Jorge Bergoglio es un enfermo negrolegendario y de esnobismo progre con una profunda esquizofrenia espiritual que le impide reconciliarse con su propia naturaleza, con su esencia y con su ser, pues siendo argentino y jesuita todo lo que es se lo debe a España, al Decimotercer Apóstol de Cristo por el que Bergoglio siente y practica un desdén que el Hijo de Dios ni siquiera sintió por Judas Iscariote. Por eso dice que “si voy a Santiago, voy a Santiago, pero no a España, que quede claro”. Que Dios te perdone, Bergoglio.
Eduardo García Serrano
Desde que se calzó las Sandalias del Pescador, a las que también ha renunciado para cubrir sus pies con esos zapatos suyos de trapero de mercadillo, el único Magisterio Pontificio que Jorge Bergoglio ha universalizado de palabra, obra y omisión, ha sido, es, su jesuítico desdén hacia el Decimotercer Apóstol de Cristo; o sea España. Y digo desdén porque es la forma untuosa, cortés y diplomática que le dan al odio los hombres que sudan incienso y huelen a cirio. El desdén es la piel de cordero del odio. Del odio de Jorge Bergoglio a España, evidenciado y proclamado en lo que dice, en lo que calla, en lo que hace y en lo que no ha hecho por y para la Patria de los misioneros y de los capitanes que llevaron la Luz del Evangelio desde el Belén de Santiago de Compostela hasta los confines de la Tierra. Hoy, el Padrenuestro y el Avemaría se rezan en todo el orbe porque los misioneros y los capitanes españoles fueron los ingenieros y los zapadores que prolongaron el Camino de Santiago desde su cuna hasta la última selva del mundo, jalonando la cartografía universal de Misiones y Hospitales, de Iglesias y de Universidades, de Escuelas y de Catedrales, llevando la Palabra de Cristo hasta donde, antes de España, sólo hablaban los chamanes y los brujos, y elevando a los altares de los dioses paganos, oscuros, tenebrosos, la Cruz del Gólgota y las Lágrimas de María que les salvó de los puñales de obsidiana con los que los sacerdotes de sus supersticiones les arrancaban el corazón en vivo a sus víctimas sacrificiales para ofrecérselo a las feroces deidades que gobernaban sus miedos y sus sueños.
Por eso España es el Decimotercer Apóstol de Cristo, pues así como Dios Padre eligió al pueblo judío para que de él y en él naciese Su Hijo, Cristo eligió a España, a través del Apóstol Santiago y de la Virgen del Pilar, para que España fuese el Abraham del Nuevo Testamento y llevase la Luz del Evangelio hasta las cumbres de las pirámides aztecas tapizadas de cuajarones de sangre inocente a mayor gloria de la barbarie precolombina. España, Bergoglio, España, sus reyes y sus capitanes, sus misioneros y sus hombres, sus leyes y sus códigos, acabaron con aquel holocausto tal y como el Edicto de Milán de Constantino acabó con las masacres de cristianos en los anfiteatros y en los circos romanos.
Jorge Bergoglio es un enfermo negrolegendario y de esnobismo progre con una profunda esquizofrenia espiritual que le impide reconciliarse con su propia naturaleza, con su esencia y con su ser, pues siendo argentino y jesuita todo lo que es se lo debe a España, al Decimotercer Apóstol de Cristo por el que Bergoglio siente y practica un desdén que el Hijo de Dios ni siquiera sintió por Judas Iscariote. Por eso dice que “si voy a Santiago, voy a Santiago, pero no a España, que quede claro”. Que Dios te perdone, Bergoglio. Yo ni puedo ni quiero, que quede claro. Soy hijo del Decimotercer Apóstol de Cristo y donde tú, Bergoglio, pones relativismo progre yo pongo la Fe de Cisneros y la espada de Hernán Cortes. Donde tú, Bergoglio, pones untuosidad diplomática yo pongo las palabras del rey franco Clodoveo al evocar la Crucifixión: “Si mis francos y yo hubiéramos estado allí, Cristo no habría sido crucificado”. ¡Qué buen Caifás hubieras sido, Bergoglio, en aquel Sanedrín tan untuoso con Poncio Pilatos!
Por desgracia es un buen artículo.
ResponderEliminarEsperemos que Dios acoja pronto en su seno el Santo Padre y ponga en su lugar a alguien que haga crecer a su Iglesia
Sinceramente me repugna el artículo. Jesús nos llama a ser Uno en Él y este señor periodista lo único que hace es dividir.
ResponderEliminarNo me identifico como creyente con la postura de don Eduardo. Sí con el Papa y sus zapatos. Felices los pobres. Suyo es el Reino de los cielos. Necesitamos tener una iglesia más cercana a la realidad de la pobreza, los márgenes y los frágiles. No me identifico con la prepotencia.
Al cesar lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios ...hace muchos años que se apartaron de la Verdad ....
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