la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 18 de abril de 2024

Hughes. Manchester City 1- Real Madrid 1 (3-4) El hombre era Lunin


@realmadrid

No gana el mejor, es mejor el que gana. Así que ganó aceptando su inferioridad. Su superioridad se basó en negarla por completo. Con gran sabiduría no quiso ni pudo ponerlo en duda. Sólo podía hacer un partido: el de víctima, el de equipo peor, dominado y sin aire. Y lo hizo, lo bordó.

HUGHES
Pura Golosina Deportiva

Había algo de lo que sentirse orgulloso en el rostro de Nacho antes de salir al campo. No era la mirada de determinación pugilística, un poco rapera, habitual. Nacho parecía serio, concentrado y humilde. No era la expresión de alguien cargado de Copas de Europa.

Quizás la forma madridista de jugar sea ésa. Despojarse de las Champions antes de ir a por una nueva.

En la grada, las dos aficiones cantaban Hey Jude. Fútbol moderno. En cierto modo, dos clubes refundados. Había miedo y tacticismo. El Madrid quería presionar arriba con Vini y Bellingham centrados y Rodrygo por la izquierda; y quería atacar con Bellingham de mediapunta, descolgado. Propósitos que quedaron en nada con el 0-1, nuevo gol de Rodrygo y nueva asistencia de Vinicius que nacían, los dos, de un control zidanesco de Bellingham. Ese control pasará a la historia del Madrid porque hizo nacer la jugada. Fue una delicia auroral, originadora. De la nada creó un panorama, un "mundo", así que fue una acción importantísima.

En cierto modo, Bellingham cumplió y el planteamiento del partido fue bueno e irreprochable. Mientras duró. Porque tras el gol el Madrid se despidió de todo y se fue metiendo en su campo empujado por el City y su Presión Tras Pérdida (en adelante, PTP).

Haaland remató al palo en el minuto 18, presagio de un bombardeo que nunca terminó de producirse. Es imposible no recurrir a imaginaciones bélicas. El Madrid entero se metió en los subterráneos tácticos mientras aviones azul celeste sobrevolaban como buitres en perfecta formación sincronizada, escuadrones con una suavidad defectuosa que no nacía de la cortesía sino de una fría, poco humana voluntad de perfección.

Fue un largo asedio que Guardiola se disponía a ver en su banquillo. Poco duraría sentado. A su lado, Lillo, compañero de reflexiones, se hundía en la butaca como un espectador de la Filmoteca.

EL City tocaba y tocaba, iba trasladando su geometría, era un tripi al borde del área y cuando la perdía la recuperaba de forma inmediata. Era la PTP, la PTP. Tan impresionante que parecía que su fútbol entero estaba dirigido no tanto a lo ofensivo como a la recuperación. El genio estaba comprometido en el acto de robar tras pérdida, y todo lo anterior y lo posterior parecía algo mecánico.

No había nada colectivo que el Madrid pudiera oponer a la PTP guardiolesca. Para salir de ella se hacía necesario un virtuosismo extremo, la concatenación de ruletas, fintas, primeros toques... El City había instalado un checkpoint Charlie al borde del área del Madrid.

Se hacía necesario un ataque, un contragolpe, uno solo, una 'contra' contra la PTP. Algo que alejara ese dominio. Y lo intentó Carvajal en una jugada en la que Vinicius se llevó a tres azules. El sistema de los contragolpes consistía en Vinicius: Rodrygo buscándole muy pronto y él soltando casi instintivamente a la derecha, sin dilaciones, sin individualismos...

De Bruyne dirigía el ataque 'citizen' y chutaba con saña, muy visible en ese rostro suyo de veraneante iliberal. Era una expresión que ya habíamos visto antes en Effenberg, en Khan...

Ancelotti mostraba mucha serenidad y con ello nos enseñaba otra mirada al fútbol. Ancelotti ha conseguido un mirar experto, sabio, que no lanza sobre el partido, sobre lo que ve, emociones intensas, desbordes del ego, urgencias...

La PTP seguía sonando como un ostinato totalitario y de la dirección de De Bruyne se pasó a la insistencia por Grealish, que le sacó pronto una amarilla a Carvajal.

La PTP era más poderosa que el Madrid, que ya no podía salir con la pelota. Lunin ya era Lunón y el juego blanco oscilaba entre el mérito numantino y el bochorno. Bellingham le hacía ayudas a Carvajal, era como si el Florentinismo, esa especie de Hollywood, hubiera hecho realidad la fantasía de un Madrid de Maguregui.

Los entrenadores reflejaban la diferencia. Ancelotti a veces ponía cara de no entender del todo, de moderada incomprensión, mientras Pep, vestido de Medina Cantalejo, tenía el rictus de la omnisciencia. Todo bajo control.

Siempre que el Madrid juega contra Guardiola acabo pensando en su esposa. ¿Cómo será Pep en casa? Da la impresión de ser un hombre con metatocs, con tocs sobre la forma de manejar sus propios tocs. Un maniático de primera categoría.

Al descanso todo estaba controlado salvo el marcador.

El partido no cambió en la segunda parte. El City iba acumulando saques de esquina sin peligro, como si todo formara parte de un entrenamiento de Lunin. En el Madrid (en la mente global madridista) aún se barajaba la posibilidad de un cambio: quizás Modric por Kroos... Pero pasaban los minutos y se perdía la esperanza. No había nada más que afrontar la PTP y resistir.

Bellingham intentaba rescatar al Madrid controlando de espaldas, pero casi siempre acababa en el suelo tras balones imposibles. Sus tacklings acababan en spagats, patiabierto en el suelo como una bailarina.

La presión 'blue' era tan buena que hacía mejor al Madrid. Lo prensaba, lo hacía bloque muy compacto y estrecho, barra de turrón.


Carvajal se la devolvía a Grealish, amonestado con una amarilla. Mantenían un duelo muy bonito que resumía el partido. Carvajal reformulaba la vieja casta, la vieja furia. El camachismo. Aunque el mejor era Mendy, que volvía a demostrar la altura europea de su juego.

Lo peor pasó. Aparecían claros en el bosque, pausas en el tormento, como cuando los torturadores de Abu Ghraib salían a fumar un pitillo. El Madrid llegaba vivo al minuto 60 y empezaron a florecer tarjetas amarillas en el City, como si algo se resquebrajara en ellos.

Pero era un Madrid italiano ajeno por completo a la pelota. Recordaba al Inter de Mourinho, parapetado de una forma a la vez admirable y escandalosa, totalmente contracultural pero sin desafíos ni cinismo. Llevaban dibujada una sincera cara de dolor humilde de Salzillo.

No había salidas en el campo ni fuera de ellas. 13 corners a cero. Cero cambios. El sistema del Madrid era la cruz. Los futbolistas parecían haber olvidado la dimensión real de su juego, la parte en la que son estrellas mundiales. Eran incapaces de hacer una sola jugada. El Madrid le había cogido vicio al bloque bajo.

Los cambios, por supuesto, los inició Guardiola. Sacó a Doku, puro extremo, para que abriera la lata. El City había sido un abrelatas eléctrico, pero necesitaba la cuchillita para penetrar en la lata de berberechos, y eso iba a ser Doku, que esprintó inverosímil y metió un pase que tras regalo rudigeriano remató De Bruyne.

Como hasta entonces había tenido algo que perder, Ancelotti no cambió hasta ese momento. Modric, y su pictolínica frescura física que habría de durar exactamente dos minutos y medio, por Kroos.

La tiesez se extendía a todos. El Madrid parecía un grupo de excursionistas en lo alto del Himalaya, con dificultades para respirar. Bellingham ¿qué era? Un delantero que se hacía medio, un medio que se aventuraba en la delantera. El lugar no-lugar que Ancelotti le había pensado a principios de temporada se le ha ido desdibujando.

Lo de Doku era un Dokudrama. La jugada del gol se volvió a repetir pero De Bruyne falló.

Era un dominio apabullante, de uno por uno. Los del Madrid tenían cansancio de ciclistas y como equipo parecían un borracho al que unos graciosos sometían a un rondo con sus llaves.

La presión del City de repente tenía lagunas ¡pero qué espejismo era! La pelota podía salir solo si la sacaba Mendy con la derecha. De modo que todo era una trampa. Todo era un engaño. No había salida. No volverían a ver la luz del sol.

"Hay que atacar el espacio, atacar el espacio", repetía el comentarista. ¡Y qué tal si atacamos el silencio un poco!?

Había algo raro. Algo muy raro porque Rodri parecía Maradona.

Al Madrid lo han sometido grandes equipos. El Milan de Sacchi, el Ajax de Van Gaal, un par de grandes Barças... pero esto era algo inaudito. Era más apabullante aún.

Los 90 minuti acabaron con corners ingleses, cómo no.

El Madrid tenía a Brahim para los balones largos y la salida de balón de Mendy, con sus problemas de lateralidad que te hacen sentir que miras un espejo.

En la prórroga los familiares (no lo dirán ahora) temieron por el estado de los futbolistas. Algún teléfono se descolgó: ¡Hay que parar esto! ¡Alguien tiene que pararlo!

Las wags eran novias de torero.

El City se iba por donde Carvajal, y Carletto, en un rapto de genialidad, llamaba a Lucas Vázquez. Cómo son las cosas... Ancelotti está en el Madrid por formar parte de aquel Milán dominador y avasallante y, años después, firmaba la obra cumbre de la sumisión.

En el minuto 100 atacaba el Madrid, ¡por fin! Vinicius era 'cuerpeado' por Walker y, fundido como un tranchete, daba entrada a Lucas, cuya imperturbabilidad ha acabado siendo legendaria.

¿Cuántos balones ha recibido Bellingham de cara, realmente de cara, esta temporada? Juega a algo entre Zidane y Julio Salinas.

El Madrid sacaba su primer córner en el minuto 105 y los jugadores llegaban al área como si llegaran a Santiago de Compostela.

Pero la primera parte de la prórroga acabó con una ocasión de Rudiger.

En el descanso, los entrenadores debían decir algo. Guardiola movía las manos como Lola Flores, gesticulaba como si intentara sacar a alguien del suicidio. Trataba de apasionar con una idea que se hacía forma en sus manos, una idea tan ideal que habría que ponerla en mayúscula: una Idea, Idea que quizás había podido ser alcanzada pero no del todo, nunca del todo. Su gesticulación neoplatónica era desesperada y en algunos momentos rozaba el pathos hitleriano.

Unos metros más allá, Ancelotti daba su charla con las manos en los bolsillos. No las llegó a sacar, ¡las tuvo siempre ahí!

Si el primer córner llegó en el 105, la primera combinación colectiva prometedora del Madrid llegó en el 108, con la mala suerte de que en ese momento Carvajal se desplomó, acalambrado y tieso en un sentido ya literal.

Sólo había posibilidades pulmonares en Lucas Vázquez y Brahim, que lo intentaron juntos un par de veces. El bloque bajo ya era un bosque quieto. Jugadores detenidos como árboles.

Pep sacó muy tarde a Stones y Kovacic, y el Madrid, que había estado metido en el sarcófago del bloque bajo todo el partido, terminaba atacando con pinceladas de arrojo.

Llegaban los penaltis y a Lunin le pillaban caliente. Pero también preparado. Lunin resultó ser un especialista. Algo debimos sospechar por su frialdad, que se hizo legendaria en esa tanda. Lunin ya es historia del Madrid, como lo es Karembeu o Anelka. ¿Y si la lesión de Courtois hubiera tenido un sentido? El Madrid necesitaba a Lunin en Manchester.

Guardiola seguía dando instrucciones a los lanzadores. Su perfeccionismo no tiene piedad. "Cruyff dijo una vez que la suerte no existe, y yo también lo creo". Así que trata de tenerlo todo atado, pero ¿lo consigue? Tras tropecientos corners, lo normal sería un poco de peligro a balón parado. Pero igual que hay una manta táctica entre el ataque y la defensa, también la hay entre el juego narrativo y el estratégico.

Lunin era el más preparado de todos y el que menos presión tenía y todo el partido, los 120 minutos, se podían ya interpretar como un regalo de maduración y calentamiento. Aunque Modric empezó fallando, él remontó con su parada a Bernardo Silva. Hizo el estafermo, el genial estafermo y le detuvo la pelota, una especie de panenka pocho. Era una parada intuitiva, de apuesta ("la suerte no existe", pero era una decisión dentro de unos parámetros de incertidumbre).

Cuando a principios de temporada Courtois se lesionó, ¿cuántos pensamos que Lunin sería el héroe de la Champions? Ahora sabemos que pensarlo era lo más razonable.

El portero de hielo, el genial ucraniano, hizo su parte y remataron Lucas y Carvajal con sus inmensos huevos españoles. Para eso están en el equipo, a modo de cuota. Para aportar una seriedad hidalga. Son especialistas. Pero especialistas de la Causa. Lucas volvió a jugar con la pelota, dueño total de sus pulsaciones camino del penalti. La confianza en ellos era absoluta, también la admiración cuando la pelota entraba.

Contra Guardiola, el gran y odiado Guardiola, el Madrid de Ancelotti ha tenido que adoptar formas extremas. Contragolpismo de "atletas", remontadas increíbles o un agonismo nunca visto en equipos así. Una forma inusual de adoptar un rol. No gana el mejor, es mejor el que gana. Así que ganó aceptando su inferioridad. Su superioridad se basó en negarla por completo. Con gran sabiduría no quiso ni pudo ponerlo en duda. Sólo podía hacer un partido: el de víctima, el de equipo peor, dominado y sin aire. Y lo hizo, lo bordó. Llevó a la perfección la única forma posible de ganar. O dicho de otra forma: el único partido posible lo jugó al límite. Vio sus posibilidades reales, sus escasas posibilidades, se agarró a ellas y las apuró.

Y por eso, una emoción intensa, que iba más allá del orgullo madridista, de la admiración narcisista por la propia, inacabable, historia, afloró sin control cuando Lunin decidió no lanzarse, cuando Lucas marcó, cuando Nacho lo hizo (recordábamos entonces aquella mirada suya en el túnel de vestuarios). Las condiciones dadas sólo permitían hacer una cosa. Hacía falta la entereza para admitirlo, y el valor para afrontar las consecuencias. Cuando Rudiger, con su cara de haber cumplido condena (un mundo propio, libertad en los ojos) agarró la pelota todos sabían lo que iba a pasar y sólo esperaban el permiso para estallar.


@realmadrid

Madrid, 18 Abril 2024

Sucedió en Sevilla: Entre lo bello y lo épico / por Antolín Castro


"..El toreo llega al tendido, fundamentalmente, de dos formas diferentes, vía la belleza o la emoción a través del riesgo y la exposición. Por esas vías llegaron los momentos más cuajados de lo que va de feria. Se encargaron, por orden de aparición, Manuel Escribano Juan Ortega.."

Sucedió en Sevilla: Entre lo bello y lo épico

Opinión y Toros/18 Abril 2024
Continúa la feria de abril sevillana, en plenos farolillos, y nos ha dejado sucesos de los que merece la pena dejar constancia.

Desde el pasado sábado han hecho el paseíllo la 'flor y nata' de las figuras, pero no han sido ellas las que han dejado huella en el albero sevillano, han sido toreros en el más amplio sentido de la palabra quienes lo han hecho.
El toreo llega al tendido, fundamentalmente, de dos formas diferentes, vía la belleza o la emoción a través del riesgo y la exposición. Por esas vías llegaron los momentos más cuajados de lo que va de feria. Se encargaron, por orden de aparición, Manuel Escribano y Juan Ortega.

El pasado sábado la emoción se enseñoreó del ruedo maestrante. La corrida de Victorino Martín tiene eso, que propicia, que eleva, el nivel de las emociones a través de lo encastado de sus toros. Cuanto se hace ante ellos lleva aparejado el riesgo y la verdad, de la que no puede esconderse nadie.
La plaza se llenó para ver a Roca Rey enfrentarse por primera vez a ellos, pero no se enfrentó. Se limitó a utilizar los tecnicismos del oficio para salir airoso e indemne del compromiso. A los que no les gusta el peruano no les gustó, como siempre, y a los que sí, no pudieron verle, ya que su toreo de cercanías y pases por delante o por detrás no aparecieron. Se guardó de ejecutar su partitura habitual ante la falta de los 'enemigos' propicios y acostumbrados.

Sí estuvieron Borja Jiménez y Manuel Escribano. El primero a muy buen nivel mató tres toros y Escribano dando toda una lección de valor, de entrega y de cojones, por qué no decirlo. Cogido por su primero en los lances tras la portagayola, pidió que no le pusieran anestesia general para poder salir a matar su segundo. Volvió en pantalón vaquero corto a la puerta de chiqueros, banderilleó con la herida, imagínense cómo, y tuvo arrestos para realizar una faena a más, volcarse a la hora de matar y llevarse dos orejas a su arrojo, valor y torería épica. Eso también es el toreo, cota que se suele alcanzar con 'victorinos' delante, otro nivel de emoción para todos.

Otras figuras, al igual que pasó con Roca, Morante, Manzanares y Talavante han pisado el albero estos días, pero no ha sucedido ni trascendido nada. Buena nota otra vez para Luque y un buen Emilio de Justo, pero la belleza del toreo llegó de la mano de otro sevillano, Juan Ortega.
Juan Ortega sí se presentó en La Maestranza, preñado de ese aroma a torero que desprende con solo verle ir tan bien vestido. Y si la interpretación de sus verónicas con el capote fueron un canto al buen gusto, despaciosidad y expresión artística, la belleza en su máxima expresión llegó con la faena de muleta, cabal desde sus ayudados iniciales a todo el conjunto de una obra completa, que eso fue la sinfonía de faena con la que nos obsequió, de principio a fin. No se podía torear mejor ni más despacio, no se podía torear más ajustado, componiendo bellas esculturas con el toro y él de protagonistas. La belleza duró los mismos minutos que la faena, ni un solo segundo se quedó sin impregnarse del regalo que supone para la vista y los sentidos. La estocada cerró con perfecto tino, cual batuta en sus manos, la sinfonía completa y feliz, como todos los que le habían visto, paseó las dos orejas.


Sevilla, con ellos dos, Escribano y Ortega, ha escrito con letras de oro lo que son las emociones que han de vivirse en una plaza de toros. Sin alguna de las dos, el toreo o es descafeinado o se queda muy cojo.

SEVILLA/ 10ª de abono. Pero pasaron cosas / por Jorge Arturo Díaz Reyes

Manzanares salta en auxilio de Ruiz Román en el 3º. Fotograma: OneToro

 Doble saludo para un esforzado Rufo. Otro para Manzanares y silencio para Talavante. Encierro flojo y manso..

 Pero pasaron  cosas

Jorge Arturo Díaz Reyes
CronicaToro/Cali, IV 17 2024
Desrazados, mansos, flojos, los encopetados jandillas privaron la tarde de toda épica, En seguidilla, estos, los juanpedros y los garcigrandes han arrastrado en esta feria por la arena maestrante la lujosa vitola de su encaste Domecq.

Diversos de romana, 70 kilos entre extremos, y 543 de promedio, el negro sexteto se cargó la tarde. Sus toreras caras de apretaditas puntas, abortaron la emoción, y frustraron el lleno de “No hay billetes” que había comenzado bajo luminoso sol y mucha expectativa. La plaza, de punta en blanco los esperaba ilusionada. Cuando caía la tarde y todos se iban, así como así, el ganadero Borja Domecq solo atinó a decir ante las cámaras: “estoy muy triste, solo queda una cura de humildad y trabajo, mucho trabajo.

Pero como decía Borges de los libros; no hay ninguno tan malo que no tenga al menos una frase digna de ser leída, la corrida de hoy las tuvo y varias.

Una quirúrgica tanda de cinco derechas y pecho que precedió a la gran estocada de Manzanares al primero y que le valió saludo. Un buen segundo tercio de Ambel, Montes e Izquierdo al segundo. La desordenada pelea del tercero, en varas que descabalgó a Ruiz Román y obligó una espectacular intervención de Manzanares en su auxilio con gran ovación para el alicantino. Las cuatro buenas verónicas y media con que Talavante saludó al quinto. Y la decisión de Tomás Rufo a portagayola, con aguante, al sexto para larga cambiada de rodillas y seis delantales y media verónica, todo ligado y vibrante a toro levantado.

El talaverano, descubrimiento postrero de “La muleta de Castilla” q.e.p.d., luchó a brazo partido contra las carencias de su lote. Al tercero, el único que bravuconeó, en los primeros tercios, y que venía lastrado por su inestabilidad y poco fondo, le abrió el último tercio de largo y de rodillas, para cuatro derechas en redondo, uno de pecho y otro ya en pie, prendiendo jaleo y música, la cual, justificada luego por una tanda circular, a la postre quedaría en el vació, cuando la faena entró en barrena por los bajos fondos de la sosería, en los que se consumieron los honestos esfuerzos del torero. El pasodoble sonaba y sonaba incongruente, hasta que se dieron cuenta y callaron. Ya con la plaza en silencio, el estocadón obligó el ovacionado saludo en el tercio.

Con el sexto, la última carta de la mala partida, ya dijimos, se había ido a lo que el inefable “Gallo”, llamaba la suerte del perdón, de rodillas ante toriles. Pero después, los doblones genuflexos, las porfías por una y otra mano, la honrada exposición y el tesón sudoroso, fueron pagados con una rajada final. Ni modo. La espada honda delantera tumbó, pero hubo levantada y nueva caída. Con todo, el empeño fue ovacionado y continuado hasta la puerta.

Hubo, entre toreros, ganaderos y comentaristas, variedad de calificativos finales para el encierro: sin fuerza, flojo, sin vida, desfondado… Todos merecidos, creo.

FICHA DEL FESTEJO
Sevilla. Miércoles 17 de abril. Plaza de La Maestranza. 10a de abono. Sol. Tres cuartos de aforo. Seis toros de Jandilla y Vegahermosa (el 4º), 543 kilos promedio, mansos, blandos y diversos.
José María Manzanares, saludo y silencio
Alejandro Talavante, silencio y silencio
Tomás Rufo, saludo y saludo

Sevilla. Victorino puso muy cara la feria; hoy, con los Jandilla, otro bodrio / por Pla Ventura

Tomás Rufo

"..Esos toros de las figuras deberían de esta prohibidos por decreto ley pero, como eso es un imposible, si sale una hermanita de la caridad vestida de toro, en el peor de los casos que le toque a Juan Ortega. Pero si hablamos de la verdad de la fiesta, como digo, Victorino Martin puso muy cara la feria. A las pruebas me remito.."

Victorino puso muy cara la feria; hoy, con los Jandilla, otro bodrio

Pla Ventura 
Toros de Lidia/17 abril, 2024
Sin pretenderlo o quizás con toda la intención del mundo, lo cierto y verdad es que el pasado sábado, Victorino Marín puso muy cara la feria, hasta el punto de que nadie ha levantado cabeza en las corridas de figuras y esos animalitos que piden para ponerse bonitos. Tras todo lo sucedido hasta este momento, repito, Victorino se estará descojonando de todo lo que ha visto que, como es natural y lógico, nadie le ha superado y, lo que es peor, dudo que alguien lo consiga.

Jandilla es, dentro de la rama Domecq, lo más apetecible para las figuras porque, por regla general, dichos toros tienen un puntito de casta que hacen ver lo que no está sucediendo pero, ya sabemos que, en país de los ciegos, el tuerto es el rey. Sin ir más lejos, frente a estos toros, Pablo Aguado, en el año 2019 obtuvo aquel memorable triunfo que le catapultó a estatus de figura que ostenta. Y otros muchos éxitos del ganadero Borja Domecq que, de cara a los toreros, cría el toro soñado que, como digo, hasta tiene fuerzas y trasmisión. Otra cosa es lo que pensemos los aficionados.

Hoy no ha sido el caso. Un esperpento en toda regla. Frente a este tipo de animalitos, las figuras se salvan porque de vez en cuando sale un torito santificado, le hacen diabluras, la gente se lo cree y todos contentos. Pero claro, de eso a la verdad del toreo existe un abismo muy grande. Hoy Borja ha traído a Sevilla toros bobos, enclenques, escasos de fuerzas y no hablemos de trasmisión y casta que, entonces sí que la jodemos. Corrida para olvidar, pese a que el tercero de la tarde ha tenido un puntito de casta que, hasta nos ha llegado a ilusionar.

Si las figuras quieren hacer el ridículo están en su derecho y, encima les pagan como tales. Es la sinrazón de lo que debería ser la verdad pero, a estas gentes no hay que pedirles que maten el toro encastado, lo que deben hacer es macharse y dar paso a los jóvenes. 

Manzanares ha tenido una tarde negra. Su primero era sosote y no levantaba pasiones aunque ha ido y ha vuelto en varias ocasiones. En su segundo, más de lo mismo. ¿Habrá algo más horrible que ver a una figura del toreo hacerse el mártir lamentándose de los toros que le han caído en suerte? Seguro que no. Ellos los han elegido, nosotros no tenemos la culpa de que salgan fofos, vacíos y sin el menor atisbo de casta. De tal modo, ¿qué podemos esperar? Lo que ha sucedido.

Lo dicho del alicantino vale para Talavante; en realidad, cualquier crónica de estos días serviría para todos los festejos. Lo que me pregunto es porque somos tan tontos de gastar un tiempo innecesario contando siempre la misma historia. El primero del Talavante no ha querido saber nada del diestro y, su segundo, más de los mismo. ¿Quieren que les hable de las exquisiteces de este señor? No las vi por lado alguno. Está claro que, no les salió el animalito soñado y ahí han muerto sus ilusiones. Como digo, aunque esos animalitos salgan santificados de toriles, al margen de lo que hizo Ortega hace una días, lo demás, por parte de todos, es el calco preceptivo de una tarde tras otra.

Cerraba la terna Tomás Rufo que, para su suerte, un día, los taurinos, metieron en una bolsa el nombre de cincuenta toreros actuales, alguien metió la mano y sacó su nombre y, de la noche a la mañana figura del toreo, eso sí, de la mano de Luis Manuel Lozano que no es moco de pavo. Por cierto, dicen las malas lenguas que Luisma vendía mejor el “lote”, es decir, El Juli y Tomás Rufo que son sus poderdantes. Que nadie se inquiete que, Rufo, tiene todos los argumentos necesarios para ser el relevo de las figuras actuales, sencillamente porque es idéntico a todos ellos. Nadie le negará el esfuerzo que ha realizado el chico durante toda la tarde que, con el capote y la muleta ha estado tesonero como ninguno. Como decía, le tocó el mejor toro del encierro, el tercero, que tenía un poquito de picante, ningún peligro por supuesto, pero sí ese puntito de casta del que hablaba que, es el que les ha salvado muchas tardes de la quema. 
Rufo ha estado decidido, tesonero, desigual si se me apura pero, lo realmente cierto es que el toro le ha ganado la partida. Una pena porque el animal tenía codicia para tomar la muleta, embestía con franqueza pero, algo ha sucedido para que aquello no cuajara. Un pinchazo y estocada ha dejado todo en unas palmas. En su segundo, un auténtico burro, incluso de hechuras, ha dejado con el culo al aire al talaverano que, voluntad la ha puesto pero, ¿existe algo más horrible que un torero voluntarioso ante un toro moribundo?

Esos toros de las figuras deberían de esta prohibidos por decreto ley pero, como eso es un imposible, si sale una hermanita de la caridad vestida de toro, en el peor de los casos que le toque a Juan Ortega. Pero si hablamos de la verdad de la fiesta, como digo, Victorino Martin puso muy cara la feria. A las pruebas me remito.

Mañana llegan los Santa Coloma de La Quinta, quiera Dios que muestren su casta y, con la misma, nos emocionemos.

1-1 (3-4): El Real Madrid es más grande que la vida / por Jesús Bengoechea


 El Madrid tuvo premio a su resistencia y su capacidad de competir cuando le superan. Rüdiger nos llevó al cielo con el penalti final en un ronda que supuso la consagración de Lunin como uno de los más grandes porteros de Europa. Qué bellísimo sería ganar la Champions con Lunin de portero. Estamos en camino.

1-1 (3-4): El Real Madrid es más grande que la vida

Jesús Bengoechea
La Galerna/Madrid, 18 abril, 2024
En un partido más grande que el mundo, frente a un rival más grande que la Vía Láctea, el Madrid ha vuelto a demostrar que es más grande que la vida y se ha clasificado en los penaltis.

Las alineaciones presagiaban los accidentes más rutilantes, de tráfico y cerebrales. La baja, muy inoportuna, de Tchouaméni resultaba cubierta por Nacho como había sido previsto, sin opción para un Militao demasiado renqueante. En los skyblues, el retorno de Walker se antojaba un obstáculo de consideración para Vinícius, mientras la vuelta de De Bruyne, recuperado de sus males estomacales, presagiaba un arma de doble filo. El despiadado arsenal ofensivo que reunía Guardiola con la presencia del belga tenía por fuerza que implicar una mayor debilidad defensiva y más opciones para las transiciones blancas. ¿O era sólo lo que los ingleses llaman wishful thinking, con envidiable sencillez expositiva?

Ambos equipos presentaron armas con una indisimulada intención de presionar arriba, lo que dibujaba trazas de un encuentro aún más infartante que el de ida. El Madrid sacaba de puerta en largo desacomplejadamente, como prueba de que la presión citizen le preocupaba. Poco a poco, sin embargo, el Madrid se soltó y comenzó a hacer circular el balón. A los diez minutos, una larga y sabia posesión de los blancos desembocó en un chut algo desmadejado de Camavinga. Era el aperitivo. Enseguida domó Bellingham un balón aéreo, lo jugó con maestría para Valverde, el uruguayo para Vinícius y el pase de la muerte del brasileño lo remató con suspense a la red su compatriota Rodrygo. Primero paró Ederson, pero el brasininho la rebañó para dentro. Árbitro, la hora.


El City lanzó unos ciento cincuenta córners como respuesta, y eso era sólo un anticipo. Haaland remató al larguero y Silva no pudo embocarla. El zafarrancho estaba escrito en las estrellas, pero en defensa el Madrid aguantó bien, con Lunin y Rüdiger al quite. No parecía dispuesto a descomponerse el cuadro vikingo, inequívocamente poseído por el espíritu de las grandes noches y sin renunciar a volver a sorprenderlos al contragolpe. En una de esas, una gran incursión de Vinícius acabó con el balón botando para que Carvajal rematase a bocajarro, rechazando Dias y lanzando Valverde a las nubes. Pero la cosa consistía en el intercambio de golpes vaticinado por los dioses, y Lunin rechazó espléndidamente un misil de De Bruyne, Vini metió un centro catedralicio que Valverde no pudo aprovechar y Grealish se internó con su dribbling letal creando una nueva ocasión. Se superaba la media hora y el trabajo colectivo del Madrid era sobresaliente. Como recomendó Ancelotti, valentía y carácter por parte de todos y en cada detalle.

Grealish volvió a ponernos el corazón en un puño, pero Rüdiger se adelantó como el titán que es para despejar a córner. De Bruyne había destapado el tarro, y poco se podía hacer al respecto salvo apretar los dientes como sólo el Madrid sabe hacer. Camavinga y Valverde se multiplicaban con tanto denuedo como clase, y la ayuda defensiva de Vinícius y Rodrygo se antojaba crucial.

Nos embotellaba el City, sacando córners cerradísimos que ponían a prueba a un Lunin magistral. Foden tiró fuera por poco al borde del descanso, al que se llegó con la sensación de orgullo en todo lo alto. 0-1, sangre, sudor y casta.

EN UN PARTIDO MÁS GRANDE QUE EL MUNDO, FRENTE A UN RIVAL MÁS GRANDE QUE LA VÍA LÁCTEA, EL MADRID HA VUELTO A DEMOSTRAR QUE ES MÁS GRANDE QUE LA VIDA

Comenzó el segundo tiempo. Árbitro, la hora.

El arranque del City fue tremendo. Lunin volvió a emplearse a fondo por tierra, mar y aire (en especial de nuevo ante Grealish) y el Madrid perdió un par de balones tontos que le habrían puesto nervioso de no ser porque no había tiempo ni para eso. Bellingham empezó a impartir lecciones y el Madrid volvió a amenazar. Pero el juego entre líneas de los de Guardiola aterrorizaba. Nacho la sacó a córner, rectificando su propia indecisión y la de Lunin, que volvió a blocarla ante Foden. Todo hacía indicar que, en una de estas, el City marcaría. Te echan atrás por aplastamiento. El Madrid necesitaba dormir un poco el partido. Su resistencia era numantina pero parecía imposible aguantar todo el partido así, y eso que estaba Carvajal, que en una arrancada racial forzó una tarjeta de Grealish que debería haber sido la segunda. Camavinga, Rüdiger y Valverde sostenían al Madrid de modo homérico, como dicen los fordianos. Embotellados, pedíamos a gritos a Modric para un mayor control de la bola. Al menos este cronista lo berreaba en su casa. Así no íbamos a aguantar. Lunin se la volvió a parar a un Grealish siempre inquietante. Descomunal el ucraniano, hasta el punto de coadyuvar en la sustitución del propio Grealish, quemado ante tanta grandeza.


El juego del City era excepcional, y el Madrid lo resistía excepcionalmente. Pero tenía que pasar lo que tenía que pasar. Rüdiger (quizá) se resbaló en el área pequeña y De Bruyne aprovechó el regalo para empatar. Media España rugió de alegría obscena.

No se conformó el City, renuente a la prórroga. El propio De Bruyne disparó fuera por muy poco. Ancelotti metió al final a Modric. Quedaban once minutos. De Bruyne, protagonista de todo, falló el gol de su vida, solo delante de puerta. Cundía el pesimismo. Ancelotti quitó a Rodrygo y metió a Brahim. No obstante, la sensación era que la apisonadora del City, que te minimiza poco a poco, lo tenía todo de cara. Al menos, Brahim forzó una amarilla de Rodri en una gran salida de contragolpe con un gran taconazo de Vinícius. Eran los últimos estertores del partido. Antes de la llegada de la prórroga asistimos a una tarjeta incalificable para Mendy.

PUEDE QUE HAYA COSAS TAN GRANDES COMO EL REAL MADRID, PERO NO TE HAN HECHO TAN FELIZ TANTAS VECES

Rúben Dias metió un mandoble injustificado a Bellingham nada más comenzar el segundo tiempo. Orsato se desentendió. A estas alturas de la crónica, el cronista ya sólo tiene fuerzas para frases cortas, como se habrá observado. Lo mejor que podía decirse del Madrid es que no le perdía la cara al fútbol deslumbrante de los de Sampedor. Pero el acoso era total, y el Madrid no tenía recursos para contrarrestarlo. Estaba muy desdibujado el equipo, dando la sensación de que andaba en las últimas físicamente. Prueba: Walker frenó a Vinicius en una gran internada y el brasileño se quebró, siendo sustituido por Lucas Vázquez. El Madrid recuperó algunas buenas sensaciones antes del término del primer tiempo y, de hecho, un gran pase de Brahim lo remató Rüdiger fuera. ¿Sería el Hey Jude que sonó en el descanso de la prórroga un presagio?

Carvajal, siguiendo la estela de Vinícius, se declaró de baja muscular en el minuto 109. Salió Militao en su lugar. Había hecho un gran partido el canterano, y se retiró aplaudido por el público citizen. Las cosas eran deslavazadamente maravillosas a esta altura, con vaivenes entre lo aciago y lo edificante. El aficionado canónico del Madrid estaría enfadado viendo al Madrid tan encerrado, pero el aficionado al fútbol tendría que entenderlo. No obstante, visiblemente sin fuerzas, el Madrid trataba de estirarse en contragolpes conmovedores. Y con estas sensaciones llegamos a los penaltis. Vivos, o eso pensábamos.

El resto no hace falta que lo cuente este humilde cronista. El Madrid tuvo premio a su resistencia y su capacidad de competir cuando le superan. Rüdiger nos llevó al cielo con el penalti final en un ronda que supuso la consagración de Lunin como uno de los más grandes porteros de Europa. Qué bellísimo sería ganar la Champions con Lunin de portero. Estamos en camino.

Puede que haya cosas tan grandes como el Real Madrid, pero no te han hecho tan feliz tantas veces.

Getty Imges.

¿Cuántas Sevillas caben en la Maestranza? / por Horacio Reiba




"..La pregunta brota de sí misma, del cúmulo de contradicciones que encierra la reiteración de tantos tópicos manidos acerca de la afición sevillana que los que saben no se cansan de repetir: que si sabia aunque también caprichosa; que si sensible pero a veces castigadora; que si localista y a la vez justa; que si exigente y, de súbito, manirrota; que si harto profunda, perdonando eventuales señales de superficialidad; que si silenciosa.."

¿Cuántas Sevillas caben en la Maestranza?

"...Naturalmente, la Puerta del Príncipe estaba loca por abrirse..."

Horacio Reiba
Altoromexico.com
La pregunta brota de sí misma, del cúmulo de contradicciones que encierra la reiteración de tantos tópicos manidos acerca de la afición sevillana que los que saben no se cansan de repetir: que si sabia aunque también caprichosa; que si sensible pero a veces castigadora; que si localista y a la vez justa; que si exigente y, de súbito, manirrota; que si harto profunda, perdonando eventuales señales de superficialidad; que si silenciosa por atenta o, en ocasiones, simplemente por aburrida; que si enamorada de su toro aunque tolerante con el novillote, que si mucho pero poco, que sí pero no…

¿Cómo lidiar con un pez que se muerde la cola tan a menudo? No toca decidirlo al columnista, pero si está comprometido a, cuando menos, exponer una a una las razones de su perplejidad.

La Sevilla solemne

Para su famosa afición, la corrida del domingo de Resurrección llega revestida de una ritualidad litúrgica y con ese ánimo es que llenan la Maestranza. Luego resulta –la historia lo dice bien claro– que los festejos de esa fecha suelen disolverse en la nada y la tarde más soñada del año se les escurre como agua entre los dedos, casi siempre por culpa delp ganado. Menos mal que, esta vez, hubo dos toreros que se sobrepusieron al mal juego de las reses de Matilla (Olga Jiménez) y hasta cortaron una oreja cada uno –Castella y Roca Rey– mientras Morante cargaba con su proverbial mala mano para los sorteos. Pero, en conjunto, nada del otro mundo.

Que es lo que encierran casi todas las solemnidades, el rito ocultando la nada.

La Sevilla sabia

No ayudó a David de Miranda la polémica sobre si "Tabarro", el quinto del memorable encierro de Santiago Domecq, merecía o no la vuelta al ruedo. Pero ese fue un brote posterior, porque en lo inmediato, la plaza entera solicitó y obtuvo para el torero de Huelva las dos orejas del bravísimo ejemplar y le abrió la Puerta de Cuadrillas para que la traspusiera en hombros. Tal vez para reforzar la calidad del toro, tan mal evaluada desde el palco, varios sabiondos dieron en criticar al torero porque "acompañó pero no toreó"; como si fuera posible que aquella embestida desbordante de casta y clase pudiera haberse gobernado fingiendo el toreo.

Con semejante criterio hubieran acusado de insustancial pegapases al mismísimo Manolete, y Miguel Báez Espuny, El Litri mayor, jamás hubiera trascendido a torero importante a partir de sus orígenes tremendistas. Lo que David de Miranda hizo, y muy bien, con poso y reposo y temple formidables, fue un toreo de figura erguida y muñeca flexible que por lo visto no figura en el vademécum de los profundólogos al uso, que invocan esa palabra, profundidad, solamente si ven viajar los engaños a rastras, como si la hondura fuera un dato técnico y no ese estado extático del alma torera que no hay público que no perciba y sienta a fondo.

La Sevilla xenófoba

Es bien conocida la sentencia esa de que "De Despeñaperros para arriba se torea, y de Despeñaperros para abajo se trabaja", que parecería digna de El Guerra si no excluyera también a los cordobeses. Sólo que esta vez operó sobre otra geografía, la que se extiende al otro lado del Atlántico. Feroz el rechazo a lo mucho bueno que hizo Roca Rey con el quinto toro de Victorino Martín y una indiferencia no por gélida menos agresiva hacia el quehacer del hidrocálido Leo Valadez, que, desconcertado, poco hizo por su causa.

La Sevilla justiciera

El otro triunfo por encima de cualquier intento de objeción fue el del extremeño Miguel Ángel Perera con sus dos toros de El Parralejo del miércoles 10. Bajo de alzada el primero pero muy alta la casta codiciosa de que hizo derroche, con la buena fortuna de tener delante a un auténtico maestro, dispuesto a plantarse con firmeza ejemplar y torear en toda le extensión de la palabra. Y cuando la condición del astado fue muy otra –con "Oloroso", un torrente de clase y alegría– Perera alargó despaciosamente su ir y venir por ambos pitones y le redondeó un faenón sin la menor mácula.

Naturalmente, la Puerta del Príncipe estaba loca por abrirse, sin detenerse a averiguar si quien merecía cruzarla en triunfo era sevillano, ruso o japonés. Era y es Perera, un grandísimo torero. Y contra eso no hay vetos ni ninguneos que valgan

La Sevilla impaciente

Y con razón, porque a la altura del quinto toro era ya intolerable la mansedumbre del hato enviado a uno de los carteles estelares de feria por Juan Pedro Domecq, para colmo de pobre presentación. Esas palmadas de impaciencia, esos pititos, esa protesta sorda podrá no condecir con los famosos silencios de la Maestranza pero estaba perfectamente justificada.

La Sevilla con paladar

El día de los juampedros hubo una ráfaga de delicatessen cuando Pablo Aguado meció su capote, metió en él las cansinas embestidas de su primero y bordó unas verónicas suavísimas, abrochadas con media a cámara lenta: se sacudió el sopor de la tarde y se suscitó la inmediata, enardecida respuesta del tendido. Fue apenas un instante, pero en ese instante quedó contenida toda la fama que Sevilla tiene como catadora de las esencias finas del toreo.

Volvería a suceder al día siguiente mientras Diego Urdiales acariciaba con torería y verdad sin alardes la embestida de "Pantomimo", hasta convertir en delicia estética la sosería del primer Cuvillo del viernes 12. No la oreja, discutida por algún crítico puntilloso, sino la lección magistral de arte por parte del riojano fue lo que la Maestranza premió convencida.

La Sevilla localista

Siempre se dijo que a nadie le cuesta más entrar en el gusto de los sevillanos que al torero nacido lejos de Sevilla y sus alrededores. Y viceversa. Que lo digan si no Daniel Luque –una puerta grande demasiado ancha– e inclusive ese excelente proyecto de buen torero que es Borja Jiménez, que no toreó mejor que Paco Ureña pero disfrutó de un trato diametralmente opuesto el miércoles 10. Y ni hablar de Roca Rey, quién le manda ser peruano.

La Sevilla sensible

Claro que la gesta de Manuel Escribano el sábado 13 lo ameritaba, pero no menos conmovedora fue la respuesta de la grada a la actitud del torero –y aquí sí que nadie hable de paisanaje–, al salir de la enfermería para jugarse la vida con un Victorino dispuesto a vender cara la suya. Fue la lidia de mayor tensión y desnuda torería en lo que va de feria, un capítulo para la epopeya en tiempos de lírica barata.

La Sevilla reventadora

Cualquiera lo diría al escuchar cómo le pitaban a Roca Rey el pecado de aguantar e imponerle su mando a fuerza de largueza y temple al quinto cárdeno de Victorino, que al principio lo que quería era revolverse y coger. Pitada amplificada al cruzar el ruedo el espada peruano tras una actuación irreprochable con el par de alimañas que le tocaron.

La Sevilla festiva

En el festejo de rejones, los tópicos relativos al silencio sacramental y la sabiduría inmanente dejan su lugar al jolgorio y la sevillana alegría. Así sucedió esta vez, con la fortuna de que Diego Ventura se encontrara con un toro del Capea (San Pelayo) que le permitió redondear una faena magistral, llena de arrebato y espectacularidad, pero espectacularidad basada en el riesgo, el dominio y la inventiva, la soñada conjunción de maestría y arte que subyace a cualquier manifestación de toreo grande. Cortó dos orejas legítimas, dejando en escarceos menores los correctos desempeños de Sergio Galán y Guillermo Hermoso de Mendoza.

Gran momento ganadero

Antes de la pandemia veníamos acreditando la subida de casta, clase y bravura de la ganadería española en general y ciertos hierros en particular. Y con ello, el elevado nivel que estaba alcanzado el toreo, en calidad y frecuencia, incluso tratándose de coletas menores. Luego del obligado parón de 2020-21, catastrófico también para el campo bravo, los productos del mismo acusaron una sensible baja. Pero tras la vigorosa recuperación del año pasado –aún con baches e intermitencias, lo de este abril sevillano ha sido notable.

Pensábamos que la excepcional corrida de Santiago Domecq lidiada el martes 9 difícilmente sería superable, y no sólo por ese impresionante heraldo de la alegría, la fijeza y el temple que fue "Tabarro", el corrido en quinto lugar. Porque a su lado, hubo al menos otros cuatro para cortarles las orejas y cantar sus cualidades durante mucho tiempo –sólo tercero y cuarto desentonaron, sin ser mansos ni mucho menos–.

Pero ahora no sabe uno qué pensar. Porque a las veinticuatro horas, El Parralejo lidió otra corrida sobresaliente, con vuelta al ruedo a "Oloroso", al que Perera le cortó las orejas, y cinco ejemplares con variadas cualidades y mucho que torear. Y sin que desmerecieran los de Núñez del Cuvillo el viernes 13 –con el pero de la deficiente presentación de algunos– y menos aún los de Victorino Martín García que tantas emociones depararon el sábado 13. Sin olvidar el bravo comportamiento de algunos de los toros de Fermín Bohórquez lidiados en la modesta terna del domingo 7, que incluyó tres ejemplares desorejados.

Paradójicamente, dos de los carteles que agotaron el boletaje fueron torpedeados por el pésimo juego de los astados, los de Matilla del domingo de Resurrección y, todavía peor, la mansada de Juan Pedro Domecq del jueves 11. Pero aquí entran en juego las exigencias de las figuras y sus apoderado, con su consabida imposición de divisas presuntamente colaboradoras y nada molestas. Ambos encierros tuvieron mucho de lo segundo y prácticamente nada de lo primero.