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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 15 de abril de 2015

Hoy empieza la Feria de Abril: Los reales tópicos de La Maestranza / por J. A. del Moral



"...Cada vez que en La Maestranza se produce el toreo bella y templadamente con el toro hasta hacerse poesía y la música suena, asimismo acoplada con solemnidad a cada instante, nada hay comparable en este mundo porque los sentimientos se colectivizan en un común temblor indefinible..."

Hoy empieza la Feria de Abril: Los reales tópicos de La Maestranza 


Lo del marco incomparable es una verdad como un templo. No hay más que entrar en la plaza, aunque esté vacía, mirar y ver, que es la manera de mirar comprendiendo todo lo que muestra e intuyendo lo que allí puede ocurrir. Pero cuando ocurre, son los momentos mágicos que en no pocas corridas salpican el acontecer taurino, los que encierran tantas maravillas coincidentes que no importa duren breves minutos o ni un solo segundo que se hacen eternos por inolvidables.

Cada vez que en La Maestranza se produce el toreo bella y templadamente con el toro hasta hacerse poesía y la música suena, asimismo acoplada con solemnidad a cada instante, nada hay comparable en este mundo porque los sentimientos se colectivizan en un común temblor indefinible. No digamos si el torero se emociona y consigue trasmitirlo. Y si a todo ello se añaden los colores del atardecer abrileño que tiñen la cúpula celestial de la plaza como si el mismísimo Velázquez los acabara de pintar, el cuadro viviente pone los vellos de punta, las lágrimas se asoman nada temerosas sino plenas de felicidad y muchos, al menos yo lo siento así, logran darse perfecta cuenta de que ver torear en la plaza más señorial del mundo, es algo impagable.

Por eso nunca entenderé a los que solo se fijan en lo malo que en casi todas las corridas de toros también acontece, ni jamás comprenderé cómo es posible que haya diestros que no necesitan ganar más porque tienen todo lo que buscaron tener, capaces de despreciarse a sí mismos por voluntarias y falaces ausencias. Me dan pena. Y siento vergüenza ajena por sus incomprendidas y dañinas decisiones. Señores, no querer torear en Sevilla, es un imperdonable pecado mortal. Tan imperdonable es vuestro despropósito que lo pagareis muy caro. Más de lo que podréis imaginar…



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