De entrada, nada más aparecer en el Palco Regio S.M. El Rey, todo el público puesto en pie le tributó la ovación más intensa y larga con el añadido de infinidad de vítores que uno haya oído en su vida y no exagero. Jamás asistí a un homenaje tan grande a nadie en esta plaza. Ni un solo pito se oyó. /Fotografías: La Loma/
27ª de la Feria de San Isidro en Madrid.
El único triunfador y por lo grande fue el Rey
- Tarde histórica la de ayer en Madrid independientemente de la categoría del acontecimiento taurinamente hablando. Fue la última vez en su vida que el S.M. El Rey Don Juan Carlos I ocupó el Palco Regio como Presidente de Honor de la casi siempre especial y tradicional Corrida de la Beneficencia
J. A. del Moral
Las enormes ovaciones y los incesantes vítores que se dedicaron a Don Juan Carlos fue lo más emocionante de esta corrida en gran parte decepcionante. Muy desigual en todo el envío de Alcurrucén. El Juli no perdió del todo la batalla pero no ganó la guerra logrando cortar una ramplona oreja. Iván Fandiño dio una de cal y otra de insuficiente arena con el mejor toro para la muleta de la tarde del que cortó otra oreja. Alejandro Talavante no tuvo suerte, pero él pareció estar fuera del compromiso y de sí mismo.
Madrid. Plaza de Las Ventas.
Miércoles 4 de junio de 2014. Vigesimoséptima de feria. Tarde veraniega, seminublada, con viento y llenazo.
Seis toros de Alcurrucén, bien aunque muy desigualmente presentados, sin remate los tres primeros y de vario juego. Muy noble aunque justo de fuerza y a menos en brío el primero. Bravo y noble aunque a menos en brío el segundo. Sin fijeza ni clase el tercero. Muy suelto y manejable sin clase alguna el cuarto. Mansísimo en los dos primeros tercio pero excelente en la muleta el quinto. Indefinido e informal el sexto.
El Juli (davidoff y oro): Estoconazo trasero, oreja protestada. Media traserísima, leve división.
Iván Fandiño (caña y oro): Estoconazo tendido, silencio. Estoconazo y repetidos fallos del puntillero, aviso y oreja.
Alejandro Talavante (amapola y oro): Estocada trasera casi entera atravesada y cuatro descabellos, silencio. Pinchazo hondo tendido y tres descabellos, silencio.
Tarde histórica la de ayer en Madrid independientemente de la categoría del acontecimiento taurinamente hablando. Fue la última vez en su vida que el S.M. El Rey Don Juan Carlos I ocupó el Palco Regio como Presidente de Honor de la casi siempre especial y tradicional Corrida de la Beneficencia, desde hace ya bastante tiempo integrada en el grueso de la feria isidril y no como cuando la Diputación Provincial la organizaba una vez finalizado el ciclo y en la que solían actuar los que mejor habían estado. Si hubiera sido así, la de este año la tendrían que haber toreado Enrique Ponce, Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante. ¿O no? Pero como ahora se organiza desde mucho antes de ser confeccionados los carteles de San Isidro, pasa lo que pasa. No obstante, sería El Juli quien abra la tarde con una doble responsabilidad. Además de estar obligado a triunfar y, si no a triunfar, a estar cumbre salgan como salgan los toros de los Hermanos Lozano, también a pasar una de las reválidas más comprometidas de su larga y fecunda vida profesional que remedie en la medida de lo posible el gran daño que está haciendo a La Fiesta con sus vetos chantajistas – “o ellos se van o nosotros no iremos y todo el mundo firmes y en posición de rindan armas” -, con sus caprichosas intenciones, con su manera de hacernos creer que una campaña tan corta anunciada a bombo y platillo es importantísima cuando no lo es, y con sus dictatoriales intenciones de manejarlo todo desde una primacía absolutista que, después de lo que está pasando en esta feria, ya no lo es tanto se ponga como se ponga. Pues Ponce no está acabado de ninguna manera como muchos quisieran (abro paréntesis para que vean lo que escribió uno de estos nada menos que en El País, el señor Lorca, sobre lo de Ponce en Sevilla: “una espantosa vulgaridad, lección superficial e insulsa…”), El Juli también; José Tomás ya casi no cuenta por su habitual y misterioso ostracismo que este año, por cierto, casi nadie presta la desaforada atención que le prestaban en todos los medios incluso cada vez que espantaba una simple mosca, sencillamente porque sus regresos son de paja y no de oro como fue el de Ponce reapareciendo en Sevilla y en Madrid tras su gravísimo percance de Fallas. Así, así es como deben hacerlo las verdaderas figuras del toreo. Y no de tapadillo en Juriquilla y en Granada con lo más fuerte de la campaña ya pasado… Y, para remate, Perera que se ha subido a todas las barbas del toreo, incluida a las suyas. Así que, o El Juli arma la mundial y supera a todos si todavía es capaz de hacerlo, o quedará inevitablemente desacreditado como ocurrió finalmente. Momento crucial, pues, lo acontecido en este festejo, repito que histórico en el fondo, en las formas y por sus consecuencias.
En un segundo plano aunque para Fandiño y Talavante también importante, ambos también hicieron el paseo bajo su más particular responsabilidad. Sobre todo el de Orduña en su tercera actuación tras el balance de las dos primeras en las que mató cuatro toros, tres de ellos de triunfo y solo lo consiguió en uno porque los otros se le escaparon en mayor o en menor medida. Veamos pues lo que pasó:
De entrada, nada más aparecer en el Palco Regio S.M. El Rey, todo el público puesto en pie le tributó la ovación más intensa y larga con el añadido de infinidad de vítores que uno haya oído en su vida y no exagero. Jamán asistí a un homenaje tan grande a nadie en esta plaza. Ni un solo pito se oyó. Una plaza como la de Las Ventas llena hasta los topes es el parlamento español más auténtico porque no hay política por medio. ¿O no? Pues eso. Pierdan por tanto toda esperanza los perroflautas y nacionalistas irredentos que están pretendiendo contrariar a la inmensa mayoría de los españoles.
Muy hondas, templadas, ceñidas y sabrosas fueron las verónicas y las dos medias con que El Juli recibió al primer toro, un axageradamente arremangado y veleto bastante escurrido por detrás que no gustó a los más exigentes pese a la nobleza que sacó. Protestas que crecieron cuando el animal mostró su falta de fuerza con sucesivas pérdidas de las manos. Tras dos puyazos levemente adminstrados, Fandiño quitó intercalando gaoneras de verdad y templadas sin apenas mover los pies. Y El Juli replicó con chiculina, talallera, cordobina y revolera entre una intolerable división de opiniones. Resistió el toro. Bien banderilleado – el animal se dolió de los garapullos – El Juli brindo a S. M. El Rey que volvió a ser ovacionado. El toro se le vino muy pronto a la muleta y tras un pase por alto se lo llevó a los medios. Breve aunque solida la primera tanda con la derecha. También en la segunda impidiendo el toro que le saliera limpio un cambio de mano. A menos en brío, llegaron los naturales forzosamente recetados de uno en uno. El Juli somete tanto a los toros que los revienta. En esto es indiscutiblemente un maestro. Pero ese sometimiento absoluto no tiene traducción bella en la expresión torera por lo doblado y forzado que ejecuta las suertes. La faena la alargó sobre ambas manos en la misma versión relatada con el toro ya prácticamente agotado y hasta se pegó el consabido arrimón que no deja de ser una imitación de Perera versus Ojeda. O sea arrimón de segunda clase. Terminó con ayudados y trincherillas al paso con el animal totalmente exprimido.
El Julipie...
Mató de estoconazo trasero. Y se le concedió una oreja que fue muy protestada por parte del público. El palco fue abroncado varias veces por acceder a la concesión del trofeo.
Más cuajado y rematado, mejor hecho, bajo al negro cuarto. Las manos por delante y acusando blandura en el recibo de Julián. Empujó mucho el toro en el primer puyazo. Pero se fue de la primera chicuelina que pegó El Juli en su quite. Lo mismo de las que siguieron y del intento de larga en el remate. El Juli lo compensó con tres verónicas y media muy julistas, sabrosas. Señalado simplemente el segundo puyazo. Y quite de Fandiño por Tafalleras templadas y valerosas. El toro continuó sueltón en banderillas. También esperó lo suyo. Muy desigual e indefinido llegó a la muleta. El Juli lo sometió de inmediato en los medios con la derecha con la solvencia que le acredita y la fealdad interpretativa que le desacredita. Al natural sufrió una zancadilla al dar el segundo y en este trance el toro no colaboró nada. Vuelto a derechas, El Juli cosió cuatro y dos de pecho muy quieto. Por encima del toro continuó Julián con ambas manos y forzando su maquinaria mental que no es moco de pavo, pero muy eficiente. Ya sabía que esta vez no le darían otra oreja y quizá por ello, mató muy mal de media muy muy trasera que fue suficiente. Sin perder la batalla, El Juli no ganó la guerra.
El colorao paletillo que salió en segundo lugar salió suelto y distraído, muy en Nüñez. Acto seguido se fue en bravo al caballo recibiendo un puyazo en regla. Fandiño lo volvió a colocar sin hacer quite y el toro cumplió manseando algo. Entró en quites Talavante por escasas y discretas verónicas de las que el toro salió disparado al un caballo a punto de abandonar el ruedo. Cubierto en tercio de banderillas con desigual fortuna de los peones, Fandiño no brindó al Rey. El toro ya se había ido muy arriba aunque sin definirse del todo. Galopó hacia la muleta de Fandiño, quieto en los medios donde ligó cuatro y el de pecho un tanto ligeros, repitiendo lo mismo solo que sin la misma contundencia ni limpieza porque el toro amagó con caerse y con venirse abajo. Este bajón del toro tuvo correspondencia con el de la faena que Fandiño siguió por naturales de distintas facturas según el animal obedeció o no, se metió por dentro o se abrió hacia fuera. Fue inútil insistir. Por mucho que se cruzo al pitón contrario en los cites, el toro no respondió. Empezar a arrancar los pitos cuando Fandiño se fue a por la espada de acero. Mató Fandiño tan pronto y tan bien como acostumbra solo que tendida la espada.
Castaño y montado el engatillado quinto. Se emplazó tras distraerse y husmeó el capote de Fandiño saliendo raudo de naja. Se desinteresó en la suerte de varas y tuvo que ser picado a la carambola en incesantes huidas. Manso declarado, pues. En banderillas esperó más que un soldado haciendo guardia y así de mal resultó el segundo tercio. El de Orduña tampoco brindó este toro al Rey. ¿Será del PNV o de algo peor? Lo que sí hizo bien fue torear en redondo porque el manso fue de engañabobos, los que luego embisten. Pero lo limpio acabó para convertirse en otra fase en plan de arrojo. Más comprometido al natural, consiguió torear como Dios manda. Y qué toro más bueno para la muleta, señores. Noble y encastado por partida doble. Por qué cambió de Mano Fandiño? Contestó a la pregunta con dos pases cambiados por la espalda. Bien. Y, ¡horror¡, las inevitables manoletinas.
Iván Fandiño
Y estoconazo de total entrega saliendo imperceptiblemente empitonado en un muslo. Dobló rápidamente el animal y para Fandiño fue la segunda y ésta más legítima que la de El Juli aunque el toro fue de dos. Lo siento. Pero fue de dos.
Después de ver los dos primeros toros y a la vista del tercero, creí lo que me contaron al llegar a la plaza. Que la autoridad había rechazado varios y hubo que traer más. En la primera parte del festejo los tres toros que salieron no estaban rematados. Manso declarado fue el tercero y sin hacer nada bueno en el primer tercio. Talavante pareció desaparecer durante la lidia. Tampoco ayudó nada el toro en banderillas. El matador extremeño sí se hizo presente para brindar al Rey. Talavante se empleó de entrada por naturales. Lo suyo. Los dio en varias versiones y pocos de los suyos-suyos. Claro que el toro también embistió en variedad de arranques. Cambió de mano y entre la dudas y el viento, le vimos algo perdido a don Alejandro. Tampoco se templó, otra vez con la zurda. Otro frustrado intento más le llevó a cortar por lo sano. Mal estuvo Talavante con este toro. Como si no hubiera sido él quien estuvo allí.
Entre la dudas y el viento, le vimos algo perdido a don Alejandro
El imponente veleto castaño albardado sexto fue uno de los más serios de la corrida pese a no pasar demasiado de los 500 kilos. Talavante lo saludó con lacios lances junto a tablas. En medio de la lidia de este toro, se dieron tres vivas al Rey coreados por toda la plaza. Don Juan Carlos estaba siendo el gran protagonista de la tarde. Este sexto también fue manso en varas. Y no fácil en banderillas sobresaliendo en un gran par Juan José Trujillo que en sigue siendo el rey. Todos esperamos que el toro cambiara a muy bueno como el quinto. Pero se encontró con un Talavante decepcionado viendo que el animal embistió con desiguales arrancadas. Así, unos pases le salieron largos y otros arrugados hasta ser desarmado. Muy espeso vi a Talavante en esta corrida. Sin saber qué hacer y qué no hacer. Incluso con la espada aunque la de matar nunca fue su fuerte.
Y la tarde terminó como empezó. Con otra inmensa ovación al Rey como despedida aunque todos deseando que vuelva a Las Ventas muchas tardes como Rey Padre. Será un gran placer verle en su barrea. Ayer fue, desde luego, el único triunfador de la corrida más importante de la temporada y por lo grande.
***
Felicito a José Antonio del Moral por su crónica y al Rey por la aclamación recibida. Realmente inusitada hacia un personaje que estimo no se lo merece. Supongo que el sufrido público de los toros le está agradecido por su siempre beneficiosa presencia que, sin duda, ha supuesto un apoyo magnífico a la Fiesta Nacional. También es seguro que los cándidos espectadores no se han parado a analizar la vergonzosa trayectoria de un Jefe de Estado español que ha sido el eje de la corrupción y timón de la destrucción precisamente de España a través de la deleznable casta política que la maneja a su antojo.
ResponderEliminarEl mismo público, frívolo e insensible con la categoría de la plaza de Las Ventas convirtiéndola en un sarao vespertino pidiendo orejas inmerecidas a Fandiño y Juli. Lo que han tenido que pasar muchos toreros para cortar orejas en Madrid en tiempos pasados, y ahora llegan estos mangutas y estos presidentes para convertir en una plaza de pueblo, con pollos incluidos en las vueltas al ruedo de los toreros, lo que siempre ha sido la catedral del toreo, la que juzga, sentencia y cotiza a sus examinados, toros y toreros.
Apaga y vámonos.....
Felipe Gª de la Peña.
Don Juan Carlos se llevo ayer el aplauso de los miembros del Círculo de Empresarios en un acto en el palacio de El Pardo, no tiene un valor especial, por más que fuera emotivo porque los allí congregados -que no son los grandes de este país- son parte de esos que Pablo Iglesias llama ‘la casta’ o las familias adineradas del país. El aplauso importante llegó en Las Ventas en la corridas de Beneficencia que presidió. El público puesto en pie aplaudió durante la interpretación del himno nacional.
ResponderEliminarMuchos van a ser los homenajes que recibirá el Rey en esta su despedida del trono, pero la de Las Ventas fue muy especial una vez que el monarca, gran aficionado -como lo era su madre- a la Fiesta Nacional, fue aclamado como si fuera el mismísimo Perera, el gran triunfador de esta Feria de San Isidro.
El Rey ha sabido irse en el momento oportuno, ha cogido el olivo -como se dice en términos taurinos- y le deja al Príncipe heredero en la arena del Ruedo Ibérico un toro astifino y reservón difícil de lidiar en estos tiempos malos que vivimos, donde la monarquía ya estaba en zona de suspenso, el paro en el 26 %, la indignación de los españoles -por la corrupción y las dificultades- al 100%, el bipartidismo del PP y PSOE tocado de las dos alas y con Rajoy y Rubalcaba echándose flores el uno al otro, en una escenificación tardía de la escena del sofá. ¿Qué queda de aquella petición del jefe de la oposición a Rajoy exigiendo su dimisión tras acusarle de mentir por los SMS del caso Bárcenas? Nada, pelillos a la mar.
Las lenguas de doble filo, inquietas y dicharacheras, dicen que muy pronto vamos a ver a Don Juan Carlos almorzando en un restaurante de Londres, en buena y rubia compañía.
Algunos observadores han visto, aunque solo sea por asomo, una similitud entre la abdicación del Rey Juan Carlos y la marcha de su abuelo Alfonso XXIII tras la victoria de la izquierda en las elecciones municipales de 1931. No es verdad, no son comparables, aunque es cierto que en las elecciones europeas la izquierda ganó y que, poco después, sonaron canciones republicanas en la Puerta del Sol.
Pero en este caso el Rey se va pero deja al heredero en el trono de España y las proclamas republicanas no son masivas y a la espera están de ver qué pasa en el seno del PSOE. Donde no hay manera que Rubalcaba se corte la coleta, porque dice que se va por una puerta y al día siguiente entra por la otra disfrazado de estadista y de persona imprescindible para España, la monarquía, el lío de los catalanes y si le apuran dispuesto a suplir a Vicente del Bosque para elegir el once titular de la Selección.
Rubalcaba no se va y pide el sobrero, mientras Rajoy disimula su fracaso electoral, y en Las Ventas el Rey celebra su despedida con un aplauso monumental.
En el Palco Real, Juan Carlos I se asomó y levantó la mano izquierda para recibir el premio. Fue una ovación sostenida, honda y estrepitosa. Por primera vez desde vaya usted a saber cuánto, la plaza de Las Ventas gritó ‘¡Viva el Rey!’.
Era la última Corrida de Beneficencia a la que acudía como jefe del Estado, así que en términos taurinos, Don Juan Carlos se cortaba la coleta y de paso se daba el primer baño de masas desde que anunció su abdicación. La plaza se había puesto guapa, con el palco que tantas veces visitó su madre, Doña María, engalanado en flores rojas, amarilla, trenzas de hojas verdes alrededor de las columnas y un escudo de la Casa del Rey. Probablemente se acordaría de aquella mujer currista hasta los tuétanos que no faltaba a la cita en la plaza y que siendo un niño en el exilio hizo prender en él el gusto por la pasión y el arte de la tauromaquia.
El Juli quiso brindarle el primero de la tarde, “Por hoy, por ayer, por siempre. Por dignificar la Fiesta. Gracias”, Talavante, con un sobrio “Para usted, Majestad”. Iván Fandiño se abstuvo de hacer brindis alguno, cuando después de cortarle la oreja al quinto pasó por delante del palco, el torero y el rey se ignoraron como una pareja de novios que acaba de romper. Fandiño ni siquiera miró al palco, ni hizo gesto alguno.
Fermín Góngora
Esto ha escrito Inma Ruiz de Julián, y yo lo copio por lo mucho de verdad que tiene.
ResponderEliminarYo no sé vosotros pero para mí el pelotilleo dulzón y almibarado de estos días a la Corona está resultando verdaderamente repugnante. Si no he echado ya hasta la primera papilla es porque hago durísimos ejercicios de contención estomacal.
Aparte de los repulsivos y serviles halagos sin fin, todos repiten como un mantra que "sin el Rey no habría democracia". Muy pobre concepto deben de tener de los españoles cuando nos consideran incapaces de vivir en paz sin la figura protectora y paternal de un monarca genéticamente diseñado para guiarnos.
Escuchando estos días todas las barbaridades que se dicen de nosotros los republicanos hay una cosa que me queda bastante clara: los republicanos hemos sido en 39 años infinitamente más respetuosos con la Monarquía que los monárquicos hoy con nosotros.
Los que pedimos un referéndum sobre la Monarquía no somos unos antisistema que queremos cargarnos el país ni nada por el estilo, como podría parecer oyendo a algunos hablar de nosotros. Simplemente defendemos que la propia Constitución en su artículo 92 recoge la posibilidad de consultar los asuntos de especial trascendencia, y a nuestro parecer éste lo es.
Los que argumentan que ese asunto se votó ya en el 78 olvidan que la Constitución se negoció y se aprobó bajo la amenaza explícita de los militares y que la Monarquía estaba incluida sí o sí en un pack cerrado y quedaba fuera de toda discusión. La sociedad ha cambiado mucho desde entonces; hoy, por ejemplo, es impensable e inaceptable lo de la prevalencia en la sucesión del varón por delante de las hembras, así como muchas otras cosas. El consenso de entonces no es el consenso de hoy, y no veo ninguna razón para que no se nos pregunte a los ciudadanos qué modelo de estado queremos hoy, en el siglo XXI y en una sociedad muy distinta a la de hace 40 años.
Lo que no puedo comprender son estas prisas para resolver el tema cuanto antes, sin que haya lugar al debate. Es indignante que el Gobierno cierre la sucesión del Campechano al Superpreparado no solo sin consultar a los españoles, sino sin aceptar preguntas en el Parlamento y por la vía de urgencia con un proyecto de ley de 28 palabras, poco más que un tuit. No se puede hacer peor y con menos respeto por los ciudadanos.
Y al PSOE esa postura súbitamente sumisa y servil con respecto a la Corona le va a pasar factura muy seriamente. No se puede estar durante décadas diciendo a tus votantes que tú no eres un partido monárquico sino juancarlista y ahora que se va Juan Carlos sacar el plumero monárquico. Qué parche se van a poner ahora? Que son felipistas? Y cuando llegue la siguiente se harán leonoristas también?
El PSOE es un partido de raíces profundamente republicanas. Ya dejó de ser socialista y obrero hace años; ahora lo único que le faltaba era dejar atrás su base republicana. Es normal que sus votantes naturales se estén yendo a otros partidos que sí se mantienen fieles a un ideario de izquierdas y republicano. Eso sí, la que está encantada con el PSOE es la derecha, que milagrosamente ha elevado a Rubalcaba estos días a la categoría de héroe nacional. Sí, señores, los mismos que hace unos años casi lo acusaban de poner en persona las bombas del 11-M ahora se rinden a su sentido de estado y a su solvencia como político. Desde luego, vivir para ver.
Mayte Baldó
Cuenta Ignacio Villaverde, Catedrático de Derecho Constitucional.
ResponderEliminarLos españoles somos un pueblo muy dado a no centrarnos en el asunto y a vivir siempre mirando el retrovisor. Lo digo porque, a cuenta de la abdicación real, resulta que ya se ha desatado la túrmix nacional reclamando, nada más y nada menos, un referéndum para ver si los españoles queremos seguir siendo monárquicos o deseamos serlo de otro modo, que en definitiva en eso consiste la república. Hombre, me da a mí que con la que está cayendo la cuestión republicana nos deja bastante indiferentes. A esto súmenle ustedes esta inveterada condición patria de pensar que los males del solar de nuestras entretelas se arreglan siempre ajustando cuentas con el pasado. O sea, que creemos que nuestra Democracia se va a regenerar y todos vamos a tener trabajo si somos república y no monarquía.
Y digo esto, porque ante el anuncio de la abdicación de Juan Carlos I (que iba siendo hora ya), se ha desatado el furor republicano y hemos convertido ese acto en otra nueva y fascinante crisis política. Unos pidiendo la vez para que se les de opinión a los ciudadanos soberanos, y los otros diciendo que a dónde vamos a parar si se cuestiona la Corona. Eso sí, todo está bien y vale mientras no estemos a lo que celebramos, porque lo que aquí gusta es el ruido y la furia. Pues verán, vaya dicho por delante que aunque me declaro conceptualmente republicano, considero una soberana pérdida de tiempo desangrarnos ahora en ese debate. Política e ideológicamente, nada justifica que un señor o señora sea cargo público por cuna y familia y no por oposición o elección. Pero más allá de eso, no me apetece perder el tiempo en discutir sobre si la república va a ser o no el remedio a nuestros males, el principio de la regeneración democrática de este país o si es oportuno, justo y necesario recurrir al pueblo soberano para preguntarle si ahora queremos seguir siendo monárquicos. Aquí los problemas reales y serios son otros. Los tiempos y este mundo han cambiado tanto que se me antoja que la tensión república-monarquía es ya una querella del siglo XIX, que tratamos de responder con la impedimenta ideológica, política y constitucional del siglo XX, cuando el siglo XXI va por otro lado. Sigo sin saber qué utilidad tiene que la Jefatura del Estado deje de ser hereditaria y pase a ser electiva; vaya, que dejemos de ser latinos para hacernos visigóticos. Y la política es el reino de lo útil.
Continuara
Dicho esto, el Rey ha abdicado. Eso significa simplemente que ha renunciado a seguir siéndolo. Un acto con valor jurídico (de los pocos, por cierto, que de los protagonizados por el monarca tienen ese valor) que refrenda el presidente del Gobierno para dar fe de que la decisión es libre y voluntaria. El acto de abdicar no provoca una sede vacante, como en el caso de un fallecimiento, la inhabilitación o la menoría de edad del heredero. En estos casos, se rellena el hueco con la institución de la regencia, donde alguien ejerce provisionalmente las funciones de Jefe del Estado sin serlo. El rey abdicado continúa en funciones hasta que el sucesor acceda a la Jefatura del Estado. Un proceso dirigido y controlado en todo momento por la representación del pueblo soberano, las Cortes Generales, porque la abdicación debe formalizarse mediante una Ley Orgánica (que son de esas que requieren ser aprobadas en el Congreso por mayoría absoluta en una votación final sobre el texto legal en su conjunto). El acto de abdicar provoca también la apertura del melón de la sucesión, cuyo orden regula de forma harto compleja el artículo 57 de la Constitución Española. Asunto controvertido porque el precepto parece discriminar a la mujer al postergarla en el orden sucesorio. El precepto es difícil de interpretar, y es cierto que acude a una regla de preferencia del hombre sobre la mujer de muy difícil justificación a esta altura de los tiempos. No impide el acceso a la Jefatura del Estado de la mujer, y así es que la hija mayor de Felipe y Leticia se convertirá en heredera y Princesa de Asturias una vez su padre “tome posesión” como Rey de España; y la siguiente será su hermana. Pero esa postergación por ser mujer hoy chirría.
ResponderEliminarUna vez el Rey manifieste su voluntad de cesar, el Gobierno deberá presentar ante la mesa del Congreso de los Diputados un Proyecto de Ley Orgánica en el que se acepta la abdicación, se designa al sucesor, el tiempo, lugar y modo de su acceso a la Jefatura del Estado, y, en su caso, la situación en la que queda el Rey abdicado; cuestión que conviene dejar clara porque se plantean cuestiones espinosas, como precisar si sigue formando parte de la Casa del Rey, en qué términos y, especialmente, cuál será su régimen de prerrogativas, pues la irresponsabilidad e inviolabilidad se predica de la persona del Rey (luego no es descabellado pensar que no son prerrogativas del cargo y por tanto le acompañarán toda su vida, sea o no rey) y su asignación presupuestaria, si es que la debe tener. Se trata, por tanto, de un acto con fuerza de ley con un contenido regulatorio mínimo. En efecto, esta Ley Orgánica del artículo 57.5 de la Constitución no es tanto la expresión de la forma jurídica que debe regular una materia, como la forma jurídica que debe revestir la manifestación de la voluntad de las Cortes Generales, que en su condición de representantes del Pueblo soberano, igual que proclaman, también “cesan” al rey; aunque sea a petición suya, pues en eso consiste abdicar.
Continuara
Les diré que no me convence esta marea populista pro-referéndum. No obstante, convocar ese referéndum podría ser un paso previo al inicio de un proceso de reforma constitucional que permita actualizar un texto que necesita ya algún retoque. Ahora bien, a mí lo que me interesa políticamente del caso es lo que de simbólico tiene. La abdicación de Juan Carlos I supone el cierre de una etapa, la conclusión (que también viene siendo hora) de un periodo que quizá ha durado demasiado, y la irrupción de caras nuevas en un escenario político cada día más rancio. Felipe, por edad y condición, porque su esposa es una plebeya y sabe lo que es la vida, porque es joven y está bien preparado, simboliza una generación de españoles que quieren ejercer la soberanía no, o no sólo, votando y pronunciándose en teatrales refrendos, sino construyendo país con sus ideas y sus proyectos. Una generación que reivindica su espacio ante y entre la “costra” política y social española que parecen estar aquejados de un cierta rigidez que les impide actuar en un mundo enloquecido, y se refugian en un pasado confortable. En fin, que se apoltronan. A mí me interesa más ver la abdicación como una oportunidad de hacer las cosas de otro modo. Y Felipe bien haría empezando justo con un acto de “toma de posesión” sobrio, ante las Cortes Generales, sin paseos multitudinarios, discreto, sin armiños ni arzobispos; sólo envuelto en el saber estar y en la prudencia ejemplar que se espera del primero de los cargos públicos de nuestro país. Su reto, como le escuché a un periodista hoy, es tomar esas decisiones que hagan de él el próximo Jefe de Estado y no el último de los reyes.
ResponderEliminarDaniel P R