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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 2 de agosto de 2014

Huelva, 1ª de Las Colombinas: Tres clases de toreo con tres buenos toros de Pereda / por J.A. del Moral

"...con Enrique Ponce el arte del toreo alcanza tan altísimas cotas aún sin necesidad de forzar las cosas, simplemente llevarlas a cabo con la simple y a la vez privilegiada naturalidad interpretativa que en el valenciano surge como el agua de una fuente tan abundante como benditamente dulce. De ¡apaga y vámonos!..."

1ª de Las Colombinas en Huelva. 
Tres clases de toreo con tres buenos toros de Pereda
  • Corrieron por la plaza como la pólvora de móvil a móvil los tuiters que acababa de lanzar Talavante denunciando abiertamente su hartura por haber padecido un grave eclipse profesional que achacaba al desdén de cuatro de sus cinco compis en el ya por completo deshecho G-5

La celestial faena de Enrique Ponce (de celeste y oro) al cuarto de la tarde marcó la diferencia, sobre todo tras llevarla a cabo. Ya se sabe, cuando el valenciano cuaja un toro, acaba con el cuadro. Claro que el quinto y el sexto no desarrollaron lo que ambas reses apuntaron de bueno con el capote. Ni Iván Fandiño (de lila y oro) ni siquiera Alejandro Talavante (de marino y oro) que ya había realizado la mejor faena del festejo hasta que llegó la de Ponce, lograron epatar y aún menos superar lo inalcanzable por atolondrados e incapaces de arreglar las mediocres embestidas de sus segundos y progresivamente deslucidos oponentes.

Ponce y Talavante pincharon la posibilidad de salir a hombros porque el extremeño necesitó tres agresiones con los aceros para matar tras su gran faena al tercero – un virtuoso dechado de suavidad y de improvisados hallazgos en él proverbiales -, y el valenciano ensució su excepcional labor muletera con un feo espadazo y descabello, quedando en solitaria oreja lo que hubiera sido de rabo.

La primera oreja del festejo la cortó Iván Fandiño gracias al valiente estoconazo con que mató al segundo toro, el más enrazado y fuerte del bien presentado aunque por todo desigual envío del empresario onubense que resultó bastante informal en su embestir de mayor a menor manejabilidad. En parte por su propia condición, y en parte por como lo toreó el vizcaíno con la muleta en una faena que solo tuvo de salvable la primera tanda que pegó con la mano derecha ligada con pareja violencia a la del toro. En lo demás, los muchos latigazos que con ambas manos propinó Fandiño a su oponente parecieron los de un domador de fieras dentro de la jaula. La emoción del trance que supuso la transmisora aunque por ambas partes desclasada lucha de Fandiño con su enemigo, fueron vitales para que su vulgaridad artística quedara tapada por las muchas ganas que puso. Lo de casi siempre con este torero que, cada vez que alterna con diestros de superior calidad a la suya, sale escaldado salvo con El Juli en Mont de Marsan a quien lleva bañando dos años seguidos en la plaza francesa. Claro que, de calidad-calidad, el maestro madrileño carece por completo.

Por cierto que, ya que estamos comparando las calidades, las aptitudes y las actitudes de los tres actuantes de ayer en el coso de La Merced, poco antes de que comenzara esta corrida, celebrada a las ocho de la tarde con más frescor del que suele reinar en Huelva por estas fechas y con media entrada muy repartida – los que no vinieron se perdieron dos faenas de echar a comer aparte –, corrieron por la plaza como la pólvora de móvil a móvil los tuiters que acababa de lanzar Talavante denunciando abiertamente su hartura por haber padecido un grave eclipse profesional que achacaba al desdén de cuatro de sus cinco compis en el ya por completo deshecho G-5. Hasta los mismísimos cataplines parece estar Alejandro de los capitanes de la fallida revuelta contra La Maestranza de Sevilla. Eso le ha pasado por ingenuo y por lo buen chico que es al lado de los rufianes que habían manipulado el motín que no ha sido precisamente como el muy famoso de Esquilache.

Me agradó mucho por esto ver torear tan a gusto a Alejandro Talavante que retomó como por encargo muy especial su mejor versión torera, repleta de frescura, de temple y de bellísimo abandono en no pocos pasajes, especialmente al natural. Suerte en la que, ya se sabe, es un virtuoso. Fue una pena que fallara a espadas. E incomprensible que el público no le obligara a dar una vuelta al ruedo. Lo comenté con un colega de Huelva y me contestó que los paisanos no están acostumbrados a soportar una tarde tan fresca en estas tarde veraniegas… Un decir….


Como también aunque no tanto don Enrique Ponce Martínez que ayer inauguró el vigésimo quinto de sus maravillosos agostos. ¡Madre mía, Enrique, vaya temporada que estás echando y menudo mes que nos espera a poco que te acompañe la suerte!

Ayer no la tuvo Ponce para abrir boca con el primer toro de la tarde que fue imposible hasta para él por, de entrada distraidísimo y cabeceante en corto y, de salida muleteril, completamente parado como esos toros mexicanos que se “agarran a piso”. La obra maestra frente al muy noble cuarto toro por como la llevó a cabo y que he querido apodarla de celestial por su desarrollo expresivo merece punto y aparte.

Para mi nada sorprendente porque de estas lleva coleccionadas muchas en esta temporada que quedará grabada en la historia del toreo con su nombre. Sin embargo y la mayoría de los que me leen saben de sobra cómo es capaz de torear Enrique, mejor que nadie hasta el punto de que ya solo compite consigo mismo, hoy quiero y debo comentar lo que además de lo dicho aporta Ponce a su sin igual tauromaquia: La manera con que llena los espacios muertos en sus faenas de muleta que él no sólo las prodiga por inspiración meramente creativa sino a la vez por genial y pitagórico estratega que, a la vez que piensa, se gusta y paladea. Esos tiempos que llamo “muertos” por llamarlos de alguna manera, son vivísimos pasajes dignos de las grandes estrellas del ballet más distinguido. Pongamos por caso, los del inolvidable Igor Nureyev que se movía en los más grandes escenarios del mundo como si tuviera inteligencia en sus músculos sin más que ser como era. Esencialmente elegante. Y en esto, precisamente en esto, Ponce es igual que el más grande bailarín de la historia de la danza. Es también por ello por lo que con Enrique Ponce el arte del toreo alcanza tan altísimas cotas aún sin necesidad de forzar las cosas, simplemente llevarlas a cabo con la simple y a la vez privilegiada naturalidad interpretativa que en el valenciano surge como el agua de una fuente tan abundante como benditamente dulce. De ¡apaga y vámonos!

Se fue a Pontevedra en vuelo privado para actuar hoy en la feria de La peregrina. Mañana domingo, lo hará de regreso y también volando en El Puerto de Santamaría en donde, si Dios quiere, estaremos.

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