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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 5 de octubre de 2025

Hughes. Real Madrid, 3-Villarreal, 1. Un rompecabezas


'..El fichaje de Mbappé cambió el sistema. No tanto como dibujo, sino lo que el sistema tiene de composición: la proporción de defensas, medios y delanteros. Bellingham jugaba de falso delantero con Vinicius, pero había que hacerle un hueco a Mbappé. Los tres, además, caían por la misma banda, de modo que aun quedaba por cubrir la derecha..'

 Real Madrid, 3-Villarreal, 1. Un rompecabezas 

Hughes

Pura Golosina Deportiva

En la tele del Madrid enfocaban el techo, la gran techumbre. Muy bonita, impresionante. Pero puede que el Madrid se arriesgue a ser el primer club de fútbol que siente claustrofobia.

El Villarreal salía con algo parecido a un trivote y en el Madrid, Alonso decidía: Ceballos en el mando, Valverde al lateral, Mastantuono titular y Guler de mediapunta en un ¿4-2-3-1?

Con Güler ocurre algo. Le daban el premio al mejor sub23 del mes, pero sucede algo. ¿Es mejor extremo por la derecha que Mastantuono? ¿Por qué Alonso no lo ha vuelto a colocar de organizador en la zona del mediocentro o del interior con salida a la Kroos? Es mejor más arriba, dirán, pero entonces... ¿es mejor que Bellingham?

Si esto es así, Houston tenemos un problema. Otro. Y tiene que demostrarlo. Lo que sabemos, y volvió a quedar claro ayer, es que vive por y para Mbappé, que es muy cuco, se buscan los dos como una sociedad de mutuo beneficio.

No me parece que estuviera tan bien, aunque hubo, al principio, un instante en que combinó con Huijsen, un segundo, apenas nada, en el que el fútbol adquirió una cualidad electrizante.

La esperanza para Ceballos, al que volvemos como un enésimo propósito, Ceballistas Anónimos alrededor de nuestro problema, es que entre los dos, su fútbol se haga más liquido, coja algo de velocidad por contagio o simpatía.

Aunque, en realidad, ¿qué tiene de malo Ceballos? Es un gran empleado de paquetería, la lleva y la trae con voluntarismo, como si, entre entrega y entrega, hiciera ademanes de diligencia.

El Madrid empezó a presionar arriba y Mastantuono y Vinicius, cada uno por su lado, sacaban amarilla al marcador. Eran los mejores del Madrid y de la presión llegó una gran ocasión, a tiro de Mastantuono, que desvió Veiga. En la repetición se vio cómo Alonso hacía instintivamente el gesto de rematar, tan metido estaba físicamente en el juego (al ser así, al estar metido, ha de vivir con desesperación y clara certeza algunas cosas. Es decir: lo sabe).

Mastantuono, que presionaba como el primero y además abría el campo del Madrid, lo mantenía estirado, parecía el 10 más que el propio Güler, hecho asistente personal de Mabppé (desde el principio se vio que Mbappé pedía descanso).

En la izquierda había ofuscación, Carreras estaba fallido. Erraba y se corregía, luchaba con su desacierto y Courtois salvaba al Madrid ante Tani, que llegó solo un poco por insuficiencia de Huijsen, otro poco por el arrojo táctico de jugar muy arriba. Huijsen tiene más cara de nadador que de central y eso subraya sus fallos. De él hay que hacer una valoración total, redonda, neta.

La primera arte acabó con Mastantuono rozando el palo. En el humilde juicio de este plumilla, había sido el mejor del Madrid. No hay razones futbolísticas para que otro juegue por esa banda, salvo quizás Valverde en un futuro.

Vinicius, o Vinisio, como dice Zamorano, había estado disciplinado en la primera parte, participativo dentro de su papel restringido al extremo. En la segunda parte, se fue calentando, se fue convirtiendo en él. Volvió, como era previsible en cuanto cogiera tono.

Hizo lo que mejor sabe: dar la lata, insistir en el extremismo y zumbar, percutir, repetir una y otra vez, erre que erre, erre que errinho, brasileño pelma, quizás el brasileño más pelma desde el tío aquel de la batucada.

Insistiendo marcó, con ayuda del rival, encontrando así la lógica del fallo y el rebote con la que siempre se nos aparece Vinisio.

Es jugador feraz, abudantísimo, manzano exotizado y mucho de su fruto tiene mácula, fallito, borrón, pero ¡sirve igual!

El amor al futbolista pasa por verlo entero.

El gol subió la serotonina y el Madrid apretó, también porque se sumaron con alegría los laterales (Carreras seguía con su lucha por no ser inútil, ¡por la aportación neta!). A medida que se acercaba el momento de los cambios, el minuto 60, el Madrid también mostraba una debilidad atrás.

¿Se puede presionar arriba y ser tan blando atrás? ¿Es lo primero la única forma de arreglar lo segundo? ¿Podría el Madrid ser un conjunto sin medias tintas: o el pressing alto o el bloque bajo?

Entraron Bellingham por Güler, y Camavinga por Ceballos, y añadieron energía y muchas ganas. Todos se están jugando el puesto, se siente que hay vacantes, que el Estado ha sacado plaza, y todos se esfuerzan. Camavinga estuvo muy bien, intenso y veloz, cortante, pero eso no resuelve la duda fundamental. En cuanto a Bellingham, fue él, o sea, estuvo por los suelos: por los suelos robando o por los suelos llegando, a punto de marcar dos veces. Por él vino un gol, por su presionar.

El 2-0 fue un penalti que hicieron a Vinicius y que Mbappé, magnánimo, le dejó lanzar. Con 1-0 no sé si estaba la cosa para gestos. El penalti tuvo su emoción y parece una más de las cosas por definir.

El 2-0 asentó la tendencia: el Villarreal no se detenía y el Madrid, con espacios, se agarraba a Vinicius, al Vinicius de siempre.

El pequeño e interesante Mikautadze marcó el 2-1, tiro lejano que alimentará el debate con Courtois y Vinicius le sacó la expulsión a Mouriño a la altura del minuto 76, según su pauta de estos años, su castigo boxístico habitual del rival.

Los espacios y el cansancio fueron el marco en que destacó el siempre exuberante Camavinga. El Madrid acabó alguna vez contragolpeando con los tres arriba, Vini-Jude-Mbappé, como el año pasado, en un personalismo cartettiano y amorfo, partidor de equipos. El 3-1 lo aclaró Brahim, avispilla perfecta, con presión de Bellingham y gol de Mbappé.

Mbappé presenta los números de Cristiano, y Vinicius su mejor comienzo. Falta Bellingham, que mostró su juego de presión, intercepciones y llegadas.

Hace año y medio, el Madrid ganó la Copa de Europa. Desde entonces, no ha ganado a nadie importante y ha recibido palizas y vapuleos. ¿Qué ocurrió? Tres cosas.

Una, el derrumbe de la defensa. Dos, el adiós de Kroos, el timonel. Tres, el fichaje de Mbappé.

Sobre lo primero se estuvo meses sin hacer nada hasta que, por fin, se han fichado defensas.

Sobre lo segundo, sigue sin haber noticia. El Madrid no tiene un organizador y está como estaba en tiempos de Carletto: que si Tchouaméni, que si Ceballos...

Y sobre lo otro, ¿qué decir? Mbappé, el mejor del mundo, llegó cuando Vinicius rozaba el Balón de Oro y Bellingham emulaba a Di Stéfano. Los dos se habían vueltos intocables, incuestionables. Entonces llega él, y en unos meses demuestra con goles que tampoco es posible ponerlo en duda. Añadió su propia y superior incuestionabilidad.

El fichaje de Mbappé cambió el sistema. No tanto como dibujo, sino lo que el sistema tiene de composición: la proporción de defensas, medios y delanteros. Bellingham jugaba de falso delantero con Vinicius, pero había que hacerle un hueco a Mbappé. Los tres, además, caían por la misma banda, de modo que aun quedaba por cubrir la derecha.

Vinicius y Mbappé, más o menos, se han armonizado, pero falta Belingham. ¿Qué es exactamente? ¿Qué se le puede pedir si no va a ser el del primer año? ¿Se siente incumbido por la falta de director?

En resumen: de los tres asuntos que desmontaron al Madrid campeón sólo se ha resuelto el primero, con los, en cierto modo frágiles, Trent, Carreras y Huijsen. Lo otro sigue pendiente y a la dificultad se le han sumado nombres como Güler, con su propio intríngulis encima.

El Madrid es un endiablado rompecabezas bajo el fabuloso techo retráctil que nunca se retrae.

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