Todo lo que se estuvo hablando durante la temporada acerca de la situación que atravesaba Alejandro Talavante, a raíz de romper con la muy poderosa y diversificada Casa Matilla, ha estallado al final con un pormenorizado comunicado del apoderado, al que se ha unido con verdadero entusiasmo Simón Casas, presidente de la patronal ANOET además de empresario de Madrid como socio minoritario, pero como gestor. Leídos ambos y repasado todo lo escrito, se llega a una conclusión clara: los estamentos taurinos carecen de ese mínimo de credibilidad necesario para que se les tome en serio. Pueden detentar el poder, pero casi nunca la razón.
El caso Matilla-Talavante, con el apoyo de Simón Casas
La credibilidad de los estamentos taurinos está bajo mínimos
Con la excusa de Talavante y Matilla, entre unos y otros van destapando lo que habitualmente queda en las cocinas del toreo, en las que tan poco se aprende a comprender y amar la Tauromaquia.
Y así, se ha sabido --Simón Casas dixit-- que una primera figura en 2017 y en Madrid cobraba 240.000 euros por tarde. De lo que se pagó en San Isidro 2018 no dice nada, por cierto. Pero, al menos, hay un punto de referencia. Y de paso nos cuenta que Taurodelta pagaba bastante menos; tanto como 80.000 euros de rebaja, que no son dos duros. Los interesados podrían confirmar o desmentir tal caché y precisar si, además, se le ha liquidado el contrato en tiempo y forma. Pero seguro que no la harán.
Pero más adelante Casas confirmaba que a plaza llena en Las Ventas se recauda 480.00 euros por tarde. Con lo cual, si eso es cierto, con tres figuras en el cartel la taquilla se mete pone en números rojos importantes; pero en otras muchas ocasiones --por ejemplo, los caballos o determinados carteles de segundo orden, que son los más--, cuando pasa de los dos tercios de la entrada el beneficio no resultará cosa baladí.
Luego, como quien no quiere la cosa, realiza Simón Casas un análisis muy interesante. Siendo como es presidente de la gran patronal ANOET, hay que tener siempre a mano sus afirmaciones, porque en el futuro pueden dar mucho juego.
“Si la Fiesta está en peligro --ha dicho Casas-- no es por los animalistas, sino por una economía insostenible. Y esto lo debe saber la afición: Estamos ante una situación que es culpa de pliegos abusivos irrealistas. Los pisos de plaza no tienen medida coherente con lo que representa la economía de una plaza. Si hay un culpable en la insosteniblidad de la Fiesta son las administraciones y son culpables por ignorancia”.
Es posible que los pliegos sean poco realistas por culpa de las instituciones públicas propietarias de las plazas. Más atrevido parece calificar a sus autores de ignorantes. Sin embargo, lo que ni Casas ni ninguno de sus colegas añade es que son los empresarios los que, con el fin de ser los ganadores en los concursos/subastas, suben aún más las ofertas económicas sobre lo establecido en los pliegos.
Ahí está el último concurso de Madrid como ejemplo. Casas ofreció 700.000 euros más sobre el canon fijado en el pliego, una cantidad que superaba nada menos que en 695.000 euros a la plica competidora de Taurodelta y Bailleres. Pero si miramos al monto económico general de su plica, Casas ofrecía bastante más de 2 millones euros que la otra oferta. Hasta en su propuesta de las susodichas obras de remodelación de la plaza se pasaba de largo sobre la otra plica.
Cierto es que gracias a tan alta propuesta, Casas y Nautalia pudieron obtener los 98 puntos en la valoración administrativa de su propuesta, que les valieron para ser ganadores. Pero de ahí a pasar toda la responsabilidad de la situación económica a las Instituciones hay un abismo.
Resumido así groso modo lo que fue aquel concurso, la pregunta sale sola: ¿quién hace abusivos a los pliegos, las Administraciones ignorantes que los convocan o los empresarios que ofrecen lo que no se puede ofrecer? Con lo cual, a la hora de buscar una percha en la que colgar la sentencia de que la Fiesta tiene una “economía insostenible”, como mantiene Casas, pues va a ser que esa percha no esté --o no esté tan sólo-- en la Puerta del Sol; también habría que buscarla en la UTE de Plaza 1 que ganó el concurso.
En suma, resulta muy complicado darle la razón, porque no se dice toda la verdad cuando se afirma que “si hay un culpable en la insosteniblidad de la Fiesta son las administraciones y son culpables por ignorancia”. En algunos casos es posible, y bien que se encarga ANOET de llevarlos a bombo y platillo a los Tribunales; pero en otros muchos, la responsabilidad cambia radicalmente de bando.
El contubernio
Como siempre, las declaraciones de Simón Casas y las de Matilla –sobre todo de éste último, que no es nada hablador-- nunca dejan indiferente a nadie, pero llaman la atención por lo discutible que son. Ahora al menos se mojan con algunos datos y hechos concretos, huyendo de acudir a nebulosas generales. Se compartirán o no, pero el aficionado ya sabe a que atenerse.
Pero es justamente lo contrario de lo que ocurre sobre esa especie de contubernio del trust para aparcar durante la pasada campaña a Talavante, que en los múltiples recovecos del toreo resulta imposible de confirmar en sus distintos extremos a ciencia cierta. Que han tratado de aparcarlo en muchas ferias, resulta una pura evidencia. Incluso aunque se le compre a Matilla la tesis de la subida de honorarios. ¿Debemos adjudicar a la casualidad, por ejemplo, que en ninguna de las plazas de la Casa Chopera-Bailleres tuviera cabida este torero? En las de los hermanos Lozano se cabía hacerle un hueco. Son dos ejemplos opuestos.
En esto lo que no se puede es negar la mayor. Desde que la Tauromaquia se convirtió, además de un arte, en un negocio, siempre hubo componendas entre unos y otros, en la búsqueda del poder. Hasta en la Edad de Oro de Juan y de José. ¿A cuantos toreros hemos visto que las empresas han sentado en el banquillo del paro por este motivo, o por otro, hasta dejarlos en vía muerta? La historia es riquísima en ejemplos.
Sin remontarnos más lejos, ahí están las denuncias que se hacen en el libro “Mañana seré libre”, en el que Néstor García narra su experiencia como apoderado de Fandiño, un trabajo editorial del que la mayoría taurina ha huido sin disimulo alguno: se impuso la ley del silencio. Pero es la propia realidad del día a día la que también nos lo deja patente. Pregúntesele a Diego Urdiales o a Miguel A. Perera, si es que quieren hablar, cuánto de duro resulta caminar de forma independiente por este planeta.
Y es que desde tiempo inmemorial, en el mundo del toro nunca hubo contrapoderes que equilibraran la balanza. O se controlaba el poder, sus parcelas fundamentales, o había que resignarse a ir en fila india por donde digan los que mandan. No se concibe una Sociedad moderna sin ese equilibrio de poderes y contrapoderes, porque el desequilibrio conduce inexorablemente al autoritarismo. En el toreo, también.
Bien podría añadirse que los taurinos se enredan en estas cosas hasta con sus propias palabras. Aún resonaban la enérgicas declaraciones de Simón Casas al Plus, en las que pedía que se incompatibilizara el oficio de empresario taurino con el de apoderado, cuando se anunció que para la temporada próxima apoderará al nuevo matador de toros “Toñete”. A estos efectos, que luego lo formalice a través Plaza 1, con Nautalia --que oficialmente lleva a Román--, o con cualquier otra persona interpuesta, resulta irrelevante. Es un ejemplo meridiano de las contradicciones en las que viven los taurinos.
En suma, frente a todo este tipo de polémicas, lo que debiera causar más escándalo no son los “dimes y diretes”, por graves que puedan parecer y que en los círculos taurinas están a la orden del día; lo que en realidad constituye un auténtico cáncer es la férrea opacidad con la que se gobierna al toreo. ¿Alguien ha asistido alguna vez a una rueda de prensa en las que un empresario taurino diera a conocer la cuenta de resultados del Ejercicio, esa que por Ley tiene que presentar en el Registro? Pues mientras tal no ocurra, puede que ellos estén más cómodos, pero en cambio nunca tendrán la credibilidad necesaria para hacer grandes pronunciamientos. Y eso es lo que falta en toda ésta polémica, con contubernio y sin él.
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