Hay quien le ha considerado como el último belmonista del toreo moderno. Desde luego, su concepción se ciñe de manera estricta a los cánones que dictó el Pasmo de Triana. "La pureza es la esencia del toreo". Por eso Emilio Muñoz entendía que una plaza había que ponerla boca abajo con tan sólo 20 ó 25 muletazos, pero muy buenos, muy profundos, muy de verdad. "En el toreo de Juan Belmonte –asegura el torero-- , si recordamos por lo leído, su máxima era que el toro tenía que girar alrededor de él, y que había líneas curvas, no paralelas. Eso se basaba en que las puntas de los pies tenían que mirar a las puntas de los pitones y ahora eso no es así. Sobre todo en el segundo y en el tercer muletazo".
“El toreo que yo he conocido eran veinte o veinticinco pases. Las faenas eran más cortas, pero más intensas. Hablo de los conceptos. Sinceramente, me molesta que haya quien diga, con todos mis respetos y mi admiración a todos los toreros que hay, que hoy se torea mejor que nunca. Que hoy se le hacen al toro más cosas que nunca, por supuesto que sí, porque también el toro lo permite. Se ha llegado a una “perfección” de la embestida del toro. Hemos buscado una toreabilidad tan grande que quizá el toro haya perdido esa agresividad, que era lo que hacía que pudieses intentar quebrar a ese toro. Quebrar rompiéndolo, obligándolo”, le confesaba no hace mucho Emilio Muñoz a Fernando Carrasco, para una entrevista publicada en la edición sevillana de ABC.
Y el torero trianero añadía: “Hoy hay ciertas cosas que están salidas de los cánones establecidos por Juan Belmonte. Viene a colación de esa frase hecha de que hoy se torea mejor que nunca. Entonces, ¿es que los toreros actuales torean mejor que Camino, El Viti, Ordóñez, Puerta, Luis Miguel, Miguelín y tantos y tantos? Yo no digo que Morante no toree muy bien, que José Tomás no sea el adalid del valor… pero las posturas o las colocaciones me parecen que son diferentes. En el toreo de Juan Belmonte, si recordamos por lo leído, su máxima era que el toro tenía que girar alrededor de él, y que había líneas curvas, no paralelas. Eso se basaba en que las puntas de los pies tenían que mirar a las puntas de los pitones y ahora eso no es así. Sobre todo en el segundo y en el tercer muletazo”.
No puede menos que llamar la atención esta concepción tan pura y tan clásica dicha por un torero moderno. Pero no se puede radiografiar con mayor precisión y acierto la realidad del toreo actual, en un diagnóstico que, no sólo es la pura ortodoxia taurina, sino que encierra las verdades permanentes del Arte del Toreo. Sólo quien tiene muy interiorizada esta teoría puede exponerla con tanta precisión y claridad. Pero Emilio Muñoz no se queda parado mirando hacia un pasado que no va a volver. Es realista y vive en el momento presente. Por eso, lo que viene a reclamar es el respeto a la verdad eterna del toreo, por más que se produzcan cambios con el paso de los años.
Se trata sin duda de una concepción que la aprendió ya en sus primeros pasos, como en otra ocasión reconoció el propio Emilio Muñoz. “El consejo más importante que me dieron cuando comenzaba era que el toreo bueno se hace con la pata ‘p’adelante’. Y despacio. Y que tuviera presente los tercios, siempre en paralelo a las tablas. Ahora, en cambio, se descarga excesivamente la suerte. En la mayoría de los casos, a partir del primer muletazo los toreros esconden la pierna de salida. Esa forma de torear te permite alargar los muletazos, pero es menos pura. Y la pureza es la esencia del toreo. Si no quieres cargar la suerte, por lo menos no la descargues, quédate en un término medio. Al toro hay que darle el pecho”.
Hoy sigue pensando, muy en sintonía con su propia concepción del toreo, que se puede formar un lío gordo con tan sólo 25 muletazos, como lo concebía cuando estaba en activo. Pero no deja de comprender que es mas difícil que ocurra. “El único que puede hacerlo se llama Morante de la Puebla. Y tiene la obligación de torear mejor. Lo argumento: no torea igual con el capote que con la muleta. ¿Por qué? La colocación. Se coloca mucho mejor con el capote, le da más el pecho a los toros con el capote que con la muleta. Y voy a ser claro y directo: hoy se da un paso atrás en descargar la suerte, y paso que da uno atrás es paso que da adelante el toro”.
Con esa docena de años que ya han transcurrido desde su retirada, mira la evolución sufrida por el arte de los ruedos con más realismo que nostalgias. Por eso comprende los cambios que se han dado, por más que los enmarca dentro de los criterios ortodoxos. “Hay una serie de toreros que son los que modifican ciertas cosas. En mi época el que rompe los esquemas se llama Paco Ojeda. Él daba un paso adelante. Bebe de las fuentes de Dámaso González. Después de Ojeda, creo que un torero que bebe de sus fuentes, en la pureza, en su primera época sobre todo, es José Tomás. Y ahora también sigue siendo un torero que carga la suerte. Otra cosa es que haya momentos que parezca que se “amanoleta” más o menos. Y todo esto es la teoría de Belmonte. Hay un momento en el toreo que coincide con la emoción. Mientras más cerca te lo pases, más emoción hay. El toreo no son líneas paralelas”.
A la hora de hacer balance de toda su carrera, el trianero siempre ha recordado a un toro de Manolo González que le tocó en Sevilla, ya en su segunda época de los años 90, tras la retirada transitoria. “Ese ha sido el toro más importante de mi vida. Y además tiene su historia. Se llamaba “Correríos”. Antes de reaparecer me encerré en la finca de Manolo González, en Aracena. Todas las mañanas, a la misma hora, salía a andar por el campo. Hacía siempre idéntico recorrido. Recuerdo que ese toro estaba siempre en el mismo cerrado. Cuando pasaba delante de él, sin mover un solo músculo, mientras comía, me seguía con la mirada hasta que me perdía. Al verlo yo me decía, pobrecito, pobrecito el que tenga que ponerse delante. El año anterior había estado de sobrero en Bilbao. Tenía cinco años. Era un tío con toda la barba. Lucía dos arrugas en la frente, por encima de los ojos, que daban un miedo espantoso. Y dos puntas muy finas. Era muy agresivo”.
Y continúa el torero con sus recuerdos: “Cuando me dijeron que me había tocado en el sorteo pensé que el pobrecito era yo. Pero estaba convencido de lo que quería. Hubo un momento en la faena que estuvo a punto de desarmarme, aunque en el último estertor del muletazo pude recuperar la muleta. Si me la llega a quitar de las manos no sé lo qué hubiera pasado. Fue una lucha de poder a poder. Lástima que por el lado izquierdo sólo tuvo dos naturales. De haber aguantado más hubiera sido la primera y la más auténtica de las Puertas del Príncipe que he conseguido”.
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Trabajos recientes sobre Emilio Muñoz pueden consultarse en:http://www.abc.es/20120528/cultura-toros/abci-emilio-munoz-molesta-diga-201205281805.htmlhttp://www.las-ventas.com/r_taurodelta/16/emilio.pdf
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