Caracol el del Bulto, entre Juan Vargas y El Melu
José Ramón Márquez
Ardía anoche la cosa a costa del Festival de Olivenza. Por la mañana un encierro de El Freixo, antes Táliga, nombre de aires galaicos para ocultar la descarnada realidad de la juampedrada, otra más, criada con esmero por July, el Importancias de Velilla. De esos animales digamos simplemente que la crítica oficial resalta su buena presentación y su redondez, o sea que nos tememos lo peor. De los toreros de la novillada también llama la atención que mientras que los toreros antiguos se llamabanSánchez (Frascuelo), Gómez (Gallito), Carmona (El Gordito) o Rodríguez (Manolete), ahora se gastan nombres de fantasía como de culebrón venezolano y se llaman ‘Lama de Góngora’ o ‘Posada de las Maravillas’, que más que un nombre parece una razón comercial. De este último la crítica oficial asevera que toreó a uno de los novillos redonditos ‘acinturado’ y con ‘pecho y mentón’, o sea que por segunda vez nos volvemos a temer lo peor. Como dijo el inmortal Caracol el del Bulto: ‘¡Esos cohone en Despeñaperros!’, que aquí significa que nos vemos en Madrid, en la Posada de la Villa a ver si somos capaces de acinturamos e indultar a uno de José Escolar lo mismo que al redondito de El Freixo.
De lo que pasó por la tarde, la cosa vespertina que dicen los que tienen lecturas, da la impresión de que la performance debió ser de traca. Se pusieron en el cartel los del arte, los de ni arte ni parte en vérselas frente a un toro, vamos. Julián, Manzanares yMorante con cinco zalduendíbiris remendados con ungarcilittle. Los tres se dieron un rule por Olivenza, como quien recorre el sambódromo de Río con la escuela de samba deMocidade Independente do Padre Miguel, a dejarse querer por la adicta parroquia y a ver si le colocaban a alguien sus pingüis (esto va por el primero) sus desmayos impostados (esto va por los otros) y su desfachatez de vestirse de luces para un festival (esto va por los tres) en el que los picadores estaban de más.
Los zalduendíbiris y su primillo, garci by garci, little by little, al decir de los revistosos les dieron la tarde porque no estuvieron a la altura de lo esperado. Esto quiere decir que o bien se quedarían parados como los verracos de Guisando que están en la Venta Juradera, o bien que se caerían como fruta madura, o que sus lenguas labrarían las arenas oliventinas como un bustrófedon y que, al final, ni pá ti ni pá mí.
El crítico de guardia los juzga como ‘desbravados’, neologismo que se me antoja muy ajustado, pues desbravar es justamente lo que hacen todos estos ganaderos como Fernando Domecq oDaniel Ruiz, que se dedican a ‘amansar el ganado cerril’, operación que da lugar a la eclosión del toro artista demandado con ahínco por los paladines del pingüi, del arte y del escacharre de relojes. Como es bien sabido, el premio que corresponde al toro que se cae, te mira lánguidamente, obedece lo que se le manda, no saca los pies del tiesto y cumple medianamente con todas las notas del desbravamiento, es el indulto, como le pasó a la bolita de sebo de la novillada mañanera. Por la tarde, de eso no hubo nada en Olivenza, que si no ya estaríamos hablando de una nueva tarde histórica, única e irrepetible. Habrá que esperar a la encerrona de Manzanares con seis monas en Sevilla para tal cosa.
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