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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 6 de septiembre de 2021

Más allá del esperpento / por Paco Delgado


Dejando al margen la anécdota, triste y lamentable, la actitud de la alcaldesa de Gijón deja ver asuntos mucho más preocupantes y que dan que pensar. Aunque lo peor es que parece que aquí no pasa nada.

Más allá del esperpento 
Paco Delgado
Avance taurino / 5 Sptbre. 2021
Más allá del chiste, aunque maldita la gracia que tiene, el sonrojante suceso protagonizado por la primera responsable del ayuntamiento de Gijón esconde una realidad bastante más grave que la demostración de ignorancia de la primera edil gijonesa: se ve como una ocurrencia, graciosa para unos, estúpida para otros, pero que deja ver lo terrible de la actual situación de nuestra sociedad.

No parece que la prepotente majadería de esta señora tenga más consecuencias que la apertura, por enésima vez, del estéril e inútil debate toros no o toros sí. Nadie con poder para hacerlo ha salido para desacreditar las palabras de la ínclita Ana González, al contrario, ya hay palmeros que la jalean y hasta imitadores, pues su colega de Oviedo ya ha anunciado a bombo y platillo que mientras él esté al frente de aquel Ayuntamiento, tampoco en esta ciudad habrá toros. Ole.

Está claro que a nadie parece importarle el que se pueda cercenar de esta manera tan absurda y vía por mis cojones –aunque en el caso de Gijón vaya usted a saber por qué será…– la libertad de miles de aficionados y la tradición centenaria de una ciudad y una región.

Estamos en manos de políticos (vuelvo a repetir que hay  excepciones, pocas pero honrosas) a los que sólo interesa su cuota de poder e importa únicamente el qué dirán quienes se arrogan el papel de perfectos e inmaculados pero que sólo distinguen un color y desprecian todos los demás. Curiosa manera de entender la democracia, que resulta que está siendo solo para ellos, estando el resto únicamente para mantenerles su puesto y sueldo a cambio de nada: Bueno, a cambio de desprecios, desplantes e ineptitud intolerables.

De todas formas, en este esperpéntico episodio en el que se mezcla, una vez más, ignorancia, egoísmo y no poca mala baba –¿España?–, el papel jugado por los responsables de la cosa taurina ha sido también bastante deplorable. No tanto por la airada e indignada reacción (si bien con una argumentación de nuevo inofensiva para quien se sabe por encima) como por la dejadez y desidia con que se gestiona el negocio desde hace ya mucho, mucho tiempo.

Los actuales gestores de la tauromaquia hace ya bastante que declinaron trabajar para defenderla y promocionarla y hacerlo sólo en beneficio propio, aún sabiendo que eso conduciría a un final desastroso pero al que confían llegar ya convenientemente forrados.

Nadie se ha preocupado de reforzar los cimientos de un edificio que necesita un mantenimiento diario y al que se ha dejado que las grietas amenacen ya seriamente y se vea cercana la ruina.

Nadie se ha molestado en renovar una estructura obsoleta ni, mucho menos, de dotar al sector de una imprescindible organización seria, eficaz y responsable.

Se ha dejado perder el tirón popular del espectáculo y el respeto de los medios de comunicación, vitales para que la gente sepa que el toro existe y es su lidia y todo lo que lleva alrededor algo tan extraordinario como único en el mundo. Y también ha volado la publicidad, a la que se ha hecho creer que esto es malo y nocivo.

Muchas pegas pero que todavía tienen apaño. Si se pone empeño, afán, ganas y trabajo. Y, no sólo en bien de los aficionados a los toros, por favor, que alguien haga, por lo menos, dimitir a esos dos alcaldes asturianos.

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