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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 4 de octubre de 2017

Ha muerto un símbolo / Por Paco Mora



Ha sido uno de los pocos ganaderos cuyo nombre en los carteles tuvo y sigue teniendo tanta fuerza taquillera como el más famoso de los toreros. El “vamos a la corrida de Victorino” es un clásico desde hace ya muchos años. Respetó y se hizo respetar a través de su bonhomía y de la categoría del producto que vendía.

Ha muerto un símbolo

Paco Mora
Con Victorino Martín ha muerto un símbolo de la ganadería de bravo. Aquel que cuando comenzó su andadura en la cría del toro de lidia le llamaban algunos “el cateto de Galapagar”, supo fundar una dinastía ganadera, cuyo trono ocupa su hijo desde que, hace pocos años, enfermó quien al final tuvo el orgullo de que se le conociera como “el sabio de Galapagar”. El “victorino” no se parece a ningún otro tipo de toro. Tiene personalidad propia y se encuentra en su mejor momento. Son toros con los que se han consagrado muchos toreros, que deben su condición de figuras a haber encontrado un “victorino” en sus vidas en la plaza y el momento adecuado. Si hay un lugar en el Cielo para los ganaderos, él estará allí sentado en un lugar de honor, con el cetro en sus manos.

Ha sido uno de los pocos ganaderos cuyo nombre en los carteles tuvo y sigue teniendo tanta fuerza taquillera como el más famoso de los toreros. El “vamos a la corrida de Victorino” es un clásico desde hace ya muchos años. Respetó y se hizo respetar a través de su bonhomía y de la categoría del producto que vendía. Los toreros que han entendido a sus toros, y han podido con ellos, alcanzaron cotización y categoría. Ha recibido en vida los mayores honores y distinciones como criador de toros bravos. Era una auténtica institución en la Fiesta de los Toros. 

Siempre le recordaré con su sonrisa entre pícara y bondadosa. Era hombre de pocas palabras y nada pagado de sí mismo. Un auténtico hombre de campo, que en este solar hispánico es tanto como decir un hombre de bien, un hombre de una pieza. Lo conocí hace muchos años en Castellón, y siempre que coincidimos me trató con deferencia y amistosa calidez. He sentido su enfermedad y ahora siento el dolor de haber perdido un amigo.

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