José María Sánchez Martínez-Rivero
AQUEL, que las arenas pisó con más firmeza,
yace aquí bajo el cielo de su Córdoba mora.
Dictó frente a los toros lecciones de belleza,
poniendo en pie de hosannas la multitud sonora. (...)
Rafael Duyos
MANOLETE. POEMARIO.
Agosto de 2020 y en Collado Villalba
Hoy 28 de agosto de 2020, se cumplen 73 años desde la cogida y muerte del gran diestro cordobés Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete, en la plaza de toros de Linares. Mucho se ha escrito sobre la figura del gran torero cordobés y de la corrida de Linares. Nosotros no vamos a tratar ni su vida ni lo que ocurrió esa tarde. Pero hemos leído infinidad de poemas dedicados a él por grandes poetas y menos grandes vates. Trataremos de sintetizar los más destacados y sacarlos a luz para recreación de los aficionados. Va por él.
Del libro ¡En Córdoba fue la cosa! Mis versos a Manolete, del gran poeta Rafael Duyos:
En la última página se lee: El beneficio íntegro que le corresponde al autor por la venta de esta primera edición lo dedica a la suscripción "PRO-MONUMENTO A MANOLETE".
En Córdoba fue la cosa.
En Córdoba fue.
Nació Manolete
¡y olé! ¡y olé!
¿Dónde estás Julio Romero,
que no vienes a pintarlo?
¿Dónde ya, Rafael Guerra,
para ungirlo con tus manos?
¿Y tú, río de los toros
y de los toreros caros,
Guadalquivir de mi pena
que recoges todo el llanto
de Despeñaperros, loco
de lirios y contrabando...?
Torero macho. Clavel.
Cuando está en el redondel,
no hay nadie que haga lo que hace
con la muleta Manuel...
Torero macho. Clavel.
Clavel de Sierra Morena...
¡nadie como él!
Solo lo bueno decir...
Siempre lo malo callar...
Prudencia para vivir...
Temple para razonar...
Y rara vez sonreír
pero sin exagerar...
Y viendo el toro venir,
los pies al lado clavar...
En Córdoba fue la cosa.
En Córdoba fue.
Nació Manolete...
¡y olé!... ¡y olé!
Esta poesía fue escrita en Valencia en 1943.
Del mismo autor resumimos la poesía de 1947 ¡A la feria de Linares! Romance de la víspera.
¡A la feria de Linares!
¡Manolete en el cartel!
El cartel chilla los nombres
sobre la blanca pared;
GITANILLO DE TRIANA,
MANOLETE Y LUÍS MIGUEL.
Parador de Manzanares.
¡Última cena, Manuel!
Mañana, un toro de Miura,
tu vida echará a perder.
El vino y el pan los partes
ahora por última vez...
Ningún presagio lo anuncia,
ninguno, pero, así es...
Mientras el torero duerme
-soñando palmas y olés-,
un miura, -¡el suyo!-, en la plaza,
sueña que lo va a coger.
La muerte pone sus besos
en el pitón de la res y dice al toro:
mañana has de matar a Manuel.
Soy su destino. No quiso
mis palabras atender.
Siendo su muerte, no quiero
serlo, por no serlo de él,
y saliéndole al camino
quise hablarle... Inútil fue.
Te entrará a matar despacio
y a tiempo de “vuelapiés”.
Entonces, tú, alarga el cuello
sin moverte... ¡y mátale!
Serás de tus hermanos
el quinto en el redondel...
Duyos es, también, el autor de los Versos para su tumba, que figuran esculpidos en el mausoleo que Manolete tiene en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud de Córdoba:
AQUEL, que las arenas pisó con más firmeza,
yace aquí bajo el cielo de su Córdoba mora.
Dictó frente a los toros lecciones de belleza,
poniendo en pie de hosannas la multitud sonora.
Hizo embestir a mansos y dominó a los bravos.
Fue gladiador augusto de las ganaderías.
De las viejas escuelas ligó todos los cabos,
dando a la norma suya las rancias alegrías.
Los claros cordobeses de otros siglos, lo ungieron, porque en él renaciera su propia aristocracia.
Tuvo en su mano izquierda –dicen los que le vieron- el divino secreto natural de la gracia.
Fue serio, fue galante, fue honrado, fue valiente
y dio al traje de luces un regio señorío.
No vacilaba nunca. Siempre anduvo de frente...
y tuvo como nadie, conciencia y poderío.
Supo de las envidias como ningún torero.
Gozó de la alabanza de todos los poetas.
Cruzó la mar en hombros como cumple el primero que oreó su capote rumbo a imperiales metas.
Clásico entre modernos... Caro entre los más caros...
Paseó por las plazas su gloria impar y sola...
Y Hernán Cortés taurino, con destinos preclaros, plantó en México un día su muleta española.
Cumplióse en él aquello que da a los mejores:
morir en la pelea con la cerviz erguida.
Entró a matar al toro, cercado de clamores, y en astas del cinqueño, lo dio todo: ¡la vida!
Su apodo MANOLETE. Islero, el de la fiera.
La casta, de los Miura. La Plaza, de Linares.
Manuel Rodríguez Sánchez resurrección espera...
¡Un aire de leyenda le lleva a mil cantares!
Rafael Duyos al final de su libro –archivo nuestro- coloca la siguiente nota en esta su primera edición:
El beneficio íntegro que le corresponde al autor por la venta de esta primera edición, lo dedica a la suscripción “pro monumento a Manolete”.
Transcurrido el tiempo el monumento se levantaría en su Córdoba natal. Y así el 8 de mayo de 1956 y en la plaza del Conde de Priego fue inaugurado por las autoridades, y toreros que actuaron con él. Destacaron Agustín Parra, Parrita, su apoderado don José Flores Camará y familiares. El académico José Francés pronunció unas palabras diciendo al final:
Este monumento nos evoca el avance de un carro triunfal romano. Allá va erguida, alta, la figura simbólica de nuestro torero.
Especial significación tuvo el homenaje que los intelectuales ofrecieron a Manolete el lunes 11 de diciembre de 1944 en la famosa cafetería de Madrid Llardy. Ya en 1913 la intelectualidad de entonces Valle Inclán, Pérez de Ayala, Sebastián Miranda y otros dieron a Juan Belmonte un homenaje parecido. Vemos, pues, que el interés de los intelectuales por el Toreo no era nuevo.
Asistieron para agasajar a Manolete, escritores y poetas de ese momento que ensalzaron la figura del diestro cordobés leyendo poesías al homenajeado.
Así Agustín de Foxá leyó: Poema a Manolete:
Ya está el toro en el centro; paso a paso;
despacio acercas al asombro de su embestida ciega
y deshojan su empuje diez y seis naturales
como pétalos rojos que en el aire se quedan.
El terreno del toro ya es tuyo. ¡Y qué terrible
esa arena arrancada a su mar de violencia!
¡qué tierra movediza donde pones tu estatua
con seto de Muerte, que erizado te aprieta!
Luego amaranto y oro, o de manzana y plata,
das el giro al anillo, el trofeo en tu diestra,
como brasa de sangre, y parece la Plaza
un velero arbolado de pañuelos que vuelan.
Yo saludo al torero más valiente del ruedo.
Saludo al abanico difícil de tu izquierda,
que hace al toro satélite, luna de tu oro antiguo
con orbita de estrellas.
Y saludo en ti a Córdoba, olivares y ermitas,
surtidor de odaliscas, hoy cubierto con tierra,
que te dio esa elegancia de Califa sin trono,
de Almanzor que no vuelve, que es desdén y nobleza.
José María Alfaro recitó: Brindis a Manolete.
Está Manolo en pie, frente a la fiera,
clavado por las mismas zapatillas
que no han de ver el aire con la suela.
Con el capote abierto
hay que inventar la vida y la belleza,
jugando con el albur de la cornada,
la estatua y la destreza:
queda fijo en el viento:
ágil, en la pelea,
para vencer con la emoción, inmóvil,
la lunada cabeza.
Alfredo Marquerie: A Manolete.
Junto al cuerno la muerte se ha dormido;
estampa y bronce puro de la raza.
¡Que gloria ser de Córdoba y torero!
Desgajado del cosmos del tendido,
vuela y cae sobre el centro de la Plaza
un planeta sin órbita: un sombrero.
Adriano del Valle: A Manolete.
Córdoba, al pie de su sierra.
Allí naciste torero
porque lo quiso tu sino,
con tu tristeza de sauce
y tu empaque de obelisco.
Facistol, centras el ruedo
como quien sostiene un libro.
Si del Guerra la sentencia
la estampa de Lagartijo.
Y cuando Lucena apaga
sus velones encendidos
y el Guadalquivir cornea
contra puentes y molinos,
Córdoba, al velar tu sueño,
vela al mejor de sus hijos.
A esa espléndida velada intelectual asistieron, entre otros, José María Pemán, García Serrano, Raimundo Fernández Cuesta, Álvaro Domecq, Perico Chicote, Fernández de Córdoba, Marqués de la Valdavia y Camará, su apoderado.
La mesa la presidía Manolete junto con José María Alfaro, Fernández Cuesta y el Marqués de la Valdavia.
Se podría pensar que en nuestros días no se componen poesías a Manolete; pero no es así. El poeta cordobés Libero Ubeya ha compuesto para cerrar este modesto escrito: La muerte vino a buscarle. Resumida, dice así:
En Cádiz lloran su muerte,
en Córdoba le guardan luto,
y en Sevilla las campanas,
dan repiques de difuntos.
No deja de hablar la gente,
de su valor y valía,
de lo caro que ha pagado,
la fama que él tenía.
Ni el mármol ni el alabastro,
son para él suficiente,
pues su tumba es un altar,
para toda nuestra gente.
En Huelva lloran su muerte,
en Málaga le guardan luto,
y en Almería prenden velas,
a la hora de los difuntos.
Sentencia tenía de muerte,
en aquella tarde oscura,
en la que logró el destino
comprarle una sepultura.
Cada rincón de su cuerpo,
de cornadas lo ha vestido,
pues no queda una plaza,
donde no se haya batido.
En Jaén lloran su muerte,
en Granada le guardan luto,
y en Ronda por él celebran,
una misa de difuntos.
La Medina y la Axarquía,
de luto se han vestido,
pues tienen el corazón,
ensangrentado y partido.
Se nos ha muerto el Califa,
el Rey de los Toreros,
en andas llevan su cuerpo,
camino del cementerio.
Callada está la guitarra,
y mudos los cementerios,
pues tan solo los cipreses,
cantan cuando corre el viento.
Muy valiosa recopilación de poemas dedicados al Gran Califa cordoves, a quien recordamos año a año en esta fecha especial. Muchas gracias
ResponderEliminarQue hermoso recordar la labor taurina no sólo por su faena y corridas, sino por la versatilidad de poemas que rememoran un pasado viviente con amor, dulzura, fuerza, esplendor y brío!! No me extraña tantos poemas referidos a la hermosa y mágica Córdoba, porque sin duda también puedo decir: en Córdoba fue la cosa y Olé y Olé ����
ResponderEliminarLa muerte de manómetro
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