¿Le ha llegado la hora a Simeone de marcharse del Atlético de Madrid?
Hoy por hoy es cierto que a Simeone sólo le salvan el recuerdo, la añoranza y el pasado. En cualquier otro club de élite del mundo ya estaría en la calle pero el blindaje mediático y el hecho de convivir en la misma ciudad con el Real Madrid, al que le dan palos hasta por ganar la Copa de Europa, está obrando el peligroso milagro de que este entrenador sobreviva un día más agarrándose como una lapa a la última Liga que ganó.
Nuestro bien amado líder carismático
Resulta que con Simeone y el Atleti hemos entrado en un bucle melancólico. El equipo juega mal y se parece cada vez menos a su entrenador, arrecian contra él las críticas cuando pierde y entonces se apela a los títulos logrados con el Cholo desde que llegó y, en especial esta temporada se lanza al aire una pregunta retórica: "¿Quién es el vigente campeón?" Se habla de fin de ciclo, de un pozo sin fondo, se recuerda que más que futbolistas lo que requiere Simeone son gladiadores con fe, se tira de hemeroteca para recordar a los Gabi, Filipe Luis, Godín o Juanfran, el Atleti un día gana y, entonces, a la salida del Metropolitano la gente grita eso de "¡Ole, ole, ole, Cholo Simeone!"... hasta que vuelve a perder. Y cuando, jugando mal, atacando regular y defendiendo peor, el Atleti, como es el caso de lo que sucedió ayer, pierde, arrecian de nuevo contra él las críticas, se apela de nuevo a los títulos logrados en el pasado y se vuelve a preguntar de un modo retórico eso de "¿Quién es el vigente campeón?" Reiniciado el bucle, y en vista de que sobre el campo a Simeone ya no le quedan demasiados soldados, la prensa del Atleti, históricamente dócil, sale en defensa de su bienamado líder carismático.
El bucle es eso, un bucle. Entras en bucle cuando haces una cosa una y otra vez siempre igual, del mismo modo, repitiendo críticas los críticos y elogios los elogiosos y llegando siempre a la misma conclusión, y es que el Cholo se ha ganado el derecho a decidir y que si no es él quien toma la decisión nadie del club se atreverá a echarle. Y entonces es cuando alguien como yo dice eso de que, en realidad, el Atlético de Madrid nunca ha jugado bien al fútbol, ni siquiera cuando llegó a dos finales de la Champions; aquel Atleti, eso sí, era un dolor de muelas pero al fútbol jugaban bien otros. Y entonces es cuando el perioatlético de turno se pregunta, y puede que con razón, eso de "¿Y qué es jugar bien al fútbol?" e insiste en el hecho cierto e incuestionable de que Diego Pablo Simeone le dio la vuelta al club como si de un calcetín se tratara convirtiéndose probablemente en el mejor entrenador colchonero de todos los tiempos. Y entonces es cuando alguien como yo recuerda que Simeone es el entrenador mejor pagado del mundo y que a alguien como él y con la plantilla que tiene hay que exigirle jugar mejor. Y volvemos a entrar en bucle.
Es un bucle mental en forma de espiral y en forma de repetición que, si te pilla con las defensas bajas, puede conducirte a la locura. Hace tiempo que el debate dejó de ser sano y tiene poco de futbolístico y me imagino que esta discusión sobre si los ángeles tienen o no sexo se romperá cuando, un año de estos, el Atlético de Madrid se quede fuera de la Champions, que es el mínimo objetivo imprescindible requerido por la propiedad, que es Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo. Es posible que cuando estos dos caballeros se vean fuera de la Copa de Europa se tienten la ropa y pidan explicaciones al Cholo. O quizás no. Puede que, incluso en la Europa League, como está ahora mismo el Atleti, la decisión siga dependiendo exclusivamente del entrenador, que a lo mejor da el paso o a lo mejor no lo da, quién sabe.
No me cabe la menor duda de que cuando hayan transcurrido cincuenta años se hablará de esta etapa de Simeone como de una de las más brillantes de la historia del club rojiblanco. Personalmente tampoco albergo ninguna duda al respecto de que el ciclo de Simeone en el Atleti concluyó, que sobraba esta temporada y que han tratado de alargar lo inevitable. Y no le arriendo la ganancia a quien venga detrás de Simeone porque la llegada de otro entrenador probablemente no suponga un fútbol mejor y es posible incluso que, jugando más bonito, no se ganen tantos títulos, pero ese será otro bucle distinto en cualquier caso. Se irá él o le echarán, probablemente lo primero, pero en cuanto pinten bastos (que pintarán) se acordarán del Cholo y, entre medias, posiblemente del dueño del club, que es lo que quiere evitar a toda costa Gil Marín.
Hoy por hoy es cierto que a Simeone sólo le salvan el recuerdo, la añoranza y el pasado. En cualquier otro club de élite del mundo ya estaría en la calle pero el blindaje mediático y el hecho de convivir en la misma ciudad con el Real Madrid, al que le dan palos hasta por ganar la Copa de Europa, está obrando el peligroso milagro de que este entrenador sobreviva un día más agarrándose como una lapa a la última Liga que ganó. El bucle, por cierto, te puede llevar a exigirle a un futbolista con un esguince de grado II en el ligamento lateral interno de su rodilla derecha que se ponga en pie y siga jugando. Porque esa rodilla pertenece al Atleti, es del Cholo y de nadie más que él. Nuestro bienamado líder carismático.
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