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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 13 de noviembre de 2023

El auge de las escuelas taurinas / por Francisca García


"..Las escuelas taurinas perfectamente organizadas en la actualidad y en las que convive para los alumnos la enseñanza de las artes del toreo con el seguimiento de los estudios docentes básicos, han dado un cauce natural a quienes sueñan con ser toreros.."


Apuntes al natural:
El auge de las escuelas taurinas

Luis Pla Ventura, caballero andante, que nació escritor, que compromete su talento en cada página, con un personal estilo, con valentía y claridad meridiana. El prolífico crítico taurino, me invita generosamente a tener una periódica participación en su portal Toros de Lidia.es. Ante la oferta de mi admirado amigo, inicio hoy una colaboración que pretende exponer simplemente mi punto de vista sobre tantos y tantos aspectos de la Fiesta de los toros. En un momento como el que se está viviendo en el panorama  taurino que va recuperando el camino perdido e incluso, siento yo, el retoñar de un interés creciente entre la juventud, es hacia esta a la que presto mi atención primera.

En la década de los cincuenta y la siguiente, era popular encontrarse por las carreteras, al jovenzuelo con el atillo al hombro acercándose a las fincas de reses bravas y de manera encubierta emular hazañas toreras jugándose la cárcel cuando menos, en su ensoñación de ser un día figura del toreo, meta para salir de su paupérrima vida. Maletillas a los que se veía apostados en las puertas de las plazas de toros, en las tardes de corrida, buscando una oportunidad. Oportunidad que pocos lograban. Su escuela había sido, en muchos casos, las capeas pueblerinas, el consejo o entrenamiento con algún torero venido a menos o un subalterno retirado. Forjados en capeas y tentaderos surgieron un Andrés Vázquez, un “Cordobés” o un Belmonte de quien tantas leyendas se cuentan.

Afortunadamente para los jóvenes, para el público y para la Fiesta el, maletilla es solo un sustantivo en el diccionario taurino, sin sentido en estos tiempos. Las escuelas taurinas perfectamente organizadas en la actualidad y en las que convive para los alumnos la enseñanza de las artes del toreo con el seguimiento de los estudios docentes básicos, han dado un cauce natural a quienes sueñan con ser toreros. 

Profesores capacitados enseñan los misterios de tan ardua profesión de forma teórica y práctica, con la posibilidad abierta para los alumnos de familiarizarse con el toro bravo, ejercitándose primero como becerristas y luego con erales y utreros hasta culminar la meta en la alternativa con el toro cuatreño. Diríamos que es una vertiente más de la FP.

Es verdad que en las Escuelas se protege al alumno, aspirante a torero, evitándole riesgos y dotándole de recursos para evitarlos, enseñándole las suertes fundamentales y practicando, corrigiendo y ayudándole a desarrollar su talento artístico si lo tuviere. 

Todo muy bien, muy académico si se quiere, pero no basta. Hay en España más de sesenta Escuelas taurinas y de ellas salen alumnos con el concepto de la lidia bien aprendido pero ¿no es cierto que parecen todos iguales, cortados por el mismo patrón y no sólo en las artes taurinas sino en, llamémosles defectos? He visto muchachos jovencísimos desenvolverse muy bien con el capote y la muleta, procedentes de Escuelas de Andalucía, Castilla- La Mancha, Badajoz y Salamanca y casi todos andan igual, hacen los mismos gestos cuando acaban una serie de muletazos e incluso manifiestan con sus actitudes un desprecio hacia el animal, cosa que jamás debe hacerse.

El toro es un colaborador al triunfo y un muy noble animal que no debe ser vilipendiado y si no fuere tan noble, en la ciencia del espada está el educarle para que lo sea. Y no diré ya de los alardes de valentía tratando de ganarse al público como pidiendo de manera subliminal el aplauso, en una manifiesta demostración de arrojo, cuando en realidad la valentía ya se les supone, pues por algo están en el ruedo de manera voluntaria ante una fiera. He visto no hace muchas jornadas entrar más de cuatro veces en la suerte de matar y, cuando ya por aburrimiento la res se desploma, alardear ostensiblemente como si se hubiese culminado una faena memorable. Es cierto que los pocos años y el exceso de entusiasmo llevan a algunos a cometer esas exaltaciones sin fundamento. Yo creo que sus mentores además de enseñar, deberían corregir esos defectos. Inculcar lo que significa seriamente ser torero.

El público, casi siempre generoso en exceso, acoge con agrado esos alardes sin motivo. Craso error porque no hay nada más hermoso en la lidia que la naturalidad y el sentimiento sincero en lo que se ejecuta. En lo de ejecutar de la manera más correcta los pases, no es escaso el número de novilleros y de matadores con años de vuelo que hacen pasar al toro por la muleta, sean derechazos o naturales, olvidando el brazo contrario y así vemos unas manos que se balancean en el aire cuando lo suyo debiera ser dejarlas caer a lo largo del cuerpo o apoyarlas en la cadera porque en el arte de torear no vale aquello de “que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda” y viceversa. La estética del toreo está en ambas manos, en el cuerpo, en la cabeza y en el corazón. Por eso el novillero debe fijarse bien y asimilar las maneras de los grandes diestros y en este caso apunto para mi gusto el arte de torear de un Emilio de Justo, un Curro Díaz o un Sebastián Castella, por poner tres buenos ejemplos.

Finalmente creo que hay que insistir mucho en el trabajo con el carretón para la suerte suprema que es la que da y quita tanto y es en la que adolecen más los jóvenes novilleros. Luego está la personalidad, el carisma, ambas se tienen o no, pero en el camino del arte son una baza importante añadida a la imprescindible buena suerte.

De entre los novilleros que empiezan, tengo puesta mi fe en Javier Zulueta del que me gustan sus maneras. Fue ganador este año del IX Certamen Alfarero de Plata de Villaseca de la Sagra, y también en el salmantino Marco Pérez, niño prodigio que con 16 años ha despertado fundadas esperanzas en el mundo de los toros. Amén.

Por Francisca García
Toros de Lidia.- Nov. 2023

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