Podría decirse que en la Plaza de Toros de la Misericordia de Zaragoza se inició la expansión de la Fiesta de los toreros, ya que fue el escenario en el cual un aragonés genial, Francisco de Goya, se encargó con su pintura de que la tauromaquia sea eterna en España y fuera de ella. Desde el graderio de la maravillosa Plaza, don Francisco envió a todo el mundo y para todas las épocas las suertes de la lidia y los rostros de los toreros de la época que le tocó vivir, como Martincho el aragonés, Pedro Romero el de Ronda o Pepe Hillo, del Barrio del Baratillo.
De la plaza zaragozana emanó la copiosisima obra taurina del de Fuendetodos en forma de óleos, aguafuertes o cartones para tapices. Pero pese a aquellos dos diestros de fundadores, si hay un torero cuyo nombre evoque al de Zaragoza, ese es Fermín Murillo, pues en la ciudad nació, se hizo torero, invirtió según voces anónimas en una flota de taxis, y en esa la plaza llamada de la Misericordia organizó durante treinta y tres años consecutivos el festival de ATADES, fundación para proteccion de la infancia desvalida, por cuyo mérito y otros comparables, Zaragoza nombró a Fermín Hijo Predilecto. Hombre muy religioso, Fermín dispuso que sus cenizas se depositaran bajo la arena de su plaza de toros, junto al burladero desde el cual el torero maño recibía de capote a sus toros. Y es fama que treinta y tres niños protegidos por Atades depositaron cada uno una rosa junto al burladero, una por cada festival organizado por Fermín, como en una Ofrenda Floral pero no en honor de la Virgen, sino de un torero maño. Y es que los maños son así, recios como el cariñena, pero dulces como las Frutas de Aragón.
Fermín inició su vida taurina como niño torero junto a José María Clavel y Enrique Molina, en una terna organizada por un periodista barcelonés apedillado Villepecin. Iban de éxito en éxito cuando el citado periodista, buscando la pela - era catalán - tuvo la ocurrencia de presentar a los niños con picadores, y además en Las Ventas y con una de Tulio. Y allí se derrumbó el invento. Y Fermín y sus compañeros siguieron sus carreras por separado. La de Fermín se basaba en un valor sin extravagancias, en sus estocadas fulminantes y en la ayuda de la Virgen del Pilar, alcanzando la alternativa que fue, como no, con toros de Miura. En ese registro del toro grande y el billete chico iba su carrera, cuando una tarde de miuras en Bilbao se le apareció la Virgen, la del Pilar, naturalmente.
Diaz Cañabate, el crítico más reputado de los años 60, escribió a propósito de las faenas de Fermín Murillo que a los toritos se les dan pases y a los toros, se les torea como Fermín. Y como una voz femenina pidiera a la Virgen que no le ocurriera nada con aquellos miuras gigantescos, Díaz Cañabate agregaba que, además de salir ileso, "La Pilarica, le abrió una cuenta en el banco de los toreros buenos". A partir de ahí comenzo el diestro maño entrar en carteles con Ordóñez, Puerta, Camino...
Sólo vi torear que recuerde en tres ocasiones a Fermín Murillo. En la primera, en Sevilla, un toro le dió dos cornadas nada más comenzar la faena, o sea, que no lo vi torear. Otra ocasión fue alternando con Antoñete en Madrid el día del toro blanco de Osborne, su tarde más famosa en Las Ventas, en la que la Virgen de la Paloma le abrió una cuenta en el banco de los toreros buenos a Antoñete. Ese día, Fermín toreo muy bien con la zurda, pero falló con la espada, y Victoriano Valencia dejó el recuerdo de sus lances. La tercera tarde en la que vi a Fermín fue un Corpus en Sevilla, cortando un trofeo el maño a base de pasárselos muy cerca y a la contundencia de su espada. José Fuentes obtuvo otra oreja por su gran personalidad. Y en ese día memorable, don Antonio Bienvenida tuvo una tarde sublime, cortando otra oreja más, y que no fueron tres por la espada.
Fermín Murillo es sin duda el nombre que más resplandecen cuando los de Aragón y de Zaragoza se mencionan al hablar de toros. iViva la Virgen del Pilar!
José María Portillo Fabra, de la Tertulia Taurina El Castoreño y del Círculo Taurino de Córdoba
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