"..la tauromaquia, este otro culto, se abisma desde antes de los siglos en ellas. El toro, el hombre. Allí, como son, donde son, cuándo son…, todos los toros, todos los hombres; distintos, circunstánciales, imprevisibles, azarosos, uno para uno..'
El arte de la verdad
Jorge Arturo Díaz Reyes
CronicaToro/Cali, 3 II 2025
El verdadero mando está en el terreno del toro... En el toreo sin inercias, decides cuándo empieza el muletazo, el trazo y la velocidad —dijo por ahí, en una entrevista, el joven matador francés Juan Leal, y se apoyó en Paco Ojeda.
Décadas antes, Antoñete planteaba —la distancia sería el elemento y concepto clave de mi toreo… distancia para dejar ver al toro, distancia para dejar venir al toro, distancia para traerse toreado al toro hasta el mismo epicentro del toreo.
Bueno, ya Belmonte había expresado su verdad de Perogrullo:
—Cuando el torero manda todos los terrenos son del torero, cuando el toro manda, todos los terrenos son del toro.
¿Quién tiene la razón? Los tres. No hay contradicciones. Es cosa de momentos, distancias, técnica, estilo, apariencia. Quizás para cualquier otro arte; música, danza, pintura, poesía…, tales discrepancias formales sí lo serían, además de fondo e insalvables. No en el de torear, donde la dimensión es otra. La estética es consecuencia de la ética, la belleza es veraz o no es.
Asumir el toro, en su integridad, plenitud, respuesta, oportunidad, colocación. Parar, templar, mandar, cargar, ligar, matar, morir quizá…, renunciando a las ventajas.
Pero la verdad es palabra muy problemática. Cuánto cuesta. Ahí está la historia universal contándolo con sus horrores. Pese a que cómo todo el lenguaje, no es más que un producto cultural, una convención, una tradición, solo una manera de llamar la fidelidad con la realidad.
Verdad, realidad. El arte las manipula, las transforma, las usa. La filosofía se ha gastado milenios tratando de unificarlas. La ciencia las busca por aproximaciones parciales, perfectibles. Las religiones las dejan en manos de su Dios.
Y la tauromaquia, este otro culto, se abisma desde antes de los siglos en ellas. El toro, el hombre. Allí, como son, donde son, cuándo son…, todos los toros, todos los hombres; distintos, circunstánciales, imprevisibles, azarosos, uno para uno.
Allí, en la vida, la naturaleza, el universo, el tiempo. Toreo, alegoría de la lidia perenne, comunión biológica, rito sacro. O sacrílego, cuándo se rinde a lo profano: trabajo, diversión, espectáculo, negocio, política…
Al fin, allá cada quién en su terreno, con su toro, su brega, su modo, su albedrío, su vida, su realidad, su muerte. El arte de torerar representa, infunde, intima, saca, expone, purga..., de verdad. Es lo que al fondo aluden por igual, Belmonte, Antoñete, Leal, con sus distintas distancias.
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