No hay en el mundo partida de camellos o caballo pura sangre que se pueda cambiar por una Champions. Por eso Mbappé quiere huír de allí y por eso el jeque no le ha podido dejar escapar. Una reverencia sí se compra con dinero, la gloria no. Y Kylian Mbappé quiere la gloria. La tendrá. Los sueños se cumplen, como dice Camavinga....
Aguanta, Kylian, aguanta
Juan Manuel Rodríguez
El traspaso frustrado de Kylian Mbappé por el Real Madrid, que acabará en inevitable contrato el 1 de enero del año que viene, porque el futbolista ha mostrado por activa y por pasiva que su único deseo es el de jugar en el equipo blanco, y en posterior presentación en el nuevo estadio Santiago Bernabéu allá por julio de 2022, ese traspaso frustrado sólo cabe atribuirse a factores subjetivos. Tamim bin Hamad Al-Thani, el octavo emir de Qatar, el séptimo monarca más rico del mundo según la lista que elabora todos los años la revista Forbes, no es un hombre de negocios convencional; no es, por ejemplo, un duro hueso de roer como Daniel Levy. Levy se mueve por criterios empresariales, unos criterios espartanos, sí, pero que tienen más que ver con el balance contable por no decir que sólo tienen que ver con eso. Para el propietario del PSG, sin embargo, no hay demasiadas diferencias (salvo la pecuniaria, por supuesto) entre cualquiera de los seis mil quinientos trabajadores que The Guardian denunció que habían muerto en la construcción de los estadios del Mundial y una estrella del fútbol. Mbappé es, para el dueño del equipo parisino, un número, un cromo caro, un trozo de carne negra que le pega patadas a un balón y es también un peón con el que blanquear un régimen espantoso y lleno de grietas morales.
El Paris Saint Germain no es sólo un club-Estado, no, el PSG es un club-Estado podrido, de modo que cuando te sientas con su dueño (si es que llegas a sentarte en algún momento) no lo haces con un negociador normal sino con alguien acostumbrado a salirse siempre con la suya sin tener que responder nunca ante nada ni ante nadie. Como Florentino Pérez es de todo menos un estúpido y sé que esta información que tengo yo la tendrá él pero multiplicada por tres, entiendo que el esfuerzo económico que ha hecho por Mbappé, proponiendo de entrada 160 millones, más tarde 200 y luego, según dicen, 220, no tenía en realidad el propósito de convencer a alguien que tiene un mayordomo cuya única misión en esta vida es atarle los zapatos por las mañanas sino la de dejarle meridianamente claro al futbolista que el Madrid le quiere, que el Madrid ha hecho todo lo humanamente posible por rescatarle este mismo año y que el Madrid le pide con esa desorbitada oferta por un jugador que acaba contrato en junio y puede negociar desde enero que aguante un pelín más, un año más, sólo unos meses más en realidad.
Decía que el traspaso frustrado de Mbappé al Real Madrid hay que enfocarlo desde criterios subjetivos porque los objetivos, es decir los criterios que deberían regir para el PSG como rigen para el resto de clubes del mundo, han desaparecido. El Paris Saint Germain se salta constantemente el fair play financiero impuesto por la UEFA, que mira hacia otro lado; item más, el PSG presume de saltarse el fair play financiero, se jacta de ello. Aquello que rige para los grandes clubes europeos y por lo que, por ejemplo, el Barcelona ha tenido que dejar marchar a su mejor futbolista histórico, es para él papel mojado. Con Messi, Neymar y, por un año, Mbappé, la propiedad del PSG pretende blanquear un régimen que ha comprado un Mundial con el que también se pretende decorar al Estado de Qatar. En occidente sabemos que está mal, sabemos que es moralmente reprobable, sabemos que no habría que acudir a ese Mundial, somos conscientes de que algo huele a podrido pero, del mismo modo que los jeques arrasaban las joyerías de Marbella y nadie preguntaba ni cómo ni por qué ni de dónde procedía ese dinero, en eso que denominamos el primer mundo nos abrimos de piernas, cerramos los ojos, pensamos en otra cosa y nos dejamos hacer: somos sus escorts, sus chicas de compañía. Iremos al inmoral Mundial porque aquí, en Europa, hace tiempo que reina la amoralidad. Transmitiremos ese Mundial porque aquí, en Europa, los medios callan mientras vayan por delante los billetes de quinientos euros. Volviendo a Mbappé. Sinceramente tengo como decía antes mis serias dudas acerca de que la estrategia de Florentino estuviera realmente encaminada a llevarse este año al jugador porque ha sido radiada, televisada y tuiteada casi al segundo. Dicen que fue Guillermo I de Inglaterra, conocido como El conquistador, el primero que ideó la táctica de fingir la huida de su propio ejército para, así, pillar por sorpresa al enemigo. Imaginemos por un instante que Guillermo hubiera informado al minuto al ejército rival de que iba a tratar de engañarle huyendo. Pues bien, eso es precisamente lo que ha hecho Florentino, informar a todo el mundo de cual iba a ser, cuándo y cómo se iba a producir su próximo movimiento. No le creo tan tonto.
Mbappé jugará en el Real Madrid. Lo hará porque es su decisión de ciudadano libre, aquí aún lo somos... relativamente. Jugará en el Real Madrid porque los madridistas tenemos la inmensa suerte de que no es como Neymar, por poner un caso, y, aunque supongo que le gusta el dinero, no parece que sea para él lo más importante. Mbappé vendrá por lo mismo que el jeque no le ha dejado salir, por el glamour, por la historia, por el prestigio, por el caché. Cuando entras al estadio del PSG huele a silicona recién puesta y a muebles de Ikea, cuando entras en el Bernabéu allí huele a Di Stéfano, a Muñoz, a las remontadas históricas, a Juanito y su capote, al gol de Ramos en el minuto 93, huele a Kopa, huele a Puskas retando a la saeta rubia a ver quién golpea más veces el larguero con el balón, huele a Paco Gento, a Butragueño, a Santamaría, a Hierro, a Sanchís, huele a los galácticos y a Ronaldo galopando, huele a Cristiano, incluso huele a Issey Miyake, la colonia que mi amigo Rafa Guerrero asegura que utilizaba Beckham y, por encima de todo, huele a trece Copas de Europa. No hay en el mundo partida de camellos o caballo pura sangre que se pueda cambiar por una Champions. Por eso Mbappé quiere huír de allí y por eso el jeque no le ha podido dejar escapar. Una reverencia sí se compra con dinero, la gloria no. Y Kylian Mbappé quiere la gloria. La tendrá. Los sueños se cumplen, como dice Camavinga. Aguanta, Kylian, aguanta.
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