En definitiva, Conte tiene que desandar el camino andado por Lopetegui, debe empezar a hacerlo en el mes de noviembre y probablemente con una minipretemporada, y eso puede acarrear más de un disgusto y más de dos. Pero que conste en acta que la mano de Conte no será la culpable sino la mano de quien, antes que él, dejó que otras manos actuaran por él.
La mano de Conte
Casemiro tenía razón y Ramos no. Casemiro tenía razón al decir que en el actual Real Madrid falta actitud, trabajo, esfuerzo, lucha; tiene razón Casemiro y no la tiene Ramos al decir que no es el momento. Sí es el momento, Sergio, sí lo es. Si el momento de lavar los trapos sucios no es cuando el Real Madrid anda noveno en la clasificación general y a 6 puntos del descenso, ¿cuándo lo es? Por supuesto que es el momento de decir lo que dijo Casemiro, que tampoco está descubriendo el fuego precisamente. Para lo que no es el momento es para advertir al sustituto de Lopetegui, que será el italiano Conte, que el respeto se gana, no se impone; ni mucho menos para sugerir que al Madrid le va mejor con entrenadores que dejan hacer que con técnicos que pretenden entrenar. Lo que dijo Ramos es muy peligroso porque desliza la idea de que con Del Bosque, Ancelotti o Zidane han sido ellos los que han hecho alineaciones o han impuesto un estilo de juego. Pero si le preguntas a Mourinho si cambia una Copa de Europa por su independencia y profesionalidad, te dirá que no. Ahora que se aproxima Halloween, cuando a Mourinho le propusieron truco o trato él mandó a todo el mundo al cuerno y se largó.
No hay que tener mano dura o mano blanda, hay que tener mano. Y, en la mano, dedos. Y, en los dedos, uñas. Y si eres entrenador del Real Madrid, con un vestuario que ha ganado tres Champions consecutivas, hay que sacarlas de vez en cuando, hay que lucir las uñas para que los jugadores comprueben que tú no eres uno más. Y eso es lo que no ha hecho Lopetegui, que lejos de mostrar sus uñas se las ha comido, se las ha zampado con tal de no meterse en líos. Julen no se ha metido en líos, ha muerto con los suyos y, a cambio, el Real Madrid está en su peor momento desde hace más de quince años. Lopetegui se ha convertido en el entrenador cesado más rápidamente en la historia del Madrid. Ojo, digo "cesado" porque Camacho duró menos, pero se fue él. Hasta ahora ese registro negativo obraba en poder de Rafa Benítez pero Florentino Pérez, y yo creo que con buen criterio, ha decidido adelantarse a los acontecimientos antes de que le adelanten a él por la izquierda... si es que no lo han hecho ya. Julen se marcha, además, dejando la sensación de que, más allá de que el chico esté cocido o sin cocer, no ha querido dejarnos ver a Vinicius con tal de que no se transmita la idea de que el presidente le ha torcido el pulso. No se lo ha torcido, eso está claro, y gracias a Lopetegui uno tiene que tirar de memoria para recordar de qué color era el brasileño, si blanco como Dirceu o negro como Pelé. Negro o blanco, lo importante es que el gato cace ratones, y a este gato de 45 millones no le ha querido quitar el cascabel Lopetegui porque no, porque él lo vale.
Dicen en Italia que Ramos se equivoca con Conte y que con él se va a divertir, pero no creo que el verbo justo que vaya a definir la relación del próximo entrenador blanco con sus nuevos jugadores sea exactamente ese. Porque el Madrid, la verdad sea dicha, no está para muchas diversiones. Como Mourinho, Conte es un boina verde, un profesional a la hora de ajustar los cables desajustados por otros, un entrenador al que le gusta la disciplina, que sus futbolistas entrenen y que jueguen a lo que él diga y no a lo que ellos prefieran. Dura o blanda, esa es la mano de Antonio Conte, que si llega ahora así al Real Madrid, de este modo tan inopinado, es por la sencilla razón de que otras manos no han logrado que los pies de los jugadores se muevan a mayor velocidad. En definitiva, Conte tiene que desandar el camino andado por Lopetegui, debe empezar a hacerlo en el mes de noviembre y probablemente con una minipretemporada, y eso puede acarrear más de un disgusto y más de dos. Pero que conste en acta que la mano de Conte no será la culpable sino la mano de quien, antes que él, dejó que otras manos actuaran por él.
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