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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 6 de octubre de 2025

Feria de Otoño. Desafío Fraile & Gallardo. Entretenida tarde de toros con tres toreros "distintos". Márquez & Moore


Tres toreros con sus propias personalidades. Cada uno distinto de los otros dos. Frente al adocenamiento cotidiano, de tantos que son iguales los unos a los otros, hoy hemos visto a tres hombres que han interpretado el toreo de una manera propia y personal, cada uno de ellos con sus maneras y sus peculiaridades.

JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Dios aprieta pero no ahoga, y tras la infumable tarde del día precedente hoy nos ha deparado una entretenida tarde de toros en la que ha habido de todo. Sobre el papel, y a la vista de los coletas que se anunciaban, ésta era a priori la más interesante de las cuatro tardes de la primera entrega de la Feria de Otoño, aunque la mosca se iba directamente detrás de la oreja al ver en el cartel escritos los nombres de Puerto de San Lorenzo y de La Ventana del Puerto junto al de Fuente Ymbro, en una propuesta ganadera perfectamente incomprensible. Al final los de la Ventana se largaron por la ventana, como Simón Bolívar en un famoso suceso («in nefanda nocte septembrina»), y la cosa se quedó en la parte ganadera en un desafío entre los del Puerto de San Lorenzo de los Fraile y los Fuente Ymbro de Gallardo, que ha dado bastante juego de diverso jaez, como en seguida se reseñará. Por la parte de los toreros se contrató a Uceda Leal, Saúl Jiménez Fortes y Víctor Hernández.

El orden de salida del ganado, vaya usted a saber por qué extraña ingeniería, quedó organizado de tal manera que primeramente salieran dos del Puerto de San Lorenzo y luego los tres Ymbro, para rematar con el tercero del Puerto, cuando lo usual es echar primero los tres de la ganadería de mayor antigüedad, los de Fuente Ymbro, y después los otros tres.

Lo primero que salió por la puerta de chiqueros fue Farderito, número 112, un gordo bochinche de 625.000 gramos, con un barrigón cervecero, basto como un serón, feo como Picio y con un lustro de vida a cuestas, que ya nos hizo ponernos en lo peor, vistas las prendas con que nos suelen asombrar don Lorenzo y don José Juan Fraile. Acaso a causa de sus lorzas el animal no andaba sobrado de fuerzas. Recibió el saludo de Uceda por verónicas y una soberbia media y tras un paso sumamente discreto por la trituradora de carne, aka picador, llegó a las manos de Uceda Leal que volvió a maravillar a Las Ventas con la elegancia de su precioso vestido, tabaco de Virginia y oro, muchísimo oro, dos pañuelitos en el chaleco, como Antonio Bienvenida, y ni asomo de espumillón, que se dispuso a componer una faena de mucha personalidad y torería iniciada con ayudados rodilla en tierra y después basada en el trabajo con la mano derecha, en la que destacan tres tandas de un enorme clasicismo, en un palmo de terreno, rematada la primera de ellas con un pase de trinchera de cartel de toros, de cuando se hacían carteles de toros bonitos. Uceda sabía que el izquierdo no era el pitón del toro, pero no dejó de probarle para mostrar a todos que la cosa era así. Entre eso y el fallo a espadas, inusitada circunstancia en un matador tan seguro como él, el reconocimiento a su labor se quedó en saludar una sentida ovación desde el tercio.

El segundo, Playero, número 153, era un animal más armónico en sus proporciones y con más ganas de moverse. Raúl Ruiz le puso los dos pares de banderillas muy toreramente, admitiendo la velocidad del toro, y saludó una sincera ovación de la Plaza entera, que debía haber compartido con Diego Valladar, quien le hizo un prodigioso quite en el segundo de los pares. Las condiciones del toro, su humillación, su casta, son óptimas, en lo tocante al gusto de Madrid, y todos esperamos que Fortes ponga sus argumentos frente a él, tras tantas tardes con ganado duro y correoso, pero el malagueño opta por las lejanías y el toreo despegado o al hilo, dejando pasar la ocasión de dar un golpe de efecto sobre sus capacidades para con el toro más noble y boyante, y así vamos viendo cómo, tras una buena serie con la derecha al inicio, la faena va decayendo sin que Fortes sea capaz de levantarla con sus argumentos. Finalizó al natural sin que lograra excitar a la plebe que se acabó de enfriar con su pobre uso del estoque y del verduguillo. Su labor con este buen toro tiene muchas más sombras que luces y no beneficia mucho las expectativas de Fortes de salir del circuito de las ganaderías más rabiosas.

Víctor Hernández, que venía vestido igual que Fortes, de azul pavo y oro con espumillón blanco, sorteó a Grosero, número 131, de Fuente Ymbro, un toro fino y largo que es ovacionado de salida, al que Uceda Leal en su quite le pega una media verónica de las de contar a los nietos. El toro, que no ha dicho nada frente al penco, saca su personalidad en la muleta, costándole arrancar, acaso por la espantosa manera de citar de Hernández con la muleta formando una uve mayúscula, pero que cuando echa a correr sigue el engaño. Hernández va construyendo su faena, que cobra su mayor expresión cuando se echa la muleta a la izquierda, muy vertical e impávido, y ahí ya va encauzada la faena a más, especialmente en las tandas finales y luego, tras ir a por el estoque, un remate también por naturales de uno en uno rematados atrás, que ponen a casi todos de acuerdo. Estocada caidilla y de buena ejecución que le vale una oreja de peso.

El primero de los castaños de Fuente Ymbro, Heráldico, número 65, le correspondió a Uceda Leal, un toro que sacó genio y casta, más de lo que Uceda estaba dispuesto a asumir. Inició su labor doblándose por bajo con el toro, que él bien sabe lo que hay que hacer a estos animales así, pero dio la impresión de que no le merecía la pena hacer el esfuerzo y, tras machetear al bicho se fue a por el estoque, dejándole una entera arriba, marca de la casa, que sirvió para llevar el alma de Heráldico a las manos del Creador.

El segundo de los castaños le tocó a Fortes, y este era Soplón, número 105, basto y muy abierto de cuerna, que cumple en varas. En el quite por tafalleras de Víctor Hernández, le prende y le manda a la jurisdicción de Padrós, sacándole de la corrida. En este toro da Fortes mejor medida de su entrega y de sus capacidades para con el toro difícil, al que se lleva a los medios para mantener un vis-a-vis en el que el toro mandaba constantes avisos de peligro, con algunos derrotes rebañando que quitaban el hipo, ante los que Fortes se mantuvo firme y valeroso en una faena de poder a poder que no es de las que excitan a las almas líricas a esas cataratas de adjetivos cursis, sino más bien en la que se encuentran los elementos del toreo eterno, el que se le hace a un animal en cuya embestida está la promesa de la herida, del dolor. Remata su obra con un soberbio volapié, de perfecta ejecución, que por si solo vale la vuelta al ruedo que se dio.

Ya estaba Uceda pensando en otras cosas cuando el percance de Víctor Hernández le puso en el brete de tener que vérselas con Garavito, número 141, el tercero del Puerto de San Lorenzo, otro toro basto y feo, cuya salida, entre manso y corraleado, no nos hizo presagiar nada bueno. Más o menos se notó desde el principio que Uceda no iba a desgranar su mejor tauromaquia con ese bicharraco y, como hombre con oficio que es, anduvo pajareando un poco ante el animal antes de irse a por el estoque y dejarle una estupenda estocada que puso fin a la vida del toro y a la corrida.

Tres toreros con sus propias personalidades. Cada uno distinto de los otros dos. Frente al adocenamiento cotidiano, de tantos que son iguales los unos a los otros, hoy hemos visto a tres hombres que han interpretado el toreo de una manera propia y personal, cada uno de ellos con sus maneras y sus peculiaridades. Eso y un encierro de variados comportamientos nos han dado una estupenda tarde de toros en la que nadie se aburrió.


ANDREW MOORE

















FIN

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