En los cambios que este agosto se ensayan en Las Ventas, hay de todo. En este artículo se analizan uno por uno.
Avanzar en Las Ventas
Hay cambios necesarios, otros buenos, otros estúpidos, que en general sean como sean sirven para mover el cotarro como está sucediendo este año en la plaza de Madrid con las pruebas de verano. Está claro que hay que volver a los tiempos normales de la corrida, entre dos horas y dos y cuarto, y aligerar movimientos que la hacen lentísima, aunque la gran duración de las corridas hoy son las faenas interminables y la consecuente cascada de avisos.
Pero está bien que los picadores con sus paseos no consuman tanto tiempo y es positivo que el de turno salga del tendido 7 y no tenga que recorrer a paso interminable todo el ruedo prácticamente hasta llegar a su sitio. Esto ya se hizo en tiempos por sugerencia de Zabala padre, Vicente Zabala Portolés, y resultaba bien. Lo veo con más ventajas que inconvenientes.
Pañuelo visible y permanente por fuera del palco del que preside y ha otorgado algún trofeo u otro premio o castigo (vuelta al ruedo al toro, indulto, avisos –merecería otro color de moquero- e incluso las antes banderillas negras) es algo necesario para clarificar las peticiones, que mucha gente no sabe si ha dado o no la oreja ni muchas veces los matadores si llevan uno o dos avisos y se cierne la amenaza del tercero.
Buena prueba que traerá beneficios de clarificación e información.
Es muy importante, eso sí, que los mulilleros hagan su trabajo que es ir rápidamente (esto también alarga la corrida) a llevarse al toro y no a paso de procesión, que es lo que vemos en todas las plazas y nos desesperan con el objetivo generoso de dar más tiempo al público para pedir trofeos y presionar al presidente que no me explico cómo lo consiente. No es fácil.
Tuduri, presidente de San Sebastián, me dijo que diariamente recordaba a los mulilleros que no se eternizaran para llegar al toro, pero no le hacían caso, no había manera. Y así los ponen en aprietos hasta tal punto que los que dan las orejas son los lentísimos mulilleros, que ellos sabrán por qué lo hacen (y los demás, también).
La reducción del tamaño de la oreja será para que el torero lleve menos casquetes en la mano y todo sea menos “sangriento”. Se puede hacer, no molestará a nadie y , en definitiva, ni fu ni fa.
Entre los temas polémicos se ha rechazado el tener que cortar dos orejas en un toro para salir a hombros, como sucede en otras plazas. Hay argumentaciones para el sí (no habría esos caprichos del público para dar la otra en el siguiente toro y aupar al matador y se aumentaría, qué duda cabe, el prestigio de una salida a hombros al reducir su número significativamente). Y para el no: cuesta mucho trabajo con una y una, pues no digo nada con dos juntas tras una faena. Lo que me parece mal es pensar que las salidas de dos las daría exclusivamente el presidente. Primero, es la ley y, segundo, las dos son en el 95% de los casos por el clamor del público
.
Después hay dos temas más polémicos, el desnivel del suelo de Las Ventas y si el torilero debe vestir de luces.
Lo del desnivel, con Morante al frente, que se ha presentado a pisar la arena de Las Ventas el día de su actuación vestido con chándal, no sé si del Real Madrid, y los pelos al aire, engreñados, tipo león, madrugando bastante, lleva así muchos años. Si es bueno para toreros, toros y lidia cambiarlo, que se haga. En caso de ser necesario y positivo, todos saldríamos ganando, ellos y nosotros.
Sobre el torilero parece lógico los que argumentan que sólo de luces los que se ponen delante y tampoco se puede desdeñar en absoluto las tradiciones de cada plaza, algunas de siempre como ésta, aunque no sean absolutamente razonables. Tampoco llegará la sangre al río si va vestido de una manera u otra.
Lo importante es avanzar, clarificar y agilizar el espectáculo para que transcurra más ágil y no canse con tantos espacios muertos. Se puede modificar todo , dejando sin tocar, lo único, un verdadero toro frente a un torero verdadero en espectáculo pleno de emoción.
Y la bomba puede ser la reducción del número de descabellos y de puntillazos. ¿Cuántos, con qué criterio que será poner el del mínimo posible? ¿Tres descabellos y pasa al puntillero? ¿Tres intentos con la puntilla y pasa a los cabestros y aumentamos el trabajo de Florito y…alargamos por otra parte la duración de la corrida?...Lo que se quitaría por una parte se pondría por otra…
Pero claro el simpático Romero de “Toros para Todos” dice en el pregón de la feria de Málaga que hay que reducir la sangre…¿Poniendo todavía menos puyazos, cuando la suerte de picar desaparece ella sola de día en día? ¿Colocando banderillas sin arpones que se peguen al lomo del toro? ¿Reduciendo también el número de espadazos para pasar sucesivamente en tiempo récord al descabello y después al puntillazo?. Cuidado con tocarla que así es la rosa. No vayamos a cargárnosla. El cocido es de garbanzos fundamentalmente. Sin garbanzos o con muy pocos será otra cosa pero no cocido.
Una vez, hace muchos años, se me ocurrió decir que, para agilizar el espectáculo y modernizarlo, podría rejoneadores con sus farpas en lugar de picadores con sus picas. Por poco me linchan.
Hay otros cambios como el del Ayuntamiento de Madrid rechazando las entradas de su palco. Fuera invitaciones y mamoneos. Para unos, una medida de austeridad. Para otros, un golpe de los antis que desprecian la corrida y quieren acabar hasta con la Escuela de Tauromaquia. Está bien que los ediles puedan atender a compromisos de verdad, pero no multiplicar el chupeteo.
Veo siempre el callejón de las Ventas plagado de desconocidos, hijos algunos o amigos de funcionario de segunda ocupando burladeros y me gustaría invitar a algún periodista a que hiciera una encuesta preguntando a cada uno quién es y quién le ha invitado y por qué. Por eso se ha degradado el callejón, muchos aplaudiendo y pidiendo orejas. E incluso tortolitos dándose besos. Pero este es material para otro artículo. Se lo merece.
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