Antolín Castro y Vicente del Bosque
EL FÚTBOL COMO EJEMPLO
Hablemos con él para entrenar a los toreros españoles y así interesen a la gente
La primera y principal es competir. Sí ese verbo que en los toros no se da jamás. Bueno solo a cuentagotas y que todos recordamos bien en el pasado San isidro. ¿Fue lo mejor? Sí. Pues no me dirán que fue casualidad.
Otra regla es que existe un árbitro, preparado, con ayudas, y sobre sus espaldas cae la responsabilidad de decidir en segundos cada uno de los avatares del juego. Se equivocan o aciertan en tiempo real, pero dirigen el juego y el resultado es inamovible. Todos, repito todos, asumimos ese rol del colegiado.
En los toros el ‘árbitro’ es tomado por el pito del sereno por parte de los protagonistas, de los medios de difusión y hasta por el público. Sus jueces de línea, sus ayudantes en el callejón, pueden ser vapuleados no concediéndoseles ninguna autoridad. Es decir, no existen reglas definidas sobre su autoridad y además quienes ejercen tienen poca práctica o ninguna en muchos casos. Con ello, tampoco son muy fiables sus decisiones. Podemos decir que solo en cuatro plazas, y aún así, un caos.
Pero hay más, quizá lo más importante. Existen comités de competición que revisan y sancionan los comportamientos de los jugadores, de todos los participantes incluidos los árbitros. Es cierto que en el tiempo real pueden darse errores, incluso atropellos, pero tras de eso vienen a repararse las conductas, que ya no el resultado.
En los toros no es así en tiempo real, pero tampoco antes ni después. Nadie sanciona al juez, al presidente si obró mal, pero mucho menos son sancionados los protagonistas. Y es duro decirlo. Sabemos que existen ventajas, triquiñuelas y engaños, pero nadie se encarga de someterlas a las sanciones correspondientes. Con todo, se pierde la credibilidad. El público está desamparado ante los posibles engaños que sufran. Un espectador desprotegido es un espectador tendente a sestear o a huir del espectáculo que le ofrecen.
El no estar sometidos a ningún control posterior da pie a que se pierdan las formas de los profesionales a sabiendas de que nadie velará por que se cumpla el reglamento. En el fútbol el reglamento es lo primero, e incluidos errores, es la base que garantiza el desarrollo de la competición. En los toros el reglamento no es el sustento de nada. Además en el fútbol esas reglas son universales mientras que en los toros se las hacen a su gusto los políticos de la zona.
No quedan tan lejos los tiempos, menos de un siglo, en que los toros arrastraban mucho más que el fútbol, pero este supo imponerse dando rienda suelta a la competición: mismas reglas, mismo balón, mismo tiempo, mismas medidas del campo para todos. En los toros no existe competencia y mucho menos igualdad en las oportunidades. El toro no es el mismo que enfrentan unos y otros -a algunos se los hacen a medida- y ni los públicos que acuden tiene los mismos conocimientos y exigencias. Es decir, público también educado en un reglamento para los llamados figuras y otros diferentes para todos los demás.
El fútbol mueve a las gentes y existen razones para pensar que hay lógica. En los toros, haciendo todo al revés, es difícil que vaya quedando público por acudir. Para cuándo conoceremos las sanciones que significan las tarjetas amarillas o rojas que en los toros nunca se sacan? Nunca, pues en ello va mucha de la credibilidad perdida. Seguirá ganando por goleada el fútbol. ¿Comprometiendo a Del Bosque conseguiríamos remontar?
EL FÚTBOL COMO EJEMPLO
Por Antolín Castro
España
Estamos en plena fiebre futbolera, a un solo paso de la final del mundial del fútbol. La clasificación de España ha desatado la locura en este país. La movilización de este deporte supera con creces cualquier otro acontecimiento en el mundo. Está impregnado del valor del sentimiento patriótico, pero también de reglas muy sencillas.
Hablemos con él para entrenar a los toreros españoles y así interesen a la gente
La primera y principal es competir. Sí ese verbo que en los toros no se da jamás. Bueno solo a cuentagotas y que todos recordamos bien en el pasado San isidro. ¿Fue lo mejor? Sí. Pues no me dirán que fue casualidad.
Otra regla es que existe un árbitro, preparado, con ayudas, y sobre sus espaldas cae la responsabilidad de decidir en segundos cada uno de los avatares del juego. Se equivocan o aciertan en tiempo real, pero dirigen el juego y el resultado es inamovible. Todos, repito todos, asumimos ese rol del colegiado.
En los toros el ‘árbitro’ es tomado por el pito del sereno por parte de los protagonistas, de los medios de difusión y hasta por el público. Sus jueces de línea, sus ayudantes en el callejón, pueden ser vapuleados no concediéndoseles ninguna autoridad. Es decir, no existen reglas definidas sobre su autoridad y además quienes ejercen tienen poca práctica o ninguna en muchos casos. Con ello, tampoco son muy fiables sus decisiones. Podemos decir que solo en cuatro plazas, y aún así, un caos.
Pero hay más, quizá lo más importante. Existen comités de competición que revisan y sancionan los comportamientos de los jugadores, de todos los participantes incluidos los árbitros. Es cierto que en el tiempo real pueden darse errores, incluso atropellos, pero tras de eso vienen a repararse las conductas, que ya no el resultado.
En los toros no es así en tiempo real, pero tampoco antes ni después. Nadie sanciona al juez, al presidente si obró mal, pero mucho menos son sancionados los protagonistas. Y es duro decirlo. Sabemos que existen ventajas, triquiñuelas y engaños, pero nadie se encarga de someterlas a las sanciones correspondientes. Con todo, se pierde la credibilidad. El público está desamparado ante los posibles engaños que sufran. Un espectador desprotegido es un espectador tendente a sestear o a huir del espectáculo que le ofrecen.
El no estar sometidos a ningún control posterior da pie a que se pierdan las formas de los profesionales a sabiendas de que nadie velará por que se cumpla el reglamento. En el fútbol el reglamento es lo primero, e incluidos errores, es la base que garantiza el desarrollo de la competición. En los toros el reglamento no es el sustento de nada. Además en el fútbol esas reglas son universales mientras que en los toros se las hacen a su gusto los políticos de la zona.
No quedan tan lejos los tiempos, menos de un siglo, en que los toros arrastraban mucho más que el fútbol, pero este supo imponerse dando rienda suelta a la competición: mismas reglas, mismo balón, mismo tiempo, mismas medidas del campo para todos. En los toros no existe competencia y mucho menos igualdad en las oportunidades. El toro no es el mismo que enfrentan unos y otros -a algunos se los hacen a medida- y ni los públicos que acuden tiene los mismos conocimientos y exigencias. Es decir, público también educado en un reglamento para los llamados figuras y otros diferentes para todos los demás.
El fútbol mueve a las gentes y existen razones para pensar que hay lógica. En los toros, haciendo todo al revés, es difícil que vaya quedando público por acudir. Para cuándo conoceremos las sanciones que significan las tarjetas amarillas o rojas que en los toros nunca se sacan? Nunca, pues en ello va mucha de la credibilidad perdida. Seguirá ganando por goleada el fútbol. ¿Comprometiendo a Del Bosque conseguiríamos remontar?
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LA PROPIA F.I.F.A. EXPULSÓ A MARADONA
DEL MUNDIAL DE ESTADOS UNIDOS
1994: En el Mundial de Estados Unidos, tras el partido Argentina- Nigeria disputado el 25 de junio en Boston, Maradona vuelve a dar positivo en un control antidopaje. Es expulsado del Mundial y excluido de toda actividad futbolística por la FIFA hasta que se resuelva del caso. El 24 de agosto, el máximo organismo del fútbol le sanciona con quince meses de suspensión.
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