y ovación); y estocada y descabello (oreja).
Román: cinco pinchazos, casi entera y dos descabellos (silencio); y tres pinchazos y cinco descabellos (pitos).
La plaza registró el habitual lleno de "no hay billetes" en tarde agradable.


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