En los toros como en cualquier actividad de la vida, todo se mueve bajo los efluvios de la oferta y la demanda. Si se ofrece mucho y se demanda poco, la cosa empieza a complicarse. Siempre dije que, a los toreros nunca habrá bastante dinero en el mundo para recompensarles en su labor porque, se están jugando la vida, por ello, darles lo que merecen no tiene límites. Esta es la auténtica realidad pero, pese a todo, el mundo de los toros se mueve por el dinero; los empresarios quieren ganarlo, los toreros creen que les pagan poco, los ganaderos otro tanto de lo mismo y, en el camino van quedan cadáveres artísticos en todos los órdenes.
Entiendo que, unos y otros, deben de medir sus fuerzas, saber el poder de convocatoria que tiene cada cual porque, lógicamente, quiénes mejor lo saben son los empresarios a tenor de las entradas que han vendido para un determinado espectáculo. En ocasiones, el “yo” que nos subyuga deberíamos de apartarlo de nuestra mente y contemplar la realidad que nos aplasta. Nosotros, en calidad de aficionados abogamos por muchas acciones a las que denominamos como injusticias y, haberlas, por supuesto que las hay. Pero una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, como dice el refrán. Todos merecemos lo mejor, por supuesto y si de toreros hablamos, ni te cuento. Pero el toreo está metido dentro de un mercadeo inexpugnable al que todo el mundo tiene que someterse, dicho con todo el respeto del mundo porque, para unos, ese sometimiento al que digo asciende a ciento cincuenta mil euros por festejo, pero son casos aislados; digamos que, la realidad camina por otros derroteros y mucho más tras la pandemia que cambió todo de forma tremenda y, en ocasiones muy temeraria y, lo que es peor, sin solución de continuidad.
Ante todo, los toreros están adscritos a un libre mercado que se les contrata por el precio que el empresario quiera estipular, algo que a muchos les parece lo más correcto del mundo mientras que, existe otro grupo que discrepan rotundamente con aquello que les han ofertado. No olvidemos que son las exigencias del mercado porque, ¿qué honorarios puede cobrar un torero, valga Sacedón como ejemplo que en estos días ha celebrado su corrida de feria con mil personas en los tendidos? No he visto la liquidación del empresario a los toreros, pero sí todos pudimos ver aquella reunión de amigos que era lo que había en los tendidos.
Hay un dicho que dice que no es lo mismo llamar que a salir a abrir y ambos están detrás de la puerta. Si llamas y te abren ya es todo un éxito; y si te abren sin llamar y te invitan al festín la cosa cambia como de la noche al día. Y si te llaman y te ofrecen una cifra que no la ganan dos obreros juntos en un año y la rechazas, o estás rico podrido o perdiste la afición por ser torero. De todo hay en la viña del Señor. No es menos cierto que, como aficionado, desde siempre defendí que una vida humana no existe dinero en el mundo para pagarla, que se lo digan a Paquirri, Yiyo, El Pana, Iván Fandiño, Víctor Barrio, como últimos héroes que entregaron su alma a Dios, justamente, la mayoría de ellos, con un contrato irrisorio firmado.
¿Quién dirime la fuerza del dinero? El que llena las plazas. Que se lo digan a El Cordobés que, cobrando millones de la época, los empresarios le suplicaban que toreara porque, lógicamente, había dinero para todos. El Cordobés aumentó los honorarios de sus compañeros, los empresarios se hicieron ricos e, incluso, en aquellos años, hasta los humildes cobraban cifras dignísimas.
Ahora sospecho que debe ser Roca Rey el que más exigencia tendrá porque cuando él torea casi se llenan las plazas y eso en los tiempos que vivimos en todo un milagro. Es lo de siempre, plaza llena, dinero para todos. Pero ¿cuántos Roca Rey tenemos en la actualidad? Ni el mismo Morante llena plaza alguna; a lo sumo se juntan tres famosos y llegan a los tres cuartos de aforo. Si Morante, como he podido saber, ha actuado en pueblos por veinte mil euros, la lección deberían de aprenderla sus compañeros. Cuidado que, he hablado de Morante que no es cualquier cosa. Siendo así, los demás deben de tomar nota, saber en la posición que se encuentran y en una cura de humildad dejarse contratar, sumar una actuación más que siempre viene bien y, a mal que mal, guardarse un dinerito para el invierno.
El fracaso viene dado cuando pides los honorarios de una máxima figura del toreo sabiendo que ese dinero no te lo van a dar; es más, con esa cifra el empresario contrata a dos toreros, o tres, depende de cómo venga la cosa. ¿A qué dinero están acudiendo los toreros humildes a América, a Perú sin ir más lejos? A lo sumo se llevan tres mil dólares y, en España quieren ejercer un poder que no tienen porque, nunca lo olvidemos, en el toreo se sabe todo y, para eso, los empresarios son los más sagaces del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario