Los nacionalistas van borrando los símbolos que huelan a España, con el apoyo de un Presidente que respalda lo que llegue de Cataluña
ANDRÉS AMORÓS
Día 29/07/2010
«En el día de hoy, vencido y desarmado el rancio españolismo taurino, las fuerzas nacionalistas catalanas han alcanzado un nuevo objetivo, que no va a ser el último. La guerra por la independencia no ha terminado».
Me ha parecido escuchar la voz de Fernando Fernández de Córdoba, en la radio galena que mi hermano construyó, con una caja de puros, siguiendo las instrucciones de Escuela Radio Maymó; o en el «parte» de Radio Nacional de España, que mis padres seguían todas las noches, junto a la mesa camilla, como única manera de estar al tanto de las noticias...
Han pasado 70 años y no aprendemos... Los franceses han sabido resolver las polémicas sobre los toros con el lógico argumento del respeto a las minorías y las tradiciones culturales. En España, donde no son minoría, los aficionados y profesionales taurinos no han sabido unirse para defender eficazmente sus derechos. Mientras, los nacionalistas van consiguiendo borrar todos los símbolos que huelan a España, con el decidido apoyo de un Presidente del Gobierno que respalda todo lo que llegue de Cataluña, porque así cree poder mantenerse en el poder, y porque, para él, la nación española es sólo un concepto «discutido y discutible». Por todo ello, al comprobar la prohibición decretada por el Parlamento catalán me preocupa, por supuesto, la Fiesta de los Toros. Pero me preocupa mucho más España: lo que está siendo ya y, sobre todo, lo que va a llegar a ser.
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