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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 29 de abril de 2013

AGUASCALIENTES: ¡QUÉ TANDA DE VERÓNICAS LAS DE MORANTE! / Por Jardinero de San Mateo


Silveti, triunfador de la tarde

¡QUÉ TANDA DE VERÓNICAS LAS DE MORANTE!

Jardinero de San Mateo
Aguascalientes, Ags. Una de las Ferias taurinas más importantes del continente es la de Aguascalientes, en el centro geográfico de la República y donde concurren los mejores espadas del mundo -entre las ferias de Sevilla y Madrid- y un público variopinto que va desde los locales, conocedores algunos -pero no muchos- de la tauromaquia, hasta los forasteros atraídos por el serial y por las múltiples actividades de toda índole que en esta hospitalaria ciudad ocurren durante 21 días. Esta vez, la mala fortuna hizo que no estuvieran ni Julián López ni Manzanares, pérdidas muy significativas por estar ambos en la cumbre de su carrera y en el cariño de los aficionados mexicanos. Sí, acartelados, Spínola, Zotoluco, El Pana, Arturo Macías y Fermín Rivera entre otros. Sitio especial en los carteles ocupan los tres Mosqueteros de Hoy, Saldivar, Sánchez y Silveti y de allende la frontera, Alejandro Talavante, quien además suplió una vez a Julián, Sebastian Castella, que ha cuajado magníficas tardes aquí, Pablo Hermoso de Mendoza en su corrida 2000 y como figura estelar después de sus épicos lances a la verónica en Sevilla, José Antonio Morante de la Puebla.

Esta tarde, con el aforo repleto hasta en los pasillos, un cartel inmejorable, el de Badajoz, Alejandro Talavante quien venía por un triunfo que se le había escamoteado por el manejo de la espada la tarde anterior, Diego Silveti, quien progresará en la medida que sea él y su propio sentimiento y que toree, ajeno a apellidos y a asesores, con una personalidad propia que ya apunta. Abría el cartel Morante, apoderado por Antonio Barrera y quien ha dado enormes pinceladas de su arte, tanto en Guadalajara como en La México y se proponía hacer algo “importante” en el albero aquicalitense. Los toros esta vez del acreditado hierro de Don Alberto Bailleres, cuyas reses en la ex hacienda de Begoña en Guanajuato, desde 1948, pastan en dos hierros, el de hoy San Miguel Mimiahuapan y la sangre hermana de Begoña. Esta divisa inmortal ha tenido triunfos sobresalientes en esta misma plaza.

Cuando salió el 4° de la tarde “Un Grande”, castaño albinegro, bien armado y con 483 kilos creció la expectación, Morante en su primero había mostrado solamente deseos y algunos buenos pases con la derecha, pero se retiró con algunos pitos, después de pinchar en lo alto. Estaban por escribirse letras muy bellas en esta plaza. El bravo toro mostró además desde el primer momento emotividad, el de Puebla se despegó de la tronera, tomando el percal muy cerca de la esclavina, dispuesto a señalar que él es “El Príncipe” por ahora, cargó la res y Morante desmayó los brazos con una enorme lentitud en el compás del toro, dos por cada lado, especialmente la segunda por la derecha, que pareció infinita, intentó el remate, trastabilló y no pudo cerrar con una media que hubiese hecho la portada de cualquier cartel en el mundo. El sevillano sacudió a la plaza, que si bien esperaba las excelsas virtudes de su capote, éstas llegaron improntamente y la clientela distraída tardo en responder con la algarabía que merecían los lances que estarán en la retina de todo buen aficionado. Eso fue la tarde y lo de muchas tardes, el arte en su mejor expresión, el duende del maestro, despatarrado y corriendo el capote con una lentitud, emoción y temple pocas veces vistos. Después, volvimos a otra bella escena torera que recuerda otros tiempos, la res tardaba en ir al caballo y Morante ordenó a su picador que fuera solo por él, el toro en el tercio fue llamada por el envío del castoreño del piquero, mientras el maestro cuidaba la lidia. El toro iba mejor por el derecho y allí Morante instrumentó varios pases de mano muy baja y de quilates muchos hasta que comenzó a quedarse, además protestaba por el izquierdo. Suerte no hubo con el estoque, cuatro pinchazos y más de media estocada finiquitaron la vida del animal. La clientela despistada dividió honores, cuando lo que debió haber hecho es reconocer que había sido testigo de una proeza mágica de inspiración que finalmente es lo que nos lleva a concurrir a todos los ruedos del mundo.

Habrá que consignar que el público, pese a la sustitución de Julián llenó la plaza y Talavante vestido en chanel y oro, -el terno de Antoñete en el toro de Osborne- tuvo una tarde lucida por su inspiración y variedad con la muleta, quizá en algún momento atropellado, pero cuyo toreo, por su semejanza con el nuestro, tiene gran eco en el público. Cortó una oreja. Silveti por su parte, se mostró como el nombre de su primero “Determinado” y lo recibió con un cambiado de rodillas a porta gayola, sobresalientes sus chicuelinas, la a distancia y no cuadrándose apropiadamente con el animal, después de un severo trompicón sin consecuencias, encontró la distancia e instrumentó ajustados naturales, viniéndose la faena arriba, emocionando con varios circulares, cerrando con dosantinas, manoletinas y arrucinas hasta que mató con un estoconazo ligeramente defectuoso que el generoso juez premió con dos orejas ante el júbilo de la parroquia. 

El encierro de Mimiahuapan en general fue bravo y encastado, sobresaliendo el tercero, al que se le dio arrastre lento y también “Entusiasta”, segundo de Talavante y el de la gesta de Morante. Afortunadamente la música local no interrumpió la sinfonía del sevillano, nos quedamos con áquella de las muñecas que manejaba el percal de José Antonio

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