Manuel Garcia (El Espartero)
Somos agrios, resentidos, cáusticos, virulentos, crepusculares. El día que procedan a la detención de los culpables de asesinar el espectáculo que tanto pretendemos amar, nos detendrán también a nosotros por complicidad y cooperación necesaria.
“Plaza de Toros de de Madrid - Función del 27 de mayo de 1894... durante la lidia del primer toro, ha sido conducido a esta enfermería el diestro Manuel García “Espartero” en estado de profundo colapso. Reconocido detenidamente, resultó presentar una herida penetrante en la región epigástrica, con hernia visceral; una contusión en la región esternal y clavicular izquierda. Prestados los auxilios de la ciencia para el caso más alarmante que era el colapso y reconocidos como ineficaces, se le administraron los últimos Sacramentos, falleciendo el herido a las cinco y cinco minutos de la tarde y a los veinte minutos de su ingreso en la enfermería”.
Tal día como ayer, en Madrid, hace 133 años, el miureño Perdigón segaba la vida de Manuel García Cuesta el Espartero. Nacido en 1865 en la sevillanísima plaza de la Alfalfa, tomó la alternativa en 1885 de manos de Antonio Carmona "El Gordito”. Fue el prototipo del torero nacido para morir trágicamente e inspirar coplas populares. Él dijo aquello de “más cornás da el hambre”. Dicen que el dinero se le iba en ayudar a “su gente”. En otro alarde coplero se casó con doña Celsa de Fonfrede viuda del ganadero Concha y Sierra que terminó, pues, doblemente viuda, excitando de paso la imaginación coplera y la mala leche popular. Doña Celsa es abuela y bisabuela de la sevillana dinastía de los Pareja Obregón.
La plaza de la Alfalfa, Sevilla, hacia 1885
Parece que fue en vida un fenómeno mediático “avant la lettre”. Su popularidad excedía en mucho su cualidades de torero. Cuando murió, los cocheros de Sevilla transportaron gratuitamente la muchedumbre que quería acudir al cementerio de San Fernando. Podemos considerarlo como uno de los pioneros del posterior “tremendismo”. Su torpeza en el ruedo le valió incontables cornadas. Dicen que el fue el inventor del famoso “cartucho de pescao” que medio siglo más tarde popularizaría Pepe Luis Vázquez. Dicen también que fue de los primeros en atreverse a pisar el terreno del toro, en meterse en aquellos terrenos en que “si no te quitabas tú, te quitaba el toro”. Como no tenía categoría para ser un revolucionario del toreo, como faltaban unos años para que amaneciera un Belmonte, el toro de entonces, no precisamente el de ahora, lo quitó.
Su increible popularidad, semejante a la del casi contemporáneo Antonio Reverte (1870-1903), parece acreditar la idea de que la leyenda histórica de los toreros nada tuvo que ver nunca con su intrínseca calidad. Lo mismo cabría decir de la propia popularidad de la fiesta de toros. Podríamos afirmar sin mucho riego de equivocarnos que el aura y la leyenda que rodearon los toros durante siglo y medio fueron cimentadas por gente que no acudían a las plazas. Entre las más de 20.000 personas que acudieron al entierro del Espartero, dicen que hubo gran mayoría de mujeres. El gran Díaz Cañabate, nacido en 1897, 3 años después de la muerte del torero de la Alfalfa, recordaba que, todavía en su juventud, las mujeres no iban a la plaza. Las únicas féminas presentes eran las meretrices y las queridas oficiales. Las mujeres “decentes” empezaron a acudir en los años 30, al amparo de los cambios sociales y de la introducción del peto.
Me obsesiona desde hace tiempo tal cuestión. Si sólo hubiese dependido de nosotros, los aficionados serios, o que presumen de serlo, el aura y el mito de la tauromaquia se habrían quedado en la asepsia de un quirófano. Somos agrios, resentidos, cáusticos, virulentos, crepusculares. El día que procedan a la detención de los culpables de asesinar el espectáculo que tanto pretendemos amar, nos detendrán también a nosotros por complicidad y cooperación necesaria.
De Izda a dcha: Fernando Gómez García "El Gallo",
El Espartero y Francisco Arjona Reyes "Currito"
De propina, los versos de Fernando Villalón, que tenía 13 años cuando presenció, muy impresionado, el entierro del Espartero. Luego el enlace a un concurso de Canal Sur. Y Las bonitas sevillanas del Espartero, las cantan, creo yo que con desparpajo, gracia y mucho rajo popular, tres chicas bastante auténticas ellas. Adjunto las letras por orden de interpretación. El problema es que el iletrismo generacional las lleva a veces a cantar cada una lo que le sale del moño. Para comparar con su versión de la copla 3, un poco tontorrona, adjunto, como 3 bis, la copla original más fiel a la realidad histórica. En cuanto a las coplas que yo numero como 4 y 4 bis, el trío hace con ellas un popurrí literariamente indigesto.
Giralda, madre de artistas,
molde de fundir toreros,
dile al giraldillo tuyo
que se vista un traje negro.
Malhaya sea Perdigón,
el torillo traicionero.
Negras gualdrapas llevaban
los ochos caballos negros;
negros son sus atalajes
y negros son sus plumeros.
De negro los mayorales
y en la fusta un lazo negro.
Mocitas las de la Alfalfa;
mocitos los pintureros;
negros pañuelos de talle
y una cinta en el sombrero.
Dos viudas con claveles
negros, en el negro pelo.
Negra faja y corbatín
negro, con un lazo negro,
sobre el oro de la manga,
la chupa de los toreros.
Ocho caballos llevaba
el coche del Espartero.
SEVILLANAS DEL ESPARTERO
1. Al hijo del Espartero,
lo quieren meter a fraile
Y las cuadrillas le dicen
Torero como tu padre.
ESTRIBILLO:
Arsa la guasa, que te
Metiste en la cocina, que te
Llenas de telarañas, que te
Llenaste los calzones,
Que la cecina era de caña.
2. Los toritos de Miura
No le tienen miedo a nada
Porque ha muerto el Espartero
El mejor que los mataba.
3. Las viudas de Sevilla
Menester que se compongan
Porque ha muerto el Espartero
Para que las quiera El Bomba.
(3 bis. La viuda de Concha y Sierra
menesté es que se componga.
Porque se ha muerto el Espartero
Y la pretende el Bomba.)
4. La Maestranza ha puesto
Luto en sus balcones
Y las banderas a media asta
Y mandó poné crespones
En los chiqueros de la plaza
4. bis. Vaya una pena
Se ha muerto el rey de los toreros
De luto está Sevilla entera
Y se han teñío los pañuelos,
De negro toas las cigarreras.
5. Ricardo Torres Bombita
Se ha enamorao de la Goya.
Y la Goya no lo quiere
Porque le tiró cebollas.
Celsa Agniel de Fonfrede
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