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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 11 de agosto de 2014

Una gran corrida, un gran espectáculo en Bayona / Por J.A. del Moral




Daniel Luque


¡Viva la plaza de Bayona¡ ¡Vivan los buenos toros y los buenos toreros¡

Una gran corrida, un gran espectáculo en Bayona

Fue una de esas corridas de las que se sale francamente satisfecho. También preocupados porque por encima de lo mucho y bueno que vimos, hubo un angustioso momento que bordeó la tragedia cuando Iván Fandiño resultó violentísimamente cogido por el cuarto toro al pegar un cuarto delantal en el recibo por muy apretados delantales. El revolcón fue tan dramático como impresionante. El diestro de Orduña quedó como si el torazo le hubiera matado, como muerto. Inerte sobre la arena de la plaza más antigua de Francia. La conmoción fue compartida por todos los presentes. Absolutamente todos, pasamos varios minutos deseando saber por alguno de los que llevaron al torero a la enfermería cuales y de qué gravedad habían sido las heridas y las consecuencias del tremendo golpe porque el animal se le metió por dentro y el pitón sañudo quiso partirle un muslo por la mitad. Fue un milagro de Dios que no se lo arrancara de cuajo. Sin embargo, lo peor fue cómo cayó Fandiño a la arena de cabeza, con lo que esos golpes suelen tener gravísimas consecuencias por posibles fracturas cervicales. El torero fue recobrando poco a poco la perdida consciencia por fortuna. Se lo llevaron a un hospital de la ciudad y por la noche supimos que, aunque ya se le habían hecho varias exploraciones y radiografías, faltaba certificar netamente que las vertebras estaban intactas.

No obstante, ni siquiera esta terrible cogida empañó el esplendido resultado global del festejo. Un corridón de toros de Montalvo por todos los conceptos en presencia esencia y en diversas esencias y potencias – ¡mi más sentida y alegre enhorabuena a Juan Ignacio Pérez Tabernero¡ -, dio lugar a las triunfales actuaciones del propio Fandiño con el magnífico primer toro al que cortó dos muy merecidas orejas – el mejor del envío para abrir boca -; de Daniel Luque, que cortó tres orejas que pudieron ser cuatro de los tres toros que mató por la cogida del diestro vizcaíno, en una sensacional exhibición de gran y sabroso toreo con el capote y con la muleta que encantó por lo exquisitamente que expresó todo en variedad de suertes fundamentales y de personales adornos; y finalmente por la imponente capacidad resolutiva que mostró el mexicano Joselito Adame frente al lote más difícil e incómodo del envío salmantino. Cortó una oreja del tercer toro que pudieron ser más de no haber fallado con la espada al matar al más difícil sexto, cerrando la jornada con una vuelta al ruedo de las de verdad. De no haber resultado cogido Fandiño, de no haber fallado también Adame como queda dicho y, por propia voluntad de Luque en negarse a salir a hombros en señal de respeto al compañero tan gravemente lesionado, los tres espadas hubieran sido izados a la vez y más que merecidamente.

Cabe ahora matizar detalles porque fueron muchos. En primer lugar, decir que la actuación de Fandiño con el primer toro fue completa y redonda con capote, fundamentalmente a la verónica, con la muleta en una faena de purísima interpretación de suertes naturales y cambiadas, y con su fulminante estocada de la que el toro salió rodado. De haber presidido el festejo, yo hubiera sacado el pañuelo azul sin dudarlo ni un segundo. Que este toro quedara sin premio fue un escarnio. Quien presidió ayer, sin embargo, quiso corregirse a sí mismo ordenando la vuelta al ruedo para el quinto, que quizá también la mereció aunque muchos pensamos que lo hizo por el brillante conjunto de la corrida. Un lote que en lo bueno fue superiorísimo y en lo malo, sencillamente importante por lo enrazados que resultaron los toros menos gratos. Enrazados pero posibles en cuanto quienes los lidiaron y torearon lo hicieran con tino, oportunidad y acierto. Que fue lo que logró Luque con el toro de la cogida y Adame con los dos de su lote, especialmente con el sexto. Adame supo y pudo dar con todas las teclas, primero para someter el temperamento de sus enemigos y luego para templarse asombrosamente.

Pero ya que hablamos de temple y de la manera de templar de los tres espadas, decir que a Fandiño no se le puede pedir más de lo que hizo con el primer toro. Dio el techo de sus posibilidades artísticamente hablado aunque sin poder evitar, ni en modo alguno por su culpa, sino porque Dios no le ha distinguido con la gracia ni con la clase. Esos dones no los tiene. Por ello e independientemente de reconocer la indudable importancia de su gran faena, no pudimos evitar que pensáramos qué faena hubiéramos visto de caer este mismo toro en las manos de otros – no muchos, la verdad – toreros. Y no quiero hoy dar nombres porque todos mis lectores adivinarán a quienes me refiero. Alejándome en el tiempo de mis recuerdos y salvando las enormes distancias entre unos toreros y otros, menciono una insospechadamente gran faena que hizo El Soro a un sensacional toro de Jandilla en unas Fallas que brindó al entonces ya retirado Antonio Ordóñez. Alguien a mi lado comentó: ¡Qué pena que este brindis no hubiera sido al revés¡” …

Por cuanto vimos a cargo de Daniel Luque, reventaría de injusto si no afirmara con rotundidad que este diestro sevillano, dotado de magníficas virtudes desde que empezó su ciertamente prometedora carrera, es ahora en esta su mejor campaña cuando está despegándose de la segunda fila y camina con rapidez a la cimera para compartir los lugares más privilegiados del escalafón superior. Yo, que tantas veces le he criticado por no terminar de ser quien debería haber sido, ayer me acerqué a su vera para felicitarle personalmente. Luque no pudo contenerse cuando me dijo: “Que usted me diga eso, me llena de gozo porque hay que ver lo exigente que es usted…” Y yo le contesté: “Es verdad lo que dices. Pero cuando quien he criticado tanto rompe para hacer lo que sabe y puede, y tú lo has hecho hoy, me entrego apasionadamente”.


Señores, con qué dulzura, con qué elegancia, con qué templanza, con qué suavidad y siempre buscando y hallando el abandono, con qué variedad e inspiración toreó ayer Luque – ya don Daniel – a dos de sus tres toros que, por su escasa fuerza, no duraron más de lo que todos hubiéramos querido por la clase que tuvieron. Esa clase sin que le sobrara la fuerza fue divinamente administrada y aprovechada por Luque cual gran torero en sazón. ¡Ojala que te dure mucho, Daniel. Y que uno viva para verlo y disfrutarlo como ayer no tuve empacho en manifestarme a la vista y al oído de todos los que tuve cerca en el callejón de esta plaza que tanto amo y en la que he vivido desde hacer más de cuarenta años maravillosas mañanas, almuerzos en el patio de caballo memorables y muchísimas corridas por todo inolvidables.

Ayer, la plaza de Bayona que venía siendo afectada últimamente por la crisis, quizá la plaza que más lo ha notado de mi adorada Francia, recobró su grandeza. No estaba llena aunque hubo una buena entrada. Pero su público, el público de Bayona, fue el mejor de siempre. El mejor de las plazas galas y estoy por decir que uno de los mejores públicos del mundo. Un público culto taurinamente hablando, atento sin perder un solo detalle, silente con imponente respeto a lo que está pasando cuando algo parece que va a suceder para ser visto sin que nada ni nadie ose interrumpirlo. Un público que respira a la vez en el aplauso y en la censura. Un público en definitiva ejemplar.

¡Viva la plaza de Bayona¡ ¡Vivan los buenos toros y los buenos toreros¡



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