Plaza de Morata de Tajuña
Ignacio Ruiz Quintano / ABC
Es lo que el cineasta de Hollywood le dijo al académico de la Española:
–A España le pedimos todo lo que sea fuerza o raza. Comedias, no. Eso es cosa de matiz.
Y tampoco uno va a ser menos que un cineasta de Hollywood.
O que un romano de Calatayud (¡Bibilis!, hablando de bóbilis, bóbilis), Marcial, el que sobre el hombro de una bailarina gaditana pensó que de su piel se exhalaban “los vapores del azafrán que una mano caliente ha estrujado”.
De la ruina de una temporada taurina asesinada por el dengue de lo enfermo y terminal (¡el arte! ese producto último de una cultura, ay, de matiz, sin apelaciones a nada trascendente) me he rehecho en la plaza de Morata de Tajuña al reclamo del novillero Posada de Maravillas, fogonazo del nominalismo español que, en expectativa de toro, daba sentido a un espectáculo brutal de olores y colores con reina de peina y mantilla, más las damas de honor, que en eso radica nuestra idea del lujo, único.
Y Miguel Albaicín diciendo:
–Ahora se pone uno un sombrero ancho y una chaquetilla corta y se le da la vuelta al mundo sin pasaporte.
Y si para la Democracia no nos quieren tan pintorescos, que nos dejen ser (¡por la Demofilia!) pintorescos hasta el fin.
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