Pepe Cáceres "El adiós"
Pepe Cáceres
No fue por viejo. Dos años antes, Burlero había matado al "Yiyo", y tres, Avispao a "Paquirri". Ambos mucho más jóvenes. El primero tanto que hubiese podido ser su hijo. Con los dos había toreado. No fue por eso.
Cierto, cada vez tenía menos pelo, reflejos, vigor, y más miedos, dificultades, desventajas. Poco antes, durante una corrida en Ibagué, una isquemia cardíaca, no el toro, le había encarado con la muerte. Pero todo eso que a otros hubiese resultado patético, le confería dignidad. Aún le sentaba el traje de luces, aun temperamental, peleador, apasionado, se gustaba con capa y muleta, y aun de vez en cuando acertaba con la espada y arrebataba.
Tampoco fue por amor, dinero, prestigio. Los tenía. Es que no quería ser otra cosa, no podía ser otra cosa --Si me voy a morir que me muera ya --protestó rabioso las ayudas el 9 de enero de 1987, en Manizales, cuando abriendo la corrida sufrió la penúltima de sus veintitantas cornadas, y maltrecho, sangrante brindó a Manolo Chopera, pidiendo que lo acartelara el 12 de octubre en Las Ventas --"Quiero volver a Madrid"-- le dijo. No era un farol, cortó las dos orejas.
Ahí mismo Corbelle, peón de Ortega Cano, se la cantó en un micrófono --El maestro debe retirarse, corre mucho peligro-- Por su lado, "Joselito", debutante aquella tarde, conmovido y admirado en sus diecisiete años, le brindó la faena dejándole la montera frente a la enfermería mientras lo intervenían.
Seis meses después, el 20 de julio, Monín de San Esteban lo cazó en Sogamoso y le despedazó el tórax. 26 días de agonía delirante. Operado y reoperado. Saturado de drogas y terapias. Con la tráquea entubada en un respirador mecánico, hallo lucidez para garabatear:
¿Mate el toro? ¿Me dieron las orejas? ¿Le pagaron a la cuadrilla?
Y el 18 de agosto, tras la postrera vuelta al ruedo en la Santa María, entregaron a su amigo, el ganadero José Joaquín Quintero, las cenizas de una vida torera. Todo fue por honor. Nada más que por eso… tan pasado de moda.
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