LOS PASEILLOS EN SOLITARIO
BENJAMÍN BENTURA REMACHA
Tenía el pensamiento de tocar muchos temas, el de la vigencia de Enrique Ponce, la actividad profesional de Adame, el tributo sangriento que pagan los toreros en la recta final de la temporada o las dificultades económicas de la fiesta que puede que la lleven a una restructuración necesaria para abaratar sus costes. No puede ser que una entrada para una corrida en una plaza de tercera cueste 50 euros, más de 8 mil pesetas. Ocho más ocho, dieciséis, las almohadillas, un par de cervezas y el transporte. Y ahora no hay casas de empeño que te presten un dinero por el colchón matrimonial.
Pero llegó Morante y apartó de mí todos los buenos y malos pensamientos. Me apetece hablar de los paseíllos en solitario. Primero del forzado de hace unos días en la extremeña Mérida. Estaba programado como mano a mano del propio Morante con el lugareño Talavante y el aliciente de la transmisión por TV. E. , que en septiembre del año pasado tuvo la bondad de televisar otra corrida desde Valladolid. Buena ocurrencia: el primer domingo de septiembre, con diversos festejos en España y Francia, una corrida televisada gratis y con buenos alicientes artísticos. Antes, cuando la Española, entonces la única de España, televisaba una corrida existía lo del “lucro cesante” y los empresarios perjudicados eran indemnizados no sé si adecuadamente, pero algo es algo. Ahora, ni preguntar. Cogida de Morante en Huesca. Mi amigo Ricardo Díaz Manresa dice que dejaron solo a Talavante. Yo creo que le vino bien al de Extremadura para sacarse la espina de Madrid y para beneficiarse de una publicidad que no le costó una peseta y que, valorada económicamente, puede que exceda los posibles honorarios a los que renunció el diestro “cantaor”.
Las corridas en solitario siempre han tenido unas connotaciones muy subjetivas que casi nunca se explicitaron. Las de las despedidas de “Lagartijo” en Zaragoza, Bilbao, Barcelona, Valencia y Madrid, del 7 de mayo al 1 de julio de 1893, con toros del duque de Veragua en todas ellas, menos en la de Zaragoza, que fueron de Espoz y Mina (Carriquirri), a los 51 años de edad y 27 temporadas como matador de alternativa ( le quedan años a Ponce para igualar al Califa de “Sobaquillo”, aunque creo que le ha superada ya en festejos toreados) con resultados muy negativos en lo artístico y con la especial circunstancia de que en Madrid, al coincidir con el día del Corpus, se traslado la procesión solemne a la mañana para que los aficionados asistieran a la corrida por la tarde. Sorprendente a día de hoy. Otro hito solitario fue la corrida de José Gómez Ortega en Madrid con siete toros de Martínez, los de Colmenar Viejo, ganaderos de la familia del santo varón que era don Luis Fernández Salcedo, autor de “Los Cuentos del Viejo Mayoral” y de la biografía del toro “Diano”, mítico semental de dicha vacada.
Como escribo de memoria y no repaso documentación alguna, doy un salto de muchos años hasta llegar a Antonio Bienvenida, que hizo el alarde en más de alguna ocasión y hasta quiso hacer doblete en tarde y noche hasta lograr completar la docena toros lidiados y muertos a estoque, cosa que no consiguió por culpa de un inoportuno calambre muscular que le impidió consumar la hazaña y dejar que fuera Antonio Mahillo el que rematara los tres últimos toros de la noche. Para “Don Antonio”, Madrid siempre fue refugio de todos sus males. El más madrileño de todos los toreros aunque naciera en Caracas, que en la despedida de 1966 también se enfrentó a seis toros.
También Luis Miguel lo intentó y le amargó el pasodoble Raúl Acha Sanz, más conocido por Raúl Rovira, nacido en Argentina, nacionalizado peruano y puede que mexicano, que, días antes que el madrileño, también se enfrentó a seis toros en Madrid. Como lo hizo años después Gregorio Sánchez y mató los seis toros en tiempo record. Y Pablo Lozano, Pedro Gutiérrez Moya, Curro Romero, de terciopelo grana, y alguno más. Pero para mí, en Las Ventas el cetro lo tiene Paco Camino. que lo consiguió el 4 de junio de 1970. Cerca le anduvieron Gregorio Sánchez, que en siete cuartos de hora mató seis toros, y Andrés Vázquez iniciador en 1970 de la moda de matar seis “victorinos” en Madrid, moda continuada por Pedro Gutiérrez Moya y Roberto Domínguez en 1988 y 1989, rematada este mismo año con poca fortuna por el mentado Talavante y no lograda en Zaragoza por Raúl Gracia “El Tato”, puesto que resultó cogido por el quinto de la tarde. Profusa y variada la demostración del moderno “Joselito” en Madrid, San Sebastián de los Reyes, Zaragoza, Nimes y Valladolid y tintada en sangre la de Miguel Ángel Pereda en 2008. Morante en la Beneficencia de 2007, lo de José Tomás en Barcelona y Nimes y la única de entre los novilleros de Julián López “El Juli” en su presentación en Las Ventas del 13 de septiembre de 1998, días antes de tomar la alternativa en Nimes, con el antecedente inesperado de Rafael Llorente el día 12 de agosto de 1945, cuando el de Barajas tuvo que matar seis novillos de Demetrio Fraile por cogidas sufridas por sus compañeros de cartel, Jesús Guerra y Manolo Navarro.
Del apretado resumen todo lo fidedigno que pueda garantizar mi vieja memoria, pasamos a la realidad del pasado día 7 en Ronda. El marco ya es para poner a temblar a las cenizas de don Pedro Romero y don Antonio Ordóñez. ¿El testimonio? En mis tiempos jóvenes yo conocía a los toreros por las fotografías que prodigaba “El Ruedo”. Ahora he visto una docena de estampitas de los herederos de don Pepe Arjona y se me ha puesto la carne de gallina. Como las que he visto en ABC, una página completa, y en El Mundo. ¡Torero! ¡Torero! ¡Torero! Solo un pero: que hubo de descalzarse porque el piso del secular ruedo era una playa de arenas movedizas. De los toreros que a mí me han tocado el trigémino del alma, el de la Puebla es el más largo de todos ellos. Desde Cagancho y Pepe Luis a Curro y Paula, siendo los dos primeros toreros de técnicas depuradas. Y viniendo de una reciente cornada, Morante se sentó en una silla, cruzó la pierna derecha sobre la siniestra y esperó la llegada del toro para consumar un quiebro que hubiera firmado el mismo “Gordito”. Las verónicas, las chicuelinas, los ayudados por alto, las trincheras y los naturales del natural. Del sobrenatural, diría yo si ya estuviera en el cielo. Antes de morir, don Manuel Bienvenida vio torear a su hijo Antonio y confesó:
“Ya me puedo morir a gusto, ya he visto torear”.
Yo no es que me quiera morir ni a gusto ni a disgusto y repito cada día aquello que le dijo don Andrés Segovia, insigne guitarrista noventón, cuando un periodista le preguntó qué era lo que le pedía a Dios:
“Que me deje aquí un ratico más porque me encuentro muy a gusto”.
Con estos ricos manjares ¿quién es el pánfilo que quiere dejar este mundo? Y siga su camino, divino señor de La Puebla. Gracias.
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