Empate a oreja de El Juli y Perera que logró lo más importante de la tarde
J. A. del Moral
Otra logró Pablo Hermoso de Medoza del cuarto de Fermín Bohórquez, tan escandalosamente blando como el primero y más por ser vos quien sois que por merecimiento. De los cuatro toros de Garcigrande, sobresalió por su encastada nobleza por el lado derecho el segundo con el que triunfó El Juli tras una labor de su laboriosa fábrica prét á porter, incluido el julipié. Con el gazapón quinto quiso mucho Julián, pero no pudo. Miguel Ángel Perera se estrelló con el inválido tercero que debió ser devuelto. Pero frente al manso con genio sexto consiguió la faena más importante y seria de la tarde.
San Sebastián. Plaza de Illumbe. Viernes 14 de agosto de 2015. Segunda de feria. Tarde fresca en el exterior y medio calurosa en plaza cubierta con dos tercios largos de entrada.
Dos toros despuntados para rejones de Fermín Bohórquez, correctamente presentados, nobles y muy flojos. Cuatro de Garcigrande-Domingo Hernández, justa y desigualmente presentados y de vario juego con predominio de los deslucidos. Ideal por el pitón derecho el que hizo segundo aunque rajado al final. Debilísimo el tercero. Muy gazapón el quinto. Manso con genio el sexto.
Pablo Hermoso de Mendoza (casaquilla azul prusia y sombrero calañés): Rejonazo, silencio. Rejonazo, oreja.
El Juli (nazareno y oro): Estocada traserísima al salto y descabello, oreja muy generosa. Estocada trasera, palmas con saludos.
Miguel Ángel Perera (marino y oro): Estocada trasera caída, ovación. Estocada, oreja con fuerza.
Los tendidos de Illumbe volvieron a cuajarse tanto o más que en la tarde inaugural. Claro que, esta vez, nadie pudo ver la corrida en directo por televisión. Los autobuses dispuestos exprofeso para subir a la cumbre donde se encuentra la plaza, llenos hasta los topes. Se confirma, pues, que los aficionados donostiarras han acudido a la llamada del toreo pese a las dos temporadas sin poderlo hacer por motivos estrictamente políticos. Prohibiciones que deberían estar absolutamente fuera de cualquier intento de cortar la libertad y de acabar con nuestras costumbres más genuinas. La prensa entera se hizo eco del éxito de antier y, sobre todo, de la presencia del Rey Juan Carlos y del triunfo de Enrique Ponce.
Ayer entramos en la normalidad con una corrida en la que falló el ganado. Los dos toros de rejones se cayeron como uno nunca había visto en la lidia a caballo. Tal anormalidad pesó para mal en la actuación de Pablo Hermoso, ciertamente desairado mientras trataba de llevar a cabo todas sus magistrales habilidades que se celebraron aunque sin tanto entusiasmo como de costumbre. La oreja que le dieron del cuarto fue producto de su fama. A cosa hecha y consabida. Pablo tiene fieles partidarios que no consienten que su ídolo se vaya de vacío…
En la lidia a pie, alternaron El Juli y Miguel Ángel Perera que esta temporada no hay manera de verles por separado. A mí me parece esto un error porque se trata de dos toreros muy poderosos a la vez que escasamente agraciados por los dones del arte. Y lo que es peor, que ambos suelan alternar frente al ganado que viene imponiendo don Julián López. Principalmente de la ganadería de Garcigrande. Vacada que, por muy amplia, está viviendo ese llegar a la desigualdad en cuanto a juego. Ya no salen todas tan buenas como en los últimos años. Y la de ayer fue una de estas malas que, salvo El Juli y su partenaire principal hay que tragárselas. Los empresarios deberían poner coto a estas prerrogativas pero ya no los hay como los de antes. Ahora transigen con las figuras y esa transigencia la padecemos los aficionados.
De los cuatro que vimos lidiar ayer, el mejor con mucho fue el primero de El Juli. Bien con el capote. Y bien con la mano derecha en su larga faena que basó en ese lado porque por el izquierdo el toro no se prestó con la misma facilidad. La faena fue una más de las incontables que llevamos vistas a El Juli desde que anda como anda. Muy poderoso en el fondo y muy vulgar en las formas. La mayoría del público no se da cuenta de esto y de eso se vale el maestro madrileño para mantener su regularidad triunfal que, por supuesto, también logra gracias a sus eficaces aunque horribles espadazos al salto y cuarteando en pleno vuelo, lo cual no es fácil porque hay que ser un consumado equilibrista para practicarlo.
Pero el poderío de El Juli quedó en evidencia cuando intentó por activa y por pasiva meter en cintura al quinto. Un animal incansablemente gazapón que, para colmo, se quedó muy corto en los viajes. El Juli estuvo mucho tiempo intentado resolver estos problemas y solo lo consiguió en una breve ronda con la derecha. Le vi algo desesperado porque quería salir a hombros como fuera y como fuese. Cuando cortó la faena, hizo un gesto de desencanto que delató una impotencia a la que no está acostumbrado.
Perera fue quien padeció del peor lote de la tarde. Su primero fue inválido desde que apareció en el ruedo y por eso quiso Miguel Ángel que no se le pegara nada en varas. Pero el nuevo presidente de Illumbe impuso que se le picara formalmente y, contra toda razón, obligó a que el animal fuera dos veces más al caballo. Perera hizo gestos de contrariedad hacia el palco antes de empezar una faena que no pudo culminar por manifiesta imposibilidad.
Cuando salió el sexto, el más serio de la poco seria corrida – al menos tuvo cara – se nos cayeron los palos del sombrajo porque, además de manso declarado, sacó genio endemoniado. Y fue con este toro tan al parecer imposible con el que Perera dio la nota más alta, más seria y más importante de la tarde. Lo hizo a base de firmeza y de valor jugándose la cornada en varias ocasiones. Sacó del toro lo que no tenía, se adueñó por completo de la situación y coronó el dificilísimo trance con una estocada hasta las cintas. El público demandó la oreja con verdadero frenesí y solo se calmó cuando el presidente la concedió. Por término de comparación, yo le habría dado la segunda si hubiera presidido el festejo.
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