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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 18 de agosto de 2015

¿Detrás de que mata está escondida la Comisión Nacional de Asuntos Taurinos? / por Antonio Petit Caro


 
"...¿Dónde están la Comisión Nacional de Asuntos Taurinos y las autoridades del ministerio de Educación, Cultura y Deportes?, ¿no tienen nada que decir en defensa y protección de la Tauromaquia, de sus profesionales y de los aficionados? Al menos eso parece, con su ponerse estoícamente de perfil..."


Como organismo para defensa y protección de la Tauromaquia
¿Detrás de que mata está escondida la Comisión Nacional de Asuntos Taurinos?

Verdaderamente no se entiende, no se puede localizar una sola razón que justifique su silencio. Pero la realidad es la que es: cuando se vive uno de los momentos mas difíciles y complicados para la Tauromaquia, resulta incomprensible el silencio y la pasividad de la Comisión Nacional de Asuntos Taurinos. ¿A que esperan sus responsables, pero también todos y cada uno de sus integrantes, para convocar una sesión plenaria de urgencia y tomar cartas en el asunto? Si la Ley vigente la creó como organismo unitario cuyo principal objetivo era la defensa y la protección de la Tauromaquia, no deja de sr un auténtico sarcasmos que esa Comisión se encuentre hoy desaparecida, precisamente cuando más necesaria sería una actuación clara y rotunda.

La última y más sólidamente argumentada ha sido la voz Sebastián Castella y su carta abierta. Pero antes hubo otras también valiosas. Pero hemos tenido que llegar a una situación prácticamente limite para que el toreo reclame para sí el respeto y el espacio que le corresponde en nuestra sociedad. Ya es unánime el criterio de que así no se puede pasar ni un día más: todos debemos reivindicar el espacio que nos corresponde, frente a los ataques que la Tauromaquia viene recibiendo.

Ya se están dando casos muchísimo más que pintorescos. Cuando en las redes sociales abiertamente se desea la muerte de “Paquirri”, tras la muy grave cornada de Huesca, no es que estemos ante una ola antitaurina, es que algo, y además muy grave, ocurre en la sociedad española. Ya estamos acostumbrados a los insultos, pero eso de que se de por bueno que el mejor torero es el torero muerto, supone llegar a niveles que debieran preocupar muy seriamente hasta a las autoridades, tan pasivas como andan.

Junto a eso no pasa de ser casi un “juego de niños” lo del joven danés, que ha alcanzado la notoriedad que deseaba a base de montar su numero de protesta lanzándose en lo que va de temporada a diez plazas diferentes. Y las que quedan. No se entiende la pasividad de las autoridades. ¿Eso que no sigue en vigor la circular la Dirección General de la Policía reclamando una actuación adecuada de las Fuerzas de Seguridad del Estado frente a estos desmanes?.

Hasta con refrendo del Congreso, se trataba de que las actividades taurinas, en cualquiera de sus manifestaciones, puedieran desarrollarse con normalidad. Pues como si nada. Y cuando se protesta --Morante en Marbella--, el sancionado es el agredido. Con disposiciones gubernativas de ese tipo, en el futbol, por ejemplo, al danés de marras ya le habrían prohibido el acceso a todos los campos del país; en el caso de los toros, ahí sigue, a la espera de montar un nuevo número, que probablemente ya tendrá planificado.

En tan enrarecido clima y lo que cuesta que el mundo del toro reaccione en la medida necesaria, no resulta una banalidad la pregunta que se hacía en estos días la Asociación Internacional de Tauromaquia en su última declaración: “¿En 50 años seremos recordados como la generación que dejó perder la Fiesta de los Toros?”. Pues si no nos movemos, en ese peligrosísimo camino se anda. “Desde la Asociación Internacional de Tauromaquia deseamos que esto no sea así, y que en el futuro seamos recordados como aquellos que lucharon por la libertad y por la defensa de una de las manifestaciones culturales mas hermosas del planeta. Sin embargo, si no tenemos claro a quienes nos enfrentamos y cuales son sus objetivos, no habrá resultados positivos”.

Asistimos a reacciones, incluso más sonoras, que las que hasta ahora se daban frente a estos ataques. Pero a la vista está que hoy no resultan suficientes. En ese contexto hay un aspecto que, además de sorprendente, resulta gravemente preocupante: ¿Dónde están la Comisión Nacional de Asuntos Taurinos y las autoridades del ministerio de Educación, Cultura y Deportes?, ¿no tienen nada que decir en defensa y protección de la Tauromaquia, de sus profesionales y de los aficionados? Al menos eso parece, con su ponerse estoícamente de perfil.

En cualquier otro campo profesional, un organismo unitario de esa naturaleza ya habría convocado de urgencia a su plenario para abordar el problema y saltar a la palestra pública para poner las cosas en su sitio, para exigir respeto, para proponer e instar corporativamente a la adopción de medidas concretas. Si en circunstancias como las actuales esa Comisión se esconde detrás de la primera mata que encuentra en el camino, ¿para qué la queremos? A ella le corresponde, hasta por mandato de la Ley, aglutinar a todas las voces para salir en defensa de la Tauromaquia, que es precisamente una de sus principales misiones y competencias.

No alcanzo a localizar una sola razón que justifique esta inacción, este silencio. Si aducen que en verano los miembros de la Comisión andan dispersos y cuesta trabajo reunirlos, no pasa de ser una tremenda banalidad. Pero si de lo que trata es que, en época electoral, lo que conviene políticamente es no “meterse en charco alguno”, la cosa ya pasa de castaño oscuro, hasta poner en cuestión la necesidad de dicha Comisión. Para eso, mejor caminar solos por la vida.

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