se encontraba en el Acuartelamiento «Millán Astray» de Melilla
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Por Juan Bosco Martín Algarra
Jueves, 5 Agosto de 2010.-Yo puedo comprender que algunos se sientan ofendidos por la existencia estatuas de Franco en espacios públicos y soliciten su inmediata retirada. Lo que no comprendo es por qué esos mismos se muestran incapaces de hacerse cargo del dolor que a otros produce la existencia de monumentos a personajes como la Pasionaria, o la exhibición de banderas republicanas en manifestaciones, mítines y demás actos públicos.
Zapatero se sacó de la manga una ley de revancha histórica que, por cutre e innecesaria (marcas indelebles de las políticas zapateriles) aumenta soterradamente el recuerdo agradecido y la simpatía hacia la figura histórica de Franco.
Por mucho que les fastidie reconocerlo, una parte importante de la población en la España de 1936 saludó con alivio la rebelión de un sector del ejército frente al régimen que ya entendía absolutamente deslegitimado. Un régimen incapaz, por ejemplo, de proteger la vida del jefe de la oposición.
Bueno, no es que fuera incapaz de proteger su vida, es que propició su violento final, con la inestimable colaboración del guardaespaldas de Indalecio Prieto, como nos recuerda Pío Moa.
Llegados a este punto, siempre recuerdo lo que me contaba ex comandante guerrillero del FMLN, que tras doce años de pegar y recibir tiros hacía la siguiente reflexión: "al principio de la guerra, la gente se alineaba en un bando u otro según los planteamientos ideológicos de cada uno. Cuando todo estalló, la gente comenzó a situarse en el lado contrario de donde le venían las balas". Eso permite entender por qué durante los años 30 la CNT se convirtió para algunos en un remanso de seguridad cuando, para otros, ocurrió lo mismo con la Falange.
Al igual que Azaña siguió existiendo como personaje histórico tras cuarenta años de dictadura, por mucho que retiren a Franco de todas las plazas, todos los cuarteles y todos los museos, resultará imposible apearlo de los libros de historia. E incluso de nuestra realidad política de hoy en día. ¿Quién representa hoy al Estado, si no el nieto de Alfonso XIII y sucesor directo de Francisco Franco?
Por si alguien las ha olvidado, me permito recordar las primeras palabras que don Juan Carlos pronunció como rey en la tribuna del congreso de los diputados. ¿Las habrán borrado del diario de sesiones?
“Una figura excepcional entra en la Historia. El nombre de Francisco Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado. Su recuerdo constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad para con las funciones que asumo al servicio de la Patria. Es de pueblos grandes y nobles el saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien, como soldado y estadista, ha consagrado toda la existencia a su servicio”.
Si les resulta difícil creerlo, pueden verlo con sus propios ojos en este pequeño video del programa que produjo Victoria Prego.
¿Cuál es el próximo paso, entonces? ¿Sacar a Su Majestad de La Zarzuela?
Fuente: La Gaceta Intereconomía
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