"..Al final, el PP se ha convertido en el mejor aliado de Sánchez. No porque comparta sus planes ni porque le respalde públicamente (eso sería demasiado obvio), sino por algo mucho peor: porque con sus actitudes como oposición está legitimando todos los días al tirano. Esto es lo único que van a conseguir los institucionales si finalmente pasan por ese aro que es la puerta del palacio de La Moncloa.."
‘Los institucionales’ o cómo legitimar al tirano
José Javier Esparza
La Gaceta/22 de octubre de 2024
Será digno de verse: los presidentes autonómicos del PP desfilando, uno a uno, ante Pedro Augusto en el palacio de La Moncloa, prestos a recibir la bendición del gran tirano. Porque eso es lo que el común de la gente verá: no a los líderes de las taifas locales multiplicando su talla hasta parecer estadistas, como quieren creer, ebrios de ambición, los bonillas y las guardiolas, sino al César que, clemente y generoso, se aviene a recibir al pequeño cacique de provincias dejándole bañar por un momento su frente con las hojas de acanto del poder de verdad. Y de nada servirá que el mandamás autonómico de turno se prodigue después en críticas en una de esas ruedas de prensa que sólo cubren los medios locales. Lo que permanecerá en la retina del público es la imagen del César Pedro, Pedro el Uno (o el Huno), más democrático y cogobernante que nunca, hiperlegitimado por la blanda obediencia de la oposición. Dicen que es por la «institucionalidad». Ya hemos hablado aquí de lo catastrófico que puede llegar a ser ese concepto. ¿Institucionalidad? El tirano ha pulverizado la Constitución, ha puesto a su servicio personal la Fiscalía y la Abogacía del Estado y ha convertido en prolongaciones de su poder directo el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el poder legislativo, el Consejo de Estado y el Banco de España, entre otras cosas. ¿Y tú me hablas de «respeto institucional»? Al final sólo hay una imagen: él llama y tú acudes. El poder es eso.
No acudirán todos, es cierto. Isabel Díaz Ayuso ya ha dicho que no irá. En su caso, por las constantes declaraciones hostiles del Gobierno en pleno, declaraciones que no han ahorrado una atrabiliaria acusación de enriquecimiento ilícito. Esto, seguramente, también forma parte del programa del tirano: todos contra Ayuso. Tal vez el argumento funcione entre sus huestes, siempre necesitadas de alguien a quien quemar.
Lo asombroso es que haya funcionado entre los reyezuelos taifas del PP, que al acudir a la llamada dejan a Ayuso a los pies de los caballos.
En otras circunstancias más pacíficas podría entenderse, porque la puñalada, en política, es una de las bellas artes, y en el PP es regla áurea. Pero hay que dibujar el paisaje en toda su crudeza para calibrar el alcance del asunto. El presidente del Gobierno llama a los «barones» para explicarles el pacto rigurosamente anticonstitucional de su partido con un grupo separatista, es decir, quiere hacerles partícipes de su crimen. Lo hace un hombre que tiene imputados en los tribunales a su esposa, a su hermano y a quien ha sido largos años su mano derecha en el Partido; que tiene igualmente imputado al Fiscal General de Estado por revelar secretos en beneficio de la familia Sánchez; que tiene en la cárcel al conseguidor general de una trama que salpica (más bien, baña) no sólo a varios ministros y a la presidente de las Cortes, sino también al mismísimo director general de la Guardia Civil. Y eso por no hablar de las concesiones a los separatistas y a los terroristas de ETA. ¿Y en estas condiciones te prestas al juego? ¿No habría sido más decente, además de más útil políticamente, exigir una reunión de la conferencia de presidentes autonómicos? Claro que sí. Todos lo saben. Y a pesar de eso, irán. Por la «institucionalidad», dicen.
Al final, el PP se ha convertido en el mejor aliado de Sánchez. No porque comparta sus planes ni porque le respalde públicamente (eso sería demasiado obvio), sino por algo mucho peor: porque con sus actitudes como oposición está legitimando todos los días al tirano. Esto es lo único que van a conseguir los institucionales si finalmente pasan por ese aro que es la puerta del palacio de La Moncloa. Y todo indica que, una vez más, pasarán
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