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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 4 de mayo de 2019

Feria de Sevilla. Roca Rey madera de líder / por Antonio Lorca


El diestro Roca Rey, este viernes, con las dos orejas que cortó
 en su segundo toro en La Maestranza de Sevilla. 


Roca Rey cortó las dos orejas del sexto con petición de rabo mientras Castella y Manzanares naufragaron

Madera de líder


ANTONIO LORCA
El PAÍS, Sevilla 3 MAY 2019 
El diestro Roca Rey, este viernes, con las dos orejas que cortó en su segundo toro en La Maestranza de Sevilla.

El toro sobrero que salió en tercer lugar le buscó las cosquillas a Roca Rey y no se las encontró. Astifino y manso, encastado y fiero, no estaba dispuesto a aceptar órdenes de nadie. Así, en uno de los capotazos primeros se le coló al torero por el lado derecho en una clara advertencia de que no venía de paseo. No se picó, se dolió en banderillas y llegó a la muleta engallado y con ganas de pelea. Una dura prueba para su lidiador, sin duda.

Pero tenía delante a un chaval de una pieza, henchido de valor, con una apabullante firmeza y un derroche de gallardía y arrestos, Como tienen que ser los toreros, ni más ni menos.

DEL CUVILLO / CASTELLA, MANZANARES, ROCA REY
Toros de Núñez del Cuvillo —el tercero y el quinto, devueltos por inválidos— desigualmente presentados, mansos, muy blandos, nobles y sosos. El primer sobrero, manso, encastado y fiero; el segundo, noble.

Sebastián Castella: media estocada trasera (silencio); casi entera baja (silencio).
José María Manzanares: estocada en la suerte de recibir y dos avisos (ovación); estocada (ovación).
Roca Rey: estocada muy baja y estocada (ovación); estocada (dos orejas y petición mayoritaria de rabo).

Plaza de La Maestranza. 3 de mayo. Cuarta corrida de la Feria de Abril. Lleno de ‘no hay billetes’. Asistió la Infanta Elena desde un palco.

Con estos mimbres, comenzó el diestro peruano el difícil examen, y cuando no llevaba ni leídas las preguntas quedó claro —al toro, el primero— que lo aprobaba con nota alta. Vamos, que si fiero era el animal, arrojado y pundonoroso en extremo era el torero. Y ofreció toda una lección de mando, sometimiento y torería. Derecho como una vela y plantado en la arena, cruzado siempre y con un absoluto desprecio al peligro evidente del toro, Roca Rey bajó la muleta y obligó a su oponente a embestir una y otra vez en una faena vibrante y emocionantísima. Terminó con unas ajustadas manoletinas antes de fallar con el estoque.

Y en el sexto, el delirio, el faenón de esta y de muchas ferias, una faena rayana en la perfección, con un torero en estado de gracia, con obediencia plena al toreo clásico, un público entregado y entusiasmado y un toro nobilísimo y obediente, de esos que tanto gustan a las figuras de hoy.

De rodillas comenzó su labor con la muleta y enjaretó hasta cuatro derechazos perfectos de ejecución. De pie, en una lección magistral de colocación, cite y remate, enseñó a la concurrencia el toreo que sale del alma, con la pañosa arrastrando el albero, larguísimo el muletazo, templadísimo, ligados todos y rematados con pases de pecho verdaderamente monumentales.

Tandas por ambas manos, especialmente hermosos y emotivos los naturales, colosales y cargados de emoción. Una faena larga, con esas formas torerísima de salir de la cara del toro, y esperar el paso del tiempo entre tanda y tanda. Mató de un estoconazo hasta la bola, el toro cayó patas arriba y los tendidos, obnubilados por tanta gracia, pidieron los trofeos con desmedido entusiasmo. Las dos orejas, dictó el presidente, y la gente quería el rabo, pero el usía aguantó el tipo y dijo que no. Bien hecho. El rabo es el premio a una faena perfecta desde que sale el toro al ruedo y tal milagro no sucedió.

Estuvieron Castella y Manzanares. El primero mató dos inválidos, pero estuvo sin estar, frío y ausente. No dijo nada.

Y Manzanares, el consentido de Sevilla, naufragó ante dos toros con muchas posibilidades. Despegado, hacia fuera, aliviado y ventajista, elegante, también, pero toreo de baratija. Eso sí, dos verónicas al primero de auténtico sueño, y un espectáculo la ejecución de la estocada en la suerte de recibir a ese mismo toro.

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