Por enésima vez, y con la mejor voluntad e intención del mundo, la gente del toro se plantea un proyecto que sirva para relanzar el negocio, tan alicaido debido a la crisis que nos ha tocado padecer. Y por enésima vez parece que surgen escollos y dificultades que hacen peligrar su viabilidad.
El toreo tiene un plan
Paco Delgado
Avance Taurino / Agosto 2020
Aunque para ser preciso habría que dejar claro que no todo el mundo del toro se suma a la iniciativa. Desgraciadamente.
La cosa viene impulsada desde la Fundación del Toro de Lidia, quien, con el apoyo de la Unión de Toreros, busca poner en marcha ese llamado Proyecto de Reconstrucción de la Tauromaquia. Un plan mediante el cual se darían, en plazas de segunda y tercera categoría, más de treinta festejos: 24 corridas de toros, 4 de rejones y 5 novilladas.
Para este proyecto, todavía en fase de estudio y preparación, se quiere contar con las figuras y con la televisión, buscando el bien general de la tauromaquia y no intereses particulares.
Entre los nombres que se barajan -hay, incluso, un borrador con combinaciones de toros y toreros- aparecen Enrique Ponce, Sebastián Castella, Pablo Aguado, Cayetano, Diego Urdiales, Curro Díaz, Emilio de Justo, Juan Leal, Toñete, los Hermoso de Mendoza, padre e hijo, Miguel Ángel Perera o Paco Ureña. También se quiere contar con El Juli y Manzanares sin que por el momento haya habido confirmación de su presencia.
Para las ganaderías se cuenta con las de más prestigio actualmente, Victorino Martín, Juan Pedro Domecq, Garcigrande, Alcurrucén, Daniel Ruiz, Jandilla y hasta Miura, entre otras.
Otro dato a destacar en este proyecto es que los participantes actuarían “con los honorarios muy por de debajo de lo habitual, a beneficio de este Plan de Reconstrucción que relance el comité de crisis y crear un fondo para encarar el futuro con garantías”.
Y en este punto empiezan a surgir dudas, discrepancias, trabas y hasta fuego amigo que pueden dar al traste con el invento. Lo que se antoja un plan sensato y coherente con la situación actual no parece ser visto con demasiados buenos ojos por parte de todos.
No todos los implicados ven con buenos ojos el que se sean otros quienes determinen su ganancia o fijen sus honorarios de antemano. Ni quieren que se creé una especie de norma no escrita que redunde en su caché para cuando vuelvan los buenos tiempos. Tampoco determinados empresarios se vuelven locos de alegría con la idea de no ser ellos los que corten el bacalao, pensando que les puedan mover la silla.
La falta de verdadera unión entre las partes que componen el mundo del toro es el gran escollo para que salga adelante cualquier iniciativa. Es prioritario el crear un órgano de mando único y acatado por todos.
Y ya me cuentan que hay quien anda poniendo palos en las ruedas y maquinando para que esto no salga adelante. No sería la primera vez ni, desgraciadamente, la última. Recuerden aquella iniciativa del llamado G10, que enseguida fue G5, luego G3 y luego nada. O el Plan Pentauro, etcétera. Si de algo adolece el toreo es de falta de unidad. La unión que encabeza su sindicato es retórica. Una mera fórmula nominativa que no tiene efectos prácticos de ningún tipo. Y ahí radica el principal mal del mundo del toro: la falta de unión, la ausencia de un organismo único, que aglutinara todo el sector y con poder decisorio indudable y acatado sin ambages ni fisuras.
El moverse todos a una, sin fisuras en su organización, cediendo unos y otros en pro del bien común es la clave del éxito. El ejemplo deportivo, tan elocuente, debería ser tenido en cuenta e imitado. Mientras no exista ese organismo único y decisivo, lo que hay que esperar es que no se haga un plan con unas tortas.
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