José Ramón Márquez
Ha sido la sala Fernando de Rojas la que ha ido a elegir el torero de San Blas para hacer su celestineo, que ahora es lo de presentar sus Festivales 2014 al mundo y para el mundo, como si tal cosa hiciese falta y no nos supiésemos bien el jaez de su... temporada.
Julián es tan de Domecq que hasta eligió matrimoniar con ellos, cosa que le honra por pura coherencia, pues no es de imaginar que él hubiese desposando con una nieta de Isaías o Tulio Vázquez, que ya sólo el nombre da miedo. Domecq en la plaza y Domecq en la casa, y en el Círculo de Bellas Artes, donde Alberti y María Teresa triunfaron en los años del «¡No pasarán!» y donde recibieron el conocido exabrupto de Miguel Hernández -nacido para el luto-, el matador convoca a las masas para darse un baño con la crema de la inteleztualidá y exponer lo ya sabido: su pasión por lo Domecq en todo.
Es de suponer que para el vernissage habrá convocado Julián a sus dioses manes: a Victoriano del Río, a los Garcigrande… a esos torillos ante los que pone de manifiesto tarde tras tarde su tríada imperial: el poderío, la importancia, las orejas.
Y allí acudirán todos ellos en el «cocktail», así, en inglés, que a muchos les habrá chocado ese anglicismo, pero que su equipo de comuncicación y mercadotecnia habrá considerado como de más elegancia que lo de coctel o cóctel que decimos los que sólo hemos estado en Cambridge de visita una tarde. Eso debe ser cosa de Roberto Domínguez, anglófilo impenitente, cuya carrera tomó nuevos bríos en los suaves prados de Inglaterra cuando, retirado de los ruedos y ante la visión de un buey decidió que ya era hora de retornar a los redondeles.
Pide Julián, Petronio de San Blas, traje oscuro a los hombres y «smart dress only», como me apunta don Álvaro de Diego, traje corto para las damas, sin darse cuenta de que quien está pidiendo el traje corto, traje de festivales, es el propio Julián, a la vista de su temporada, de su festivalero año 14, en que tampoco sabrá lo que es Miura, ni lo que es la casta; en el que denodadamente tratará de abrir la Puerta de Madrid como sea para tener esa foto. Madrid, a efectos de puerta grande, es actualmente lo mismo que Daimiel, Fitero o El Álamo. En este año hay que llegar al número dos, para empatar con Benidorm y Consuegra. No hay que desesperar, y aunque la cosa quede algo lejos de Julio Aparicio y sus puertas grandes de 1951; 1953; 1954 -dos veces-; 1955; 1957 y 1962, como diría CRV, eso son cosas jurásicas que poco pueden importar ante la innegable importancia y poderío de Julián.
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