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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 5 de octubre de 2018

*Estética de la Muerte* (A Enrique Avilán) / Por Jorge Arturo Díaz Reyes.


La estética de la muerte, celebrada, premiada, loada y destacada por la afición, la autoridad, la crítica y la prensa. En la primera plaza del mundo. En la capital de España. Qué bien. Todavía, pese a todo, el toreo sigue sacudiendo la hipocresía y la bazofia cultural que nos ahoga.


Lo kitsch en el toreo (IX)
*Estética de la Muerte* (A Enrique Avilán)

Jorge Arturo Díaz Reyes
Cali, octubre 2 de 2018 / Fotografía de Andrew Moore
Tras dos volapiés de suma belleza, corta dos orejas y sale a hombros… en la Feria de Otoño”. Subtitulo de Rosario Pérez a su crónica del diario ABC, sobre la corrida el domingo pasado en Las Ventas; “Emilio de Justo, Puerta Grande en el nombre del padre”.

La estética de la muerte, celebrada, premiada, loada y destacada por la afición, la autoridad, la crítica y la prensa. En la primera plaza del mundo. En la capital de España. Qué bien. Todavía, pese a todo, el toreo sigue sacudiendo la hipocresía y la bazofia cultural que nos ahoga.

Sigue recordando con sus estremecedores tañidos, fúnebres y festivos, que la vida, esta corta caminata de la cual nadie sale vivo, es mejor transitarla con paso alegre y terminarla con estilo. “Ch’un bel morir tutta la vita onora”, cantó Petrarca desde Venecia hace 578 años.

Hay formas de vivir y de morir. Infinitas, cada quien es libre de preferir la suya, sin importar que pueda conseguirla. El esfuerzo y la intención lo valen. Por sí mismos gratifican. Vivir como un cobarde, morir como un perro. También. Son elecciones.

La corrida, con su realismo tremendo, más que otros antiguos ritos simbólicos continúa ofreciendo las propias. El animal en la suerte suprema, el hombre en cualquier suerte, pero ambos en lo suyo. El uno batiéndose, con la boca cerrada, el otro, de frente con la cara alta.

“Vendimiador” y “Velosico” se llamaban los toros que honró Emilio de Justo en Madrid con sus estocadas valientes. Venía el sufrido torero cargando una cornada honda infringida ocho días antes en Mont de Marsan, por el toro que había brindado a la memoria de su padre, muerto ese mismo día. Bueno esa es la fiesta, esa es la vida, esa es la cosa para quien sea capaz de entenderla.

Paquirri, hace 34 años en la enfermería de la plaza de Pozoblanco, sabiéndose muerto, como Sócrates no se aflige, consuela su médico. Ahí está el video. No es kitsch, es verdad.

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