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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 3 de abril de 2013

La lección de las primera ferias / Taurología



"...O el poder dentro de la Fiesta se reparte de manera equitativa, o estamos condenados a no salir de la monotonía que el toreo siempre se expresó diciendo aquello del “sota, caballo y rey”..."


La lección de las primera ferias

Las tendencias que marcan

-Algo debe cambiar, es necesario que cambie, para que la Fiesta recupere su sitio, en lo social, en lo taurino y hasta en lo económico. Pero la realidad de las primeras ferias ya celebradas, cuando estamos en puertas de Sevilla y Madrid, nos está diciendo que de esta crisis no se sale con el mero discurrir del tiempo, a la espera de una etapa de mayor bonanza económica. Cada son más urgentes cambios de fondo, para que la Fiesta vuelve al lugar que le corresponde.

Taurología.-Si dejamos al margen el caso de Olivenza, una miniferia concentrada en un fin de semana con sus propias singularidades, las dos primeras ferias del año taurino, Castellón y Valencia, nos portan las tendencias que pueden marcar el año taurino de 2013. Nunca es recomendable instalarse en el pesimismo, pero hay que reconocer que esas tendencias no todas son precisamente esperanzadoras.

Si nos atenemos a lo que opinan sus propios responsables, las dos ferias levantinas han estado por debajo de lo esperable en cuanto a asistencia se refiere. En Valencia de 12 festejos tan solo hubo un lleno, en tres ocasiones se rondo los dos tercios de plaza y en las restantes no se pasaba de un tercio. Tampoco en Castellón el público respondió en la medida esperada.

La crisis de las economías familiares, pero también la de muchas actividades empresariales no son compatibles con los precios de las entradas, sino que se comprueban que son dos factores que no caminan adecuadamente. Se trata de una realidad que nos lleva a lo que algunos ya han dicho repetidas veces: la economía taurina tiene que ser reconducida a la realidad que se vive hoy.

Por ejemplo, las modas de los toreros, más o menos populistas, de regalar, en parte o en todo, un número de entradas gente joven, no deja de ser un dato anecdótico. Sobre todo sirve para salir en la información taurina; efectos económicos no tienen ninguno.

Probablemente la medida tenga más detractores que defensores, pero no se puede sostener seriamente que un torero que cobra como primera figura luego no arrastre el suficiente número de espectadores a los tendidos y sus ingresos sigan siendo los mismos. La ley económica, guste o no, acabará por imponerse: los profesionales acabaran teniendo que atemperar sus pretensiones económica a lo que la taquilla recaude. Como ocurre hoy en todas las actividades profesionales, se acabará por imponer la fórmula de una retribución fija y una variable en función de resultados. Es de pura lógica, además de tener hasta una cierta tradición en el pasado taurino: colocar el “no hay billetes” no sería ahora la primera que tiene un plus económico.

La experiencia dice que cuanto antes y de forma consensuada entre las partes se estructure una medida como la anterior, acabará siendo mejor para todos, porque sólo por esa vía estaremos ante la fórmula menos traumática entre las posibles.

Una segunda lección que hace pensar: se da ya como un hecho incuestionable que quienes en el ruedo tienen poder de exigir, no están dispuestas a salir de la monotonía ganadera del toro sin raza ni casta, que tantos estragos hace. El gesto de un día es algo positivo, pero no enmienda la plana de todos los demás días de la temporada.

No se trata de volver sobre la polémica de que las exigencia de los toreros en esta materia se han dado siempre. Ya sabemos que ese en un pleito que viene de muy antiguo; en la información taurina de todas las épocas tenemos ejemplos de ello. Sin embargo con nuestra realidad actual se dan diferencias importantes con esas otras etapas.

Y así, con respecto al pasado, la principal estriba en que lo que hoy está socialmente en cuestión es la propia Tauromaquia, su esencia y su sentido, no una mera polémica en torno a si más o menos trapío, por ejemplo. Apostamos por una Fiesta light o se vuelve al camino de la autenticidad. Ese y no otro es el dilema a resolver entre todos. Quedarnos de brazos cruzado supone caminar hacia el precipicio de la decadencia. Pero al igual que el problema de la asistencia a las plazas, y su consecuentes efectos económicos, tampoco está cuestión se resuelve por un simple “ordeno y mando”, sino que tiene que nacer de la convicción compartida de todos los sectores.

Finalmente, las ferias ya celebradas nos enseñan que todo el mundo en la torería andante está donde ya se encontraba, salvo muy pocas, poquísimas, excepciones. Ausente José Tomas de la competencia diaria, todo se dilucida entre los mismos, media docena de nombres que son los que arropan a cualquier abono.

Sin embargo, toreros disponibles para dar el salto en consideración y en confianza los hay, aunque no siempre alcancen el grado de reconocimiento que sería justo. ¿Qué les falta? Los más clásicos dirían que lo que no tienen es leyenda, su leyenda propia, su misterio, en virtud de lo cual se les juzga bajo otro prisma.

Sin embargo, a día de hoy es más que dudoso el viejo axioma de que “el toro pone a cada cual en su sitio”. Hoy se dan factores e intereses que restan valor a ese principio. Desde luego sin verle la cara al toro, poco se puede esperar; pero poco se puede esperar también si no andas metido en el actual circulo vicioso que tanto poder concentra en tan pocas personas. O el poder dentro de la Fiesta se reparte de manera equitativa, o estamos condenados a no salir de la monotonía que el toreo siempre se expresó diciendo aquello del “sota, caballo y rey”.

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